Lo que no se puede decir

Se puede decir… que Alito es una persona non «grata»

Pero no se puede decir… que ni en su casa lo pueden «ver». Este personaje está buscando quedarse solo y su alma, ya se lo han dicho una y mil veces de que se vaya, que de una vez por todas tire la toalla como presidente del Tricolor, es más, se lo han demostrado en el partido, al suspender la reunión plenaria en el senado, en cuanto se dieron cuenta de la llegada del susodicho personaje, que es un señalado delincuente al tener en su contra tres delitos de los que tendrá que responder, y que al utilizar al PRI para no ser enjuiciado, lo está dañando y desprestigiando más de lo que «ya» está.

Se puede decir… que la corrupción no es «nueva»

Pero no se puede decir… que data desde la época «romana». Cuando los clásicos retoman el tan desgastado y antiguo tema, manifiestan con miedo y horror que si en Roma descubrían a un corrupto lo encerraban para juzgarlo, y ya sentenciado, lo primero que le hacían era cortarle la nariz y ya bañado en sangre se lo echaban a los leones, para que fuera devorado, ese macabro ejemplo de nada sirvió, ya que tal delito a esa distancia se sigue practicando mejorado, pulido y refinado, por presidentes, secretarios de estado, funcionarios de cuello blanco y hasta el más «humilde» policía.

Se puede decir… que continuará la función del circo de tres «pistas»

Pero no se puede decir… que Genaro García Luna es el «actor». El que fuera la mano derecha del expresidente Felipe Calderón, cuyo juicio se inició la semana pasada, y que seguirá en la presente, afirmando los que saben y conocen del mismo, se alargará por ocho o diez semanas, ya que tendrán que comparecer y declarar una larga cadena de testigos de cargo en contra del acusado, y que al parecer lo hundirán con las acusaciones que le lanzarán, las que tomarán en cuenta los miembros del jurado, para que el juez de la causa, le dicte una «sentencia» de por vida.

Se puede decir… que las balaceras en Estados Unidos no «paran»

Pero no se puede decir… que se suscitan a «diario». Los autores de ellas son personas enfermas, drogadictas y de sobra armadas hasta los dientes, que en cuanto se lo proponen se apostan donde les da la gana, y al instante agarran parejo y matan a sangre fría en lugares concurridos, a cuanta persona tienen en frente, y la culpa de esos crímenes la tienen los fabricantes, vendedores y distribuidores de armas, a los que se agregan los traficantes de toda clase de estupefacientes, extrañando que un país tan poderoso sea dominado y vencido por el «crimen» callejero.

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