El país avanza 10 lugares en el Informe Mundial de la Felicidad de Naciones Unidas. Finlandia encabeza la lista por sexto año consecutivo, pero no puede detener tendencia suicida
Cartilla moral: bienestar, más importante que la economía
A pesar de las dificultades por las que atraviesa el país, este año México mejoró 10 posiciones con relación al 2022 —pasó del lugar 46 al 36— en el Informe Mundial de la Felicidad anual, elaborado por la Red de Soluciones para el Desarrollo Sostenible, perteneciente a Naciones Unidas (NU), que en esta edición clasifica la felicidad en 137 naciones del mundo. Finlandia encabeza la lista por sexto año consecutivo, seguida por otros dos de sus vecinos nórdicos: Dinamarca e Islandia. En último lugar aparece Afganistán, donde los talibanes retomaron el poder en julio de 2021 y la situación de los derechos humanos y de las mujeres, en particular, ha empeorado ostensiblemente desde entonces.
En América, Canadá marcha a la delantera, con Estados Unidos pisándole los talones. En el tercer puesto regional se encuentra Costa Rica, lo que convierte a los ticos en los pobladores más felices de Latinoamérica. Venezuela, por el contrario, bajo el yugo de Nicolás Maduro, se ubica a la zaga, aunque eso no la convierte necesariamente en la peor nación del continente si se tiene en cuenta que Cuba ni siquiera aparece en la lista —en 2018 ocupó el puesto 157— lo que evidencia que la salida del poder de la dinastía Castro no ha contribuido a una mejora en las condiciones de vida en la mayor de las Antillas.
«Los seres humanos necesitan bienestar, pero no sólo de pan vive el hombre. Para alcanzar la felicidad se requiere el bienestar material y el bienestar del alma, como decía José Martí».
Andrés Manuel López Obrador, presidente de México
La Asamblea General de Naciones Unidas decretó en la resolución 66/281 de 2012 que el 20 de marzo se celebrase el Día Internacional de la Felicidad para «reconocer la relevancia de la felicidad y el bienestar como aspiraciones universales de los seres humanos y la importancia de su inclusión en las políticas de Gobierno». En la misma se destaca, además, la necesidad de que se aplique al crecimiento económico un enfoque más inclusivo, equitativo y equilibrado, que promueva el desarrollo sostenible, la erradicación de la pobreza, la felicidad y el bienestar de todos los pueblos.
«El PIB es un índice de producción y fácil de medir, pero oculta muchas cosas. Por ejemplo, no mide la destrucción ambiental, no te dice nada de la distribución de la riqueza, no mide el trabajo del hogar o cuando la gente está como ahora cocinando en sus casas en lugar de ir al restaurante».
Alberto Acosta, economista
La resolución fue iniciada por Bután, un país que desde principios de la década de 1970 destacó la importancia de la felicidad nacional sobre el de los ingresos. La clasificación de los países se basa en datos de fuentes como la Encuesta Mundial Gallup, aprovechando seis factores clave: apoyo social, ingresos, salud, libertad, generosidad y ausencia de corrupción.
«Los países nórdicos merecen una atención especial a la luz de sus niveles generalmente altos de confianza tanto personal como institucional”, escriben los autores del informe. «También tuvieron tasas de mortalidad por COVID-19 de solo un tercio de otros lugares de Europa occidental durante 2020 y 2021: 27 por 100 mil en los países nórdicos en comparación con 80 en el resto de Europa occidental».
Más que un concepto
El Diccionario de la Lengua Española define la felicidad como un «estado de grata satisfacción espiritual y física», sin embargo, alcanzarla no resulta fácil y las consideraciones sobre las que se apoya varían mucho según la época y la región en que se le pretenda.
Aun así, pocos conocen que, sin importar los elementos que se utilicen para demostrar su existencia, la felicidad puede ser medida con la ayuda de una resonancia magnética. «El sistema mesolímbico, también llamado “centro de la felicidad”, está en nuestro cerebro. Cuando experimentamos algo positivo que nos llena de emoción, como un buen boletín de notas o el nacimiento de un niño, este centro se activa y la dopamina inunda el cerebro», explica Christof Kessler, neurólogo e investigador, quien agrega que la dopamina —conocida como la hormona de la felicidad— es la responsable de nuestras mejores sensaciones.
Este estado de relajado éxtasis no tiene que estar asociado forzosamente a una experiencia puntual que nos produce un bienestar intenso, pero efímero. «La atención se centra en la experiencia que se desarrolla en el aquí y ahora, libre de juicios», argumenta Johannes Michalak, profesor de psicología clínica y psicoterapia de la Universidad de Witten/Herdecke. Para demostrar su hipótesis recurre a los niños pues a ellos les resulta sencillo sumergirse completamente en el momento sin preocuparse por lo que pueda ocurrir al segundo siguiente.
