En la memoria de muchos y de ellos mismos, quedará el semblante con la imagen de derrota y frustración que presentaron el Presidente, su canciller y su gobernadora de la capital, al siguiente día de la tragedia en la línea 12 del metro de la ciudad de México, que no solo el costó la vida de al menos 26 personas y dejó más de 100 lesionados, sino que podría significar la fallida conclusión de las aspiraciones políticas y planes de continuidad gubernamental.
El presidente y el grupo de poder político y económico que lo impulsan deberán empezar de nuevo, de cero, en su proyecto de continuidad, control y permanencia de gobierno e ideología, pues después de la tragedia en el metro de la capital del país, queda claro para los electores, que ahora no hay ni a quien echarle la culpa de las omisiones y negligencias que se cometen en la nueva forma de gobernar al país.
Era cuestión de tiempo para que flotara y se reconociera públicamente la ineficacia, irresponsabilidad y falta de capacidad para administrar a la ciudad más problemática y poblada del mundo y por consecuencia al país y que más sufre por la corrupción y la impunidad.
Más allá de los resultados de las investigaciones y de a quiénes se pudiera castigar por este fatal acontecimiento que a todas luces se pudo evitar, subsistirá el juicio ciudadano, primero de los capitalinos y después nacional, en medio de un proceso electoral donde pierde fuerza el proyecto presidencial de gobernanza y sobre todo de confianza ciudadana a una propuesta que no sólo resultó mas de lo mismo, sino incluso peor que lo que gobernó a este país.
Ya no hay marcha atrás, Marcelo perdió porque cuando gobernó la ciudad bastión del lópez-obradorismo, fue justo quien anunció y entregó la obra más cuestionada de su administración: primero se presentó como obra subterránea, luego se registró sobreprecio de la cotización original y se llegó a los 21 mil millones de pesos, y a los pocos meses, ni siquiera a un año de su entrega, ya no funcionó.
Para Claudia, el costo será aun más grave, pues su sueño de ser la primer mujer presidenta del país, se diluye porque ya lleva casi tres años en el poder y en la estricta teoría popular de la política es sobre ella quien recae la responsabilidad del mantenimiento de todo el servicio de transporte público y sus consecuentes recortes presupuestales.
En cambio, el presidente, si Manuel, acostumbrado a culpar a todos y al pasado de su falta de capacidad para mejorar al país, hoy pesa para él, que la tragedia se registra en medio de la elección más importante para el país y para su propio negocio político-gubernamental, pero además coloca en el ojo del huracán y el escrutinio nacional de la opinión pública la seguridad de sus tres grandes obras: el tren maya, el aeropuerto Felipe Ángeles y la refinería de Dos Bocas.
Lo que salió mal con la línea 12 del metro en la capital hace pensar a la opinión publica en posibles riesgos en el nuevo aeropuerto, o descarrilamiento del tren maya o que explote la refinería de dos bocas y se caiga toda la inversión de casi 400 mil millones de pesos entre las tres obras.
En política, la confianza puede ser todo para la continuidad de los proyectos, y cuando la vox populi encuentra elementos para desconfiar, más allá de los pronunciamientos y discursos de exoneración y auto-indulto, el cobro viene en las urnas y el más cercano es el próximo 6 de junio.
Para quienes apuestan que la memoria olvida y más en acontecimientos de negligencia y desgobierno, recuerden la bandera de la tragedia en Ayotzinapa o la tragedia de la Guardería ABC, todas son facturas que se cobran y que son retroactivas a cada elección en México.
El descarrilamiento de la línea 12, puede ser el comienzo del descarrilamiento político y gubernamental de un proyecto que no funcionó y que además engañó a costa de la seguridad y la vida de los ciudadanos, incluso los más pobres.