Y vi un pastel, uno de esos pasteles deliciosos de chocolate con chocolate, muy similar al del libro y la película de Matilda, pero después recordé a Óscar, quien era mi amigo de la privada en donde viví de pequeño. Recordaba que pasábamos horas jugando en un pozo de tierra, que por cierto una señora amargada terminó por ponerle cemento. ¿Qué será de Óscar? ¡Que bonitos recuerdos y que sabroso pastel!
También con Óscar recuerdo haber visto dos películas de Disney: Hércules (1997) y Toy Story (1995), cuando el decir Pixar era sinónimo de calidad y de buenos momentos. Con los años y al momento de llegar a su película número 24, la sensación ya no es tan mágica y sensacional como antes. Su última película Luca, si bien no los deja mal parados, pone a pensar a uno: «¿se les terminó la magia?».
Ojo, no estoy diciendo que sea mala, seguramente la vas a disfrutar. La película vale la pena. Primero por la calidad de la animación. Eso es una garantía. Segundo porque podemos apreciar que es la continuidad de Disney-Pixar de contar una historia mientras nos muestra la cultura de un lugar, como lo hizo con Coco (2017), ahora siendo el escenario la Italia de los años cincuentas, aproximadamente.
El punto aquí es que el estudio nos tiene acostumbrados a cosas impresionantes, por no decir memorables, como Up (2009), Toy Story, Los Increíbles (2004), y digamos que este filme pareciera más una producción hecha por otro estudio, más como de DreamWorks o Illumination.
El director de Luca, Enrique Casarosa, ya nos había dado una pizca de su talento hace casi más de una década con el cortometraje de La Luna (2012). ¿Lo recuerdan? Donde podemos ver rasgos muy similares de los personajes que podemos ver en esta nueva película. Cuidando cada elemento en pantalla, buscando hacernos sentir que caminamos junto con los personajes y casi casi oliendo la brisa marina.
La trama nos suena familiar, con un pequeño monstruo marino como protagonista. Les aseguro que les dejará la sensación de percibir un guiño o tributo a historias como La Sirenita (1989), Buscando a Nemo (2003) y Ponyo y el secreto de la sirenita (2008).
¿De qué va? El sueño de querer conocer más allá de donde te marcan, la amistad sin condición y la unión familiar. Debemos recordar que el cine es arte y, como tal, la percepción que ustedes le den es muy respetable y digna de platicarla con un café.
En algunos medios de comunicación se hizo el comentario que durante el desarrollo de la película se daba un tinte LGBT+, por la cercanía de los personajes. Como se dice líneas arriba, el arte se presta para interpretarlo según el contexto, interés o momentos por los que estemos pasando, tal vez esta película se estrene en el mes del pride refuerce la sensación en algunos espectadores. Ver para pensar y discutir.