A propósito de que ya empezaron a llegar los melones de Matamoros, Coahuila, que son los mejores del mundo —los he comido en varios países y nada tienen que hacer frente a los nuestros—, encontré en varias crónicas del antiguo Coahuila de viajeros acerca de los productos que comían sus habitantes y sobre platillos que preparaban. Juan Agustín de Morfi pasó por Saltillo en 1777 y dejó un amplio escrito. Mencionó que el carnero de Saltillo es sabroso «y las coles no las he visto mejores en la América». Pero para lo que hoy es Viesca dijo que «la tierra produce con asombro trigo, maíz, cebada, frijol, calabaza, sandía, melón y cuantas frutas y semillas se confían».
Pocos años después, fray Isidro Félix de Espinosa, perteneciente al grupo franciscano que llegó tarde a Coahuila, escribió dos enormes textos. Iniciaron la conquista espiritual de los nómadas desde Candela hasta el sur de Tejas. Aprendió la lengua coahuilteca. Relató una comida en la que varios jefes indios —alrededor del río Bravo— se reunieron con un capitán español para establecer una alianza. Comieron frijoles, nueces, mezquitamales y otros platillos que el fraile disfrutó. Luego procedieron a la ceremonia: fumaron la pipa de la paz mezclando el tabaco que cada jefe había traído, significando su unión. Antes lavaron la cabeza al capitán en señal de que aceptaban su amistad.
Regreso a los melones de Matamoros (cerca de Viesca) y añado que también se producen dulces sandías. Misioneros jesuitas introdujeron en el lugar frutas y verduras que todavía gozamos.
Otro tema. Los israelitas volvieron a hacer lo que han hecho los últimos setenta años: matar palestinos. Israel se especializa en el asesinato de adolescentes. Una persona tan conservadora como Mario Vargas Llosa visitó Israel para dar conferencias. Le asombró la situación de los palestinos y pasó a su territorio invadido. A su regreso a España publicó sus notas de viaje. El libro denuncia a Israel como genocida. Israel lo declaró «persona non grata».
El papa Francisco visitó Tierra Santa. Otros Papas habían ido al Muro de las Lamentaciones —lo que queda del templo destruido por los romanos en el año 70—. Al contrario de sus antecesores, Francisco fue a postrarse ante el muro que edificó Israel dejando a los árabes encerrados en un pedacito de lo que era su tierra desde hace miles de años. Allá sí levantaron el muro que Donald Trump intentó contra México. El Papa oró ante este muro del racismo. Los judíos enloquecieron puesto que el simbolismo fue inclemente.
Para ser justo, creo preciso apuntar que existe una secta judía ortodoxa cuyos miembros mencionan en las calles de Jerusalén, micrófono en mano y con carteles, que esa tierra pertenece a los palestinos y que todos podrían convivir en ella. Estos judíos visitaron a Saddam Hussein para intentar una alianza árabe-israelí.
¿Cuándo dejarán de matar niños árabes?, ¿cómo justifican su violencia? Lo más sencillo es preguntarle a la Biblia: son el Pueblo Elegido y eso les basta. El judío Woody Allen juguetea con el tema en un cuento socarrón: un detective entrevista a un rabino en Nueva York. Le pregunta ¿por qué sabe usted tanto sobre Dios? «Porque somos el Pueblo Elegido. Cuida más de nosotros que de todas sus demás criaturas», «¿cuánto le pagan para ser los elegidos?».
A Benjamín Netanyahu le vino bien la guerra, pues cada día tenía más opositores, cuenta con acusaciones de corrupción y las elecciones podrían serle desfavorables. Seiscientos aviones de guerra atacaron barrios civiles en la Franja de Gaza —solo en la Segunda Guerra se vio algo semejante—. Lanzaron bombas tan poderosas que derribaron edificios de 12 pisos. Arrebataron la vida a jovencitos y mujeres. Añado que también hay que reprobar al grupo fundamentalista árabe Hamás, que tiene lo suyo.
Todos condenamos el holocausto que efectuó Alemania contra los judíos. Ahora nos preguntamos por qué no se hicieron sensibles al dolor de los demás y a sus derechos.