La lucha que Miguel Riquelme como gobernador ha emprendido con nueve gobernadores más que constituyen la Alianza Federalista, una vez que se desprendieron de la Conago, se ve que no ha tenido, al menos hasta la fecha, un peso que pueda debilitar los argumentos del gobierno federal para proveerlos de más recursos económicos para emprender obras prioritarias en los estados, otorgándoles solo las participaciones federales que, de acuerdo con la normatividad, les corresponde.
A los coahuilenses nos importa, claro, Coahuila. Por lo que considero que el jefe del Ejecutivo estatal ha empezado ese forcejeo junto con los otros gobernadores, huérfano del apoyo, de los que con el pago de impuestos representan una fuerza importante, pues son lo que con su participación constituyen la base del poder económico de nuestro Estado.
De igual forma de los colegios de profesionistas, los grupos de intelectuales, los partidos políticos y un grupo fuerte políticamente como el de los exgobernadores que deben ser motores de impulso al gobernador en sus afanes en pro del Estado. Si el jefe del Ejecutivo no los convoca, esos entes deben mostrarle su confianza, ya que ha sido evidente que realmente trabaja, hasta donde se puede, por el bien de los ciudadanos.
Asimismo, señor Gobernador ¿no considera usted que es conveniente que se acerque con los que constituyen los factores reales de poder como los líderes de los sindicatos poderosos, con los hombres de poder económico, con los diputados federales y los senadores e incluso tal vez en forma subterránea con la Iglesia que es de excelente convocatoria, ahora que el propio presidente «olvida» que el Estado mexicano es aconfesional, pero que de repente se enfrasca en menciones sobre la Biblia, lo cual denota ignorancia?
En la orfandad es difícil lograr acciones fundamentales, vitales, benéficas, ya que se requiere el peso específico de todas las fuerzas que construyen la armadura que protege los interese de la población, que nos enfilan al progreso, por lo que se deben manifestar voces equilibradas de protesta sin tomar en cuenta la posición presidencial del valemadrismo recalcitrante, basado en una actitud de un absolutismo que provoca inestabilidad al país.
La experiencia guardada de este régimen federal, en estos dos años de gobierno, ha mostrado, según datos del INEGI, del Banco de México y algunos organismos nacionales e internacionales, que nuestro país no avanza y que, de continuar así, el populismo presidencial nos seguirá llevando a estadios de incertidumbre que puedan dar paso a empobrecernos más todavía.
No se piense que el apoyo, en su caso, que se le dé al gobernador sea para enfrentar al gobierno federal, pues se pudieran crear vientos de fronda, sino que en discusiones civilizadas se llegue a soluciones que sean base para recibir los soportes necesarios para solventar las necesidades prioritarias y los ciudadanos reciban una mejor calidad de vida. Que se entienda que no son caprichos, caprichos son las obras faraónicas que se construyen, como el Tren Maya, la refinería Dos Bocas, el aeropuerto Santa Lucía, además de sus programas sociales, con apariencias electorales, en los que se erogan miles de millones de pesos.
Por lo tanto, y con la prudencia política por delante, no hay que bajar los ánimos de insistir en que las demandas de los coahuilenses requieren, y en algunos casos, de inminente solución, como la venta del carbón en la Región Carbonífera, el apoyo para destrabar lo de Altos Hornos en Monclova, como solucionar definitivamente el asunto del arsénico en el agua en la Región Lagunera, y en la parte sureste del estado, concretamente en la capital, Saltillo, las terribles inundaciones en donde las lluvias hacen destrozos en casas habitación, a veces con pérdida casi total.
Esperemos que el presidente pueda entender el apremio que representa la solución de esos problemas que nos agobian y que en algunos casos el riesgo es tal que pone en peligro la vida.
Creemos todavía que López Obrador es una persona buena; es decir, con una recta intención.
Se lo digo en serio.