Monseñor Hilario, yo he querido muchísimo a esta gente que ahora será su grey (…) son personas generosas y entregadas (…) que trabajan por un ideal de sociedad donde prevalezca el respeto a su dignidad: Vera
La mañana del viernes 29 de enero de 2021 —año del señor San José—, los preparativos para la ceremonia de entrega del mando episcopal a monseñor Hilario González García, para fungir como séptimo obispo en la diócesis de Saltillo, tomaron curso en la Catedral. Afuera, un dispositivo de seguridad policial resguardaba el templo.
Tras entregar las riendas del gobierno diocesano, fray Raúl Vera López asumió la categoría de obispo emérito, misma que ostenta monseñor Francisco Villalobos, quien también estuvo presente en el evento al que se dieron cita el nuncio apostólico Franco Coppola; el arzobispo de Monterrey, Rogelio Cabrera López; algunos obispos de otras diócesis del país, sacerdotes y religiosas. Además, al frente de apenas un selecto centenar de fieles, el gobernador de Coahuila, Miguel Riquelme, y el alcalde de Saltillo, Manolo Jiménez, ocuparon la primera banca ubicada al lado de la Epístola bajo la bóveda central.
Arteaga fue el municipio que el obispo González eligió como puerta de entrada a su nuevo territorio diocesano. «Hilario, amigo, Arteaga está contigo». Las porras del pequeño comité de recepción sonaron en la plaza ubicada frente al atrio del templo de San Isidro Labrador, donde el prelado escuchó palabras de bienvenida y recibió presentes por parte del alcalde Everardo Durán, de vecinos y gente de comunidades cercanas. Les agradeció, los bendijo y prometió volver pronto.
De camino hacia Saltillo respondió desde el vehículo al saludo de quienes, al conocer el trayecto que seguiría —difundido en redes sociales—, esperaron a verlo pasar.
Vera «pide» quedarse
En Catedral, Vera y González descendieron de una camioneta frente a la puerta del bautisterio. Al interior, debido a la pandemia de COVID-19, el uso de cubrebocas y guardar la sana distancia eran obligatorios; sin embargo, en las bancas no había espacios vacíos, la separación entre asistentes la llenaron los ausentes: fotos de los desaparecidos, de las muertas por feminicidios, de activistas regionales defensores del agua y de la tierra ocuparon cada hueco. Así exponía Vera López a su sucesor parte de la pastoral social en la que invirtió 20 años.
Días atrás, en la misa dominical, Vera había mostrado su indignación por la noticia de que 19 migrantes habían sido calcinados en Tamaulipas y estalló ante los presentes: «¡Cómo puede ser que las autoridades no informen!… Les sacaban dinero para pasarlos en la frontera, pero el grupo enemigo que no quiere que sus rivales ganen con ellos decidió matarlos e incinerarlos».
«Llego a una comunidad mucho mayor a aquella de la que provengo, con mayores desafíos y retos, pero confiando en el Señor, teniendo nuestra fe puesta en él, así como la esperanza y multiplicando la caridad, creo que podemos alcanzar esa dicha, ese gozo que el Señor nos ofrece».
Hilario González García, obispo de Saltillo
En conferencia de prensa virtual previa a la ceremonia de sucesión episcopal, Vera comentó que la ausencia del recién fallecido sacerdote Pedro Pantoja crea una situación delicada en la casa del migrante de Saltillo. «El día de ayer se instaló en la rectoría de la Santa Cruz al padre Gerardo García Pérez y le dije: “De la misma manera que el padre Pedro, quien desde esta rectoría y a través de la gente de este barrio blindó la casa del migrante, tú vas a trabajar siempre teniéndolo como referencia”».
Dijo haber hablado con su sucesor, con los consultores, vicarios y la mesa directiva de la casa para que se les respalde moralmente. Aludió al interés que el papa Francisco pone en el tema de la migración para ofrecer su acompañamiento al refugio local, «porque ese es un proyecto de vital importancia».
Además, no sin reconocer que ahora «lo primero es respetar que monseñor Hilario es el obispo», comentó que, tras la sucesión, su intención es permanecer aquí «para ayudar en la casa del migrante o en lo que sea necesario», tal como hizo Villalobos, «quien fue de gran ayuda y un ejemplo para mí, lo cual me hace sentir obligado (…) Desaparecer y ya, de buenas a primeras, me parecería irresponsable».
Herencia pastoral
Lograr que su sucesor no revierta los avances conseguidos desde su oficina de Derechos Humanos parece, de momento, su nueva batalla. A eso dirigió su discurso protocolar de bienvenida a don Hilario:
«A través del trabajo pastoral (…) luchamos por la dignidad humana de quienes se les arrebata el derecho a la vida. Quiera y reciba, monseñor, a los compañeros ejidatarios y sus familias, quienes luchan por el territorio y buscan la no privatización de su agua, que es un derecho humano fundamental y no una mercancía, comprometidos con el cuidado de la casa común, pelean contra megaproyectos y basureros tóxicos ilegales para beneficio de los ejidos y las ciudades, tal como nos invita a luchar la encíclica Laudato si´.
»En esta, su diócesis, también se aplican los cuatro verbos que dicta el Papa para atender a los migrantes: acoger, proteger, promover e integrar. Es lo que hacemos en torno al fenómeno migratorio y a la tragedia personal de cada refugiado.
