Muerte en el césped (II)

Desde 1969, recién desempacado de la escuela de medicina, arribé a un hospital de esta otrora capital petrolera, e inicié mi confrontación profesional con la inevitable muerte de mis semejantes. A pesar de muchas batallas contra lo inevitable, todavía me impactó vivir, hace unas semanas, en una tarde calurosa, como un compañero de futbol, 40 minutos después de jugar con enjundia y entereza deportiva, de pronto en forma fulminante, se derrumba en el centro de la cancha y a pesar de realizar las maniobras mínimas para reanimación cardiopulmonar, un amigo deja de existir en el mundo de los vivos. Drama impresionante e inefable, como médico, el tener que informar a su familia, su esposa, sus hijos, que ha muerto. Finalmente, es el fenómeno humano, el fenómeno de la vida y por qué no decirlo, del futbol pues tarde o temprano y en cualquier lugar, hemos de morir.

Este suceso, siendo aún jugador activo de fut, me ha hecho reflexionar y escribir algunas de mis experiencias no para evitar muertes en el césped, nosotros los médicos no salvamos a nadie, sino para tratar de vivir bien, lo mejor posible nuestra existencia dentro y fuera de una cancha, con la visión filosófica de que para morir bien, hay que vivir bien y reitero: dentro o fuera de un campo de fut, dentro o fuera de un hospital de alta tecnología.

En cuanto al ejercicio. Ya comenté en la semana previa que para prevenir lesiones debemos hacer ejercicio regular mínimo 30 minutos unas tres o cuatro veces a la semana. Caminata y trote lento, y entre más rápido mejor. Otro ejercicio es utilizar polainas de medio kilo en los tobillos, cuando menos una o dos veces por semana. Yo lo hago al ir a mi consultorio, por ejemplo, o al podar y limpiar mi jardín. El entrenamiento consiste en que ese peso fortalece los tendones y músculos que se fijan en las rodillas y tobillos, articulaciones esenciales para un futbolista, dándole estabilidad y resistencia a la hora de los «caballazos» propios del futbol. Por eso se habla de lesiones en diferentes deportes: codo de tenista, rodilla de futbolista, dedos de pitcher de beis y «cintura de defensa maleta» cuando un hábil delantero con sus quiebres nos «quiebra la cintura».

En relación a la alimentación e hidratación. El día del partido, sábado por ejemplo, desayuno normal, con sal normal, a mediodía uno que otro taco dependiendo de la hora del juego, comer lo menos posible, de preferencia frutas (carbohidratos) y verduras para disponer de calorías y electrolitos (sodio, potasio) de fácil metabolismo, a diferencia de las calorías de las grasas y proteínas cuyo metabolismo es complejo y lento. Recordar que la digestión se lleva a cabo en unas cuatro horas, es decir asegurar que a la hora del partido en el estómago ya no haya alimentos.

Normalmente del gasto cardiaco, es decir del bombeo de sangre que el corazón realiza en cada minuto, cierto porcentaje de esa sangre se distribuye en cada uno de los órganos vitales. Por ejemplo, el cerebro necesita un 15% del bombeo de sangre y en actividad mental aumentan los requerimientos. El hígado necesita un 15%, durante la digestión aumenta ese requerimiento. El sistema músculo esquelético necesita un 15%, aumenta ese requerimiento durante el ejercicio; las coronarias necesitan un 10%, aumenta durante el ejercicio. Los riñones, los filtros, un 25% de sangre, esencial para depurar y regular todas las hormonas y químicos que se liberan y se necesitan durante cualquier actividad.

Reitero, las recomendaciones previas por lo siguiente:

Normalmente sin hacer ejercicio en 24 horas eliminamos aproximadamente dos litros de agua de nuestro cuerpo: unos 500 mililitros por la piel (transpiración) sin que notemos el sudor, otros 500 mililitros por la respiración, recordemos que en clima frío vemos el vapor de agua eliminado. Estas dos formas de eliminar agua se les llama: pérdidas insensibles y un litro en orina filtrada por los riñones, esta sí es sensible, si no lo creen, pregúntenle a los que tienen problema con la próstata. Si en esas 24 horas no ingerimos esos dos litros ya en agua simple, caldos, leche o aunque sea en «cheves», nos deshidrataremos en forma lenta pero constante. Un dato clave para evaluar el estado de hidratación es observar la lengua, si amanece blanca y sarrosa, es un signo de deficiencia de agua. La lengua debe observarse rosada y húmeda y así debemos llevarla los sábados antes de cada partido, para evitar el tener que sacarla por agotamiento y deshidratación, a los 15 o 20 minutos de andar como desquiciados, corriendo tras la de gajos.

Una persona en promedio suda entre 0.8 litros y 1.4 litros durante un entrenamiento de una hora. Pero al igual que algunas personas pueden correr más rápido que otras, algunas personas sudan más que otras, dependiendo además de la intensidad del ejercicio y la temperatura ambiental. Esto me consta. Alguna vez, en pleno verano caliente, hace ya muchas lunas cuando todavía aguantaba jugar los dos tiempos a ritmo intenso y a 40 grados de temperatura ambiental, llevé una báscula al campo de fut: me pesé antes y al final de los 90 minutos: bajé 4 kilos, de agua. Mi playera la exprimí y chorreaba sudor. El pasado verano, varias décadas después hice una prueba: saliendo de mi consultorio, a eso de las tres de la tarde, a 40 grados, en «calma chicha», hasta Eolo (dios del viento) se rajó, empecé a podar mi jardín, bien hidratado, preparé agua de naranja al 50% y sal al gusto, podando a paso lento, durante una hora me tomé un litro de ese preparado, la ropa gruesa pantalón y camisa se empaparon de sudor, empecé a sentirme mareado y sensación de desmayo, con dolor leve de cabeza, avisos de un golpe de calor inminente, bajó mi presión arterial a menos de lo normal para mí, de 140/90. El ejercicio significa producción de calor corporal que sale mediante el sudor y lo disipa del cuerpo las corrientes de aire, sin aire el calor se retiene en el cuerpo altera el sistema nervioso central y: «a morder el polvo» (expresión de un narrador de béisbol).

¿Por qué agua de naranja con sal (cloruro de sodio)? Durante el ejercicio se necesita sodio y potasio para la contracción muscular y cardiaca y para mantener la presión arterial normal. El jugo de naranja y otros cítricos, tomate, nueces, son ricos en potasio. Y el sodio, potasio y calcio, se eliminan con el sudor, si no los reponemos la fuerza muscular y de bombeo del corazón disminuyen y baja la presión arterial porque estas funciones se mantienen mediante la contracción del músculo liso de las arterias.

Ya comentaremos la importancia de conocer el gasto cardiaco y el hecho de comer o no comer antes de un juego de competencia aeróbica como lo es el deporte de las patadas.

Lea Yatrogenia

Egresado de la Escuela de Medicina de la Universidad Veracruzana (1964-1968). En 1971, hizo un año de residencia en medicina interna en la clínica del IMSS de Torreón, Coahuila. Residencia en medicina interna en el Centro Médico Nacional del IMSS (1972-1974). Por diez años trabajó como médico internista en la clínica del IMSS en Poza Rica Veracruz (1975-1985). Lleva treinta y siete años de consulta privada en medicina interna (1975 a la fecha). Es colaborador del periódico La Opinión de Poza Rica con la columna Yatrogenia (daños provocados por el médico), de opinión médica y de orientación al público, publicada tres veces por semana desde 1986.

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