¿Me muestras tu cicatriz?

Una noche la abrazó, se atrevió a meterle la mano bajo la blusa e intentó tocarle la espalda. Allí sintió unas ligeras marcas, no como si fueran estrías, era algo así como heridas ¿Maltrato? No, parecían muy similares una con otra, como si algo que usó durante mucho tiempo se lo hubiera provocado. Ella se dio cuenta de la desconcentración de él al momento de hacer ese «hallazgo» en su cuerpo, se sintió incómoda, se hizo para atrás y se detuvo la noche.

Durante años, Hollywood presentó en pantalla grandes historias de amor. Primero lo clásico, donde la doncella buscaba al príncipe encantador. Después narrativas donde una mujer intrépida encuentra a su chico aventurero o, en caso de ser comedia, a un «bobo» encantador que terminaba siempre siendo el caballero que buscaba. Llegaron al tiempo las historias más crudas, donde no necesariamente se termina con la persona que soñamos o quizá esa noche de locura donde se conoce a la persona indicada es más complicada de lo que lo mostraban en la pantalla grande.

«Hacer el amor», como se dicen las señoras, o tener sexo, va más allá de un encuentro. Cuando se plasman —ya sea en cine, teatro o literatura—, se muestran las inseguridades al mencionar que se tapan su cuerpo con las sábanas o bien apagan la luz. No queriendo mostrar el cuerpo desnudo tal cual es. Pero, no solo me es cuestión de no querer mostrar los kilitos de más.

El cuerpo es un mapa de vida. En él queda la evidencia de todo lo que nos ha pasado. La cicatriz que te provocó la caída en bicicleta. La uña fea por usar calzado apretado, el lunar que dicen en tu familia que todos tienen, la cicatriz que te dejó los cintarazos recurrentes en casa, o algo más íntimo. La cicatriz de aparatos ortopédicos por alguna necesidad médica de origen, de nacimiento, o por una situación extraordinaria.

En la serie de Special que pueden encontrar en la plataforma de Netflix, se tocan fibras sensibles de una forma humorística y un tanto ácidas. El protagonista es un joven homosexual con retraso intelectual. Al paso de los capítulos vemos su evolución en querer llevar una vida «normal», despegándose de su madre, saliendo del clóset y enfrentando tabúes personales y de la sociedad.

¿Qué cicatriz deseamos no mostrar ni a nuestro más íntimo amigo? ¿Qué herida quisiéramos el tiempo y la vida nos borraran de la piel? O será que son recordatorios para saber que algo no se debe repetir.

Promotor cultural.

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