Marías y Nevinson: A las mujeres no se las toca…

Para mi queridísimo hermano Gilberto Prado Galán

El que pudo haber sido Nobel de Literatura, Javier Marías, falleció recientemente víctima de la COVID-19. Sin embargo, su legado literario es trascendente. El madrileño cerró su vida con dos novelas inolvidables. Dos novelas de larga duración. En esta ocasión haré referencia a la última de ellas: Tomás Nevinson. El relato expone con brillantez un dilema moral.

La trama de la novela se centra en el espía angloespañol Tomás Nevinson, el esposo escurridizo de Berta Isla, que se ha retirado del servicio activo, pero recibe de su antiguo jefe, Bertram Tupra, la encomienda de identificar cuál de tres mujeres es una terrorista del IRA que fue responsable de dos atentados criminales de ETA.

El dilema moral se puede formular con la pregunta: ¿es lícito matar a alguien como castigo por los crímenes cometidos o como prevención por los que pueda cometer, aun cuando la duda le asalte y más si se trata de una mujer?

Nevinson investiga a las tres sospechosas en una ficticia ciudad del norte de España, Ruán, haciéndose pasar por un profesor de inglés. Debe elegir a una de las tres. Estamos a la altura de 1997.

Nuestro espía, con la ayuda de Tupra, se inclina, entre dudas, por Inés Marzán y procede a eliminarla. Pero en el último momento flaquea y no la ejecuta. Al final de la novela Berta, la mujer de Nevinson, pregunta: «¿Y qué pasó? ¿La mataste?» A lo que Tomás responde: «No pude, no. Era una mujer». Berta lo aprueba, pero Tomás no convencido sólo acierta a decir: «No, Berta, bien no. Si hubiera sido capaz, tal vez ahora estarían vivos un montón de muertos. No lo hace menos grave que hayan muerto lejos de aquí» (p. 673). En referencia a los muertos de Omagh.

El atentado de Omagh se produjo el 15 de agosto de 1998, cuando un coche bomba explotó en el centro de esa ciudad, capital del condado Tyrone en Irlanda del Norte. El crimen fue reivindicado por el IRA Auténtico. Murieron 29 personas y cerca de 220 resultaron heridas.

La clave de la actitud de Nevinson la encontramos al inicio de la novela: «Yo fui educado a la antigua, y nunca creí que me fueran a ordenar un día que matara a una mujer. A las mujeres no se las toca, no se les pega, no se les hace daño físico y el verbal se les evita al máximo, a esto último ellas no corresponden» (p. 11). Este respeto a las mujeres determina la decisión de nuestro espía.

Yeats, citado por Marías, nos explica la causa de nuestras dudas, la causa de que casi nadie sea frío en todo momento: «Uno de los grandes problemas de la vida es que no podemos tener ninguna emoción pura. Siempre hay en nuestro enemigo algo que nos gusta, y en nuestro amor algo que nos desagrada. Es este enredo químico lo que nos hace viejos, y nos arruga la frente y hace más profundos los surcos de nuestros ojos» (p. 231).

Estamos ante una novela sobre el terrorismo en todas sus formas. Una invitación a la memoria. Tupra reprochará a Nevinson: «Nuestra función consiste en no olvidarnos nunca de lo que el resto del mundo olvida» (p. 451). Pero también en la novela se critica el terrorismo de Estado, el terrorismo de Tupra.


Marías, Javier, Tomás Nevinson, Alfaguara, México, 2021.

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