Desarrollo no es todo
Si algo está claro es que el desarrollo no es sinónimo de felicidad. Países del primer mundo como Francia son un referente de peso. En estos momentos la nación gala es escenario de marchas y revueltas que han servido para que cientos de miles de personas se manifiesten en contra de la reforma de pensiones planificada por el Gobierno de Emmanuel Macron que busca elevar la edad de jubilación de 62 a 64 años. Una medida difícil de asimilar para las personas con trabajos físicamente exigentes. Los empleados del sector público de inmediato se declararon en huelga. Hace más de una semana que no se recoge basura en muchas ciudades. Solo en las arterias de la capital, París, ya se acumulan más de siete toneladas de desechos.
En Francia, donde la jubilación con generosos beneficios es considerada un reflejo de la identidad nacional, el presidente Macron y su Gobierno han propuesto una reforma del sistema de pensiones para establecer una base financiera más sólida en vista del aumento de la esperanza de vida y la disminución de la proporción de trabajadores en comparación con los jubilados. A pesar de esto, un frente unido de sindicatos y otros oponentes han cuestionado la necesidad de una reforma urgente, argumentando que Macron está atacando un derecho valioso y gravando injustamente a la clase trabajadora por su negativa a aumentar los impuestos a los ricos. Hasta el momento, ninguna de las partes ha demostrado estar dispuesta a ceder. Aunque Macron ha hablado poco públicamente sobre la reforma de las pensiones, ha depositado gran parte de su legado del segundo mandato en su implementación, dejando a sus principales ministros la tarea de defenderla.
Según los opositores, el presidente Macron exagera la amenaza de déficits proyectados rechaza considerar otras soluciones para equilibrar el sistema de pensiones, como aumentar los impuestos sobre las nóminas de los trabajadores, desvincular las pensiones de la inflación, eliminar las exenciones fiscales corporativas o aumentar los impuestos a los hogares adinerados. Incluso el órgano oficial que supervisa el sistema de pensiones de Francia reconoce que no hay una amenaza inmediata de quiebra y que los déficits a largo plazo son difíciles de predecir con precisión.
Los oponentes argumentan que obligar a la gente a trabajar más tiempo perjudicará injustamente a los trabajadores de la clase obrera, que a menudo comienzan sus carreras antes y tienen una expectativa de vida más corta en comparación con los de la clase ejecutiva. La idea de aumentar la edad de jubilación ha provocado huelgas en diversos sectores, como las escuelas, el transporte público y las refinerías de combustible.
La impopularidad del plan también se debe en gran medida a la indignación preexistente contra Macron, quien no ha logrado deshacerse de su imagen de ser un «presidente de los ricos» desconectado de la realidad de los ciudadanos comunes. «Esta es la razón por la cual no solo todos los sindicatos, sino también gran parte de la opinión pública se oponen a él», dijo Jean Garrigues, historiador de la cultura política de Francia. «Al vincularse personalmente con el proyecto, la oposición se intensifica y, en cierto sentido, se dramatiza».
El mal escondido
La felicidad tampoco significa «ausencia de problemas». Se puede ser feliz cuando se cuenta con la capacidad de enfrentar y superar los desafíos de la vida. Aquellos que han aprendido a lidiar con los obstáculos y han desarrollado habilidades para resolver problemas tienen más probabilidades de tener una actitud positiva y ser felices.
Muchas personas encuentran que su mayor crecimiento personal se produce tras haber superado una dificultad o crisis. No es de extrañar entonces que en naciones con altos índices de desarrollo donde todo pareciera resuelto, la ausencia de un motivo para vivir, de mano con el desarraigo familiar y la urgencia de éxito como causa de la propia existencia y no como consecuencia de otros aportes, derive en altos índices de suicidio.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), cada año pierden la vida más personas por suicidio que por VIH, paludismo o cáncer de mama, o incluso por guerras y homicidios. En 2019, el número de suicidios superó los 700 mil, es decir 1 de cada 100 muertes, lo que llevó a la OMS a elaborar nuevas orientaciones para ayudar a los países a mejorar la prevención del fenómeno y los cuidados conexos.
«No podemos —ni debemos— dejar relegado el suicidio», señala Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la OMS. «Cada uno es una tragedia. Prestar atención al suicidio es incluso más importante ahora, después de muchos meses inmersos en la pandemia de la COVID-19 y cuando muchos de los factores de riesgo del suicidio siguen estando muy presentes. Las nuevas orientaciones que la OMS publica hoy ofrecen una vía clara para fomentar los esfuerzos de prevención del suicidio».
Ese mismo año, Finlandia —la nación que ha liderado por seis años la lista del Informe Mundial de la Felicidad— presentó una tasa de 15.3 suicidios por cada cien mil habitantes, seguida por Suecia (14.7) e Islandia (11.9). En América, las cifras más estridentes se encontraron en Estados Unidos, que registró un 16.1 y Canadá 11.8.
