PAN: crónica de una rendición anunciada; la alianza con el PRI traiciona su historia

La institución fundada por Gómez Morín escribió en Coahuila páginas brillantes: resistió presiones, combatió el autoritarismo y movilizó a la sociedad agraviada por los fraudes electorales, la megadeuda y el enquistamiento del narcotráfico. La adicción al poder y la arrogancia le hicieron perder liderazgo y apoyo ciudadano

Tiempos heroicos: «¡En Coahuila no hay democracia!»

Coalición contra Morena, ¿quién salva a quién?

El Partido Acción Nacional abdicó de los principios que durante 78 años lo mantuvieron de pie en Coahuila. En ese periodo fue objeto de persecuciones, fraudes y campañas infamantes. La alianza con el PRI, a cuyos Gobiernos acusó de autoritarios y al «moreirato» de venal, contradice su historia, desalienta a su militancia y burla a miles de ciudadanos que creyeron en sus compromisos con el cambio y contra la corrupción. Pactar con el poder equivale a rendición. Sin posibilidades de ganar la gubernatura por sí solo, optó por bloquear la alternancia que buscó por tanto tiempo. Morena es el pretexto. Apenas en tres años, el movimiento del presidente Andrés López Obrador desplazó al PAN como segunda fuerza electoral en el estado y se convirtió en el principal riesgo para la hegemonía local.

«Ante el caos que vivimos con la dictadura Moreira de 12 años de fraudes y narcotráfico, (los magistrados) prefirieron ceder a las presiones del PRI-Gobierno que apostó por la impunidad (…). Es un retroceso democrático que no hayan volteado a ver el robo de urnas (…), la violencia en las casillas, así como el uso de Fuerza Coahuila para favorecer al PRI y atacar a la oposición».

Guillermo Anaya, excandidato del PAN a la gubernatura

El 6 de junio de 2017, mientras el PRI celebraba tímidamente su victoria, legiones de coahuilenses convocados por Guillermo Anaya, excandidato del PAN a la gubernatura, tomaban las calles para demandar la anulación de las elecciones y el fin del «moreirato». La marea humana, compuesta por familias completas, partió del Ateneo Fuente y desembocó frente al Palacio de Gobierno donde hizo temblar los cimientos del sistema. Coahuila jamás se había rebelado con tanta rabia y energía en defensa del voto. La mayor movilización se registró en Saltillo. «La gente respondió increíblemente. Convocamos por las redes sociales apenas unas horas antes. El primer sorprendido fui yo», me dijo Anaya años más tarde.

Banderas de México, escudos del PAN y globos azules y blancos enmarcaron el movimiento que tuvo en vilo al Gobierno y al PRI durante casi seis meses. Adultos, jóvenes e incluso niños portaban carteles cuyo contenido coreaban tras 12 años de Gobierno en los cuales el estado acumuló una deuda por 40 mil millones de pesos, la más alta del país, y vivió la peor escalada de violencia. Las masacres de Allende y Piedras Negras le dieron la vuelta al mundo. «Los Moreira nos hundieron. ¿Qué sigue, arruinar al país? No más deuda, nepotismo ni muertes. No más PRI», «Coahuila ya decidió», «Los marranos más trompudos se quieren robar la elección», eran las proclamas.

El mismo día, los laguneros que votaron contra el clan y su candidato Miguel Riquelme colmaron la Plaza Mayor de Torreón. Las marchas se repitieron por semanas y meses en San Pedro, Monclova, Sabinas, Acuña y Piedras Negras. Mientras, el Instituto Nacional Electoral (INE) valoraba la cancelación del proceso. No tanto por las irregularidades cometidas antes, durante y después de la jornada: la intromisión de