»Permítase ser tocado por las personas privadas de libertad, quienes con tanta madurez enfrentan su detención en diferentes prisiones (…) quienes buscan esperanza y luz, y también la oportunidad de compartir la riqueza de su interior.
»Mantenga dentro de su corazón a tantas familias que cargan en sus espaldas el peso doloroso de sus seres queridos desaparecidos, debido a la impunidad con la que por muchos años han sido administrados tales casos, que en pocos años se han convertido en miles.
»Tenga también en su corazón a las víctimas de los feminicidios porque, al ya exagerado número de mujeres que mueren por esta causa, se agregan los huérfanos que empiezan a vivir un sufrimiento que la crueldad del feminicida les impone.
»Mantenga bajo su mirada a tantos niños y jóvenes a quienes se les está negando un futuro digno, debido al empeño que tienen, a favor de unos cuantos, quienes manejan de manera egoísta los hilos de la economía y la política en México y el mundo.
»Monseñor Hilario, yo he querido muchísimo a esta gente que ahora será su grey (…) son personas generosas y entregadas (…) que ayudan a nuestra Iglesia particular a desarrollar nuestra pastoral, que procura que los valores proclamados por el Evangelio se encarnen en la vida de las personas, en sus comunidades. Esto les ha abierto el corazón a la esperanza y a la alegría, e impulsados por ellas, trabajan por un ideal de sociedad donde prevalezca el respeto a su dignidad.
«Que María Santísima, nuestra tierna y amorosa madre, lo acompañe siempre en la ardua tarea que le espera, y que el Santo Cristo de la Capilla de esta ciudad de Saltillo le confirme y le colme de fortaleza», concluyó.
Por su parte, preocupados por que la «jubilación» de Vera derive en el acallamiento de su voz, o en su retiro de los frentes sociales abiertos, miembros de la sociedad le preguntaron a González García si aplicará cambios a la pastoral social en el tema de derechos humanos.
El nuevo obispo respondió que «primero debo conocer bien qué se está haciendo y cómo (…) Creo que hay un sueño muy bueno (…) Me gusta mucho llegar en este momento del programa de renovación diocesana, de la fase de la dignidad que se ha trabajado durante nueve o 10 años… y poder ayudar en todos estos temas sociales, políticos, culturales, económicos y, obviamente, religiosos también, para consolidar un buen testimonio».
Dijo no tener experiencia en algunas de las pastorales que ha apoyado la diócesis de Saltillo, como la de los migrantes. «En ese tema soy nuevo. Yo vengo de una diócesis que produce migrantes, mi experiencia con ellos es procurar que vayan bien en el camino, bien formados cristianamente para que el Señor los acompañe siempre».
¿Qué pasará con las pastorales de la comunidad gay, que es un tema que monseñor Vera manejó?: «Bueno, si está dentro del programa de pastorales de la diócesis, incluidos como hijos e hijas de Dios para ser fraternos, para ser familia de Dios, habrá que trabajarlo de acuerdo con lo que se ha iniciado con monseñor Raúl Vera y con lo que se pueda hacer de ahora en adelante».
Para frenar los cuestionamientos, agregó, «oigan, me siento como cuando a un novio en el banquete de bodas le preguntan “¿y cómo va a pagar la renta?” Denme chance al menos de gozar la fiesta. “¿Y cómo le va a hacer cuando su esposa no lo quiera?” Nooo, pues no sé, yo ahorita estoy en las bodas, por favor».
Finalmente, a la pregunta de ¿cuál es su santo de devoción?, ¿a cuál santo se encomienda?, respondió: «Pues mira, con el paquetote que recibo, creo que tendré que encomendarme a todos».
Misa dominical
Dos días después, más relajado, al concluir su primera misa dominical en Catedral, Hilario González agradeció el recibimiento de la comunidad.
«Me siento en mi casa y eso para mí es una gran bendición. Me han recibido como lo había pedido, como un hijo, como un hermano (…). La primera misa dominical con gente, me emociona, me llena de ánimo (…). Me siento en ese ánimo y en esa emoción de empezar mi ministerio con ustedes», comentó.
Escudo
El escudo episcopal de monseñor Hilario González García muestra tres campos sobre fondo rojo, color característico de la caridad y de la entrega; tras el escudo se encuentra el báculo episcopal signo del servicio pastoral; en la parte de la derecha, encontramos un fondo amarillo que nos habla de la humanidad, con sus rasgos de alegría y generosidad para los demás. El león es tomado del escudo del Seminario Arquidiocesano de Monterrey, y que también se encuentra en el escudo del estado de Nuevo León. Una modificación que se le hizo fue sustituir el naranjo que representaba a Linares, ahora lleva una corona del Santo Cristo de la Capilla de Saltillo.
Dijo que pronto comenzará a visitar las diversas áreas de la diócesis para familiarizarse con su funcionalidad e integrantes.
«Empezaré con seminarios, sacerdotes, vida consagrada. Espero poco a poco ir visitando movimientos de laicos, las vicarías, según lo permita la pandemia (…). El reto para mí es que sigamos avanzando en el programa que tenemos, estamos pasando la fase de la fraternidad, no nada más de sentirnos hijos de Dios cada quien, sino que nos sintamos hermanos, y como hermanos nos ayudemos unos a otros». E4