A través de los años, repetida insistentemente, una mentira creída por un número reducido de simpatizantes convence a miles, crece y finalmente alcanza millones; sin embargo, por ejemplo, en materia electoral, cuando se cuentan los votos, realmente se descubre la verdad o cuando investigadores serios presentan información veraz la imagen cambia.
Nuestra historia patria ha sido plagada de innumerables falacias que han dañado a personajes trascendentes, veamos solamente dos de infinidad de ejemplos: La Malinche fue una traidora a México, falso, México no existía aún y su pueblo era asolado y saqueado por los mexicas a los que ella consideraba enemigos. Fue entregada como esclava a Cortés, y sí, le fue muy valiosa porque hablaba náhuatl. En cuanto a que por ser su amante le ayudó a la conquista, verdaderamente lo fue hasta 1524, tres años después de la caída de Tenochtitlán. Otra: Porfirio Díaz ordenó que se festejara el Grito de Dolores el día de su cumpleaños, falso, fue coincidencia, quien primero celebró el Grito de Dolores la noche del 15 de septiembre fue Maximiliano de Habsburgo en 1864; hora lógica, nadie se va a levantar a las 4 de la mañana del día 16 a celebrar el grito.
Según San Agustín de Hipona, padre de la Iglesia, (354-430) «No todo el que dice algo falso miente, si cree u opina que lo que dice es verdad»… «Quien expresa lo que cree o piensa interiormente, aunque eso sea un error, no miente». Sin embargo, no quedará inmune de falta, «miente el que tiene una cosa en la mente y expresa otra distinta con palabras u otros signos». «Mentira es la significación de una cosa falsa unida a la voluntad de engañar». «El mentiroso tiene un corazón doble, un doble pensamiento… Al veraz y al mentiroso no hay que juzgarles por la verdad o falsedad de las cosas en sí mismas, sino por la intención de su opinión».
El pecado del mentiroso está en su deseo intencionado de engañar, bien sea que nos engañe porque le creemos, cuando nos dice una cosa falsa, o bien nos engañe porque no le creemos una verdad como resultado de tantas mentiras antes dichas por él. La boca que miente mata al alma.
J.E. Mahon (2016) sostiene que la mentira política viola la confianza porque utiliza el lenguaje obstaculizando la formación imparcial de la opinión pública y frenando el mejoramiento social para alcanzar verdadera democracia. La destrucción de la esperanza participativa que produce la mentira política impide conocer deberes y responsabilidades comunitarias, confunde las virtudes y los vicios de la vida social; transmite creencias falsas y fractura la tranquilidad vernácula; estropea la calidad de las discusiones sobre los problemas que nos afectan a todos.
El año 2023 es similar a 1927, 1987 y 2018 en cuanto a la encarnizada guerra por el poder; incruenta competencia ideológica y partidista. Son tiempos propicios para tratar de engañar al pueblo. Los embustes, patrañas, sofismas, infundios e incluso calumnias crean un ambiente en que reina una verborrea mal intencionada e injuriosa. Ciertas figuras políticas son utilizadas con animadversión para provocar percepciones negativas con exageraciones de vicios y reproches generalmente infundados aseverando que miente, cuando son sus oponentes quienes más lo hacen.
Incluso, hay quienes deciden apostar a mentiras que fácilmente serán destruidas y que retornan afrentosamente contra el farsante falaz, aun así, las repiten insistentemente enmarañando la realidad; estos ruines timadores quedan ridiculizados, pero ninguno de ellos es capaz de sentir vergüenza, porque lo único es destruir al adversario con falacias ideológicas; se solazan enviando patrañas en lugar de solidarizarse con quienes están sufriendo los efectos de un fenómeno natural, aseverando que la posible ayuda desapareció o que nunca llegará; resulta que la realidad es otra, si existen recursos para remediar esta situación, pero ellos siguen comiendo carroña y manipulando la información con extremo amarillismo, lo mismo políticos, comunicadores desmaiceados que ciudadanos reenviadores de mensajes tóxicos con maledicencias.
Todo parece indicar que sufrimos desmesurada incontinencia de falsedades difundidas por cualquier medio, lo mismo tradicionales que virtuales. Quienes mintieron por décadas seguirán falseando, aunque redacten extensas plataformas futuristas y hasta reconozcan yerros pasados; ya nadie les cree, como diría San Agustín, aunque digan la verdad.