Las tasas de suicidio masculino son por lo general más elevadas en los países de ingreso alto (16.5) mientras que en el caso femenino se registran más en los países de ingreso mediano bajo (7.1). La tendencia supera el doble en hombres que en mujeres (12.6 por 100 mil hombres frente a 5.4 por 100 mil mujeres).
Los altos índices de suicidio en los países desarrollados han sido objeto de investigación y debate durante décadas. Mientras en la mayoría de los países pobres la falta de servicios y recursos de salud mental adecuados pueden ser los factores determinantes, en los países desarrollados hay una serie de componentes más complejos y multifactoriales que contribuyen a la tasa de suicidio.
La presión social y la competencia son elementos frecuentes en las sociedades exitosas, especialmente en áreas urbanas donde la emulación por el triunfo financiero y profesional es intensa. La presión para cumplir con ciertas expectativas puede ser muy estresante y llevar a sentimientos de aislamiento, desesperanza y depresión.
Otro factor que influye es la falta de relaciones sociales significativas. La sensación de aislamiento resulta común en las sociedades modernas, en las personas mayores que viven solas o en comunidades urbanas grandes y anónimas. La soledad puede conducir a la depresión y a otros problemas de salud mental que potencian el riesgo de suicidio.
La disponibilidad de instrumentos letales, como armas de fuego y sustancias tóxicas, también contribuye a esta predisposición. A menudo, existe una fácil disponibilidad de estos medios, lo que puede desencadenar el suicidio en momentos de crisis.
Los problemas económicos juegan otro papel importante en naciones desarrolladas. A pesar de los altos niveles de riqueza, estos países no están exentos de aprietos económicos, como el desempleo y la inseguridad laboral.
Asimismo, el estigma asociado a la salud mental todavía persiste en muchos lugares, al margen de su impronta financiera, lo que puede dificultar que las personas busquen ayuda y tratamiento. La discriminación y prejuicios en relación con la salud mental ciertamente no ayuda a espantar la tentación de escapar por la llamada «puerta falsa». E4
Informe Mundial de la Felicidad 2023
Puesto | País | Puntuación |
---|---|---|
1 | Finlandia | 7,804 |
2 | Dinamarca | 7,586 |
3 | Islandia | 7,530 |
4 | Israel | 7,473 |
5 | Países Bajos | 7,403 |
36 | México | 6,330 |
133 | Congo | 3,207 |
134 | Zimbabue | 3,204 |
135 | Sierra Leona | 3,138 |
Cartilla moral: bienestar, más importante que la economía
Respetar nuestra persona, la familia y la sociedad encabezan los preceptos por los cuales se rigen los valores humanos
«La decadencia que hemos padecido por muchos años se produjo tanto por la corrupción del régimen y la falta de oportunidades de empleo y de satisfactores básicos, como por la pérdida de valores culturales, morales y espirituales. Los seres humanos necesitan bienestar, pero no sólo de pan vive el hombre. Para alcanzar la felicidad se requiere el bienestar material y el bienestar del alma, como decía José Martí», así inicia el presidente Andrés Manuel López Obrador la reimpresión de la Cartilla Moral que se llevó a cabo en 2018.
La misma constituye un espacio de reflexión y conocimiento acerca de la ética y los valores que se necesitan para construir una sociedad moderna. El líder de la 4T ha sido enfático en su propósito de no ceñir el bienestar de una nación solamente a las cifras que se desprenden de su economía como indica el Producto Interno Bruto (PIB).
«El PIB es un índice de producción y fácil de medir, pero oculta muchas cosas. Por ejemplo, no mide la destrucción ambiental, no te dice nada de la distribución de la riqueza, no mide el trabajo del hogar o cuando la gente está como ahora cocinando en sus casas en lugar de ir al restaurante”, asevera Alberto Acosta, economista ecuatoriano.
Para Ignacio Martínez Cortés, profesor de Economía y coordinador del Laboratorio de Análisis en Comercio, Economía y Negocios de la UNAM (LACEN-UNAM), «el ingreso es importante, también influye mucho en el tema de la felicidad de la gente, pero debemos completarlo con otros factores, por ejemplo, regionales».
La Cartilla Moral centra el código del bien y la felicidad en la moral humana. La cual puede regirse por lo siguiente:
- A nuestra persona, en cuerpo y alma
- A la familia
- A la sociedad humana en general, y a la sociedad particular en que nos toca vivir
- A la patria
- A la especie humana
- A la naturaleza que nos rodea
En el texto se lee que: «La satisfacción de obrar bien es la felicidad más firme y verdadera. Por eso se habla del “sueño del justo”. El que tiene la conciencia tranquila duerme bien. Además, vive contento de sí mismo y pide poco de los demás.
»La sociedad se funda en el bien. Es más fácil vivir de acuerdo con sus leyes que fuera de sus leyes. Es mejor negocio ser bueno que ser malo.
»Pero cuando obrar bien nos cuesta un sacrificio, tampoco debemos retroceder. Pues la felicidad personal poco vale ante esa felicidad común de la especie humana que es el bien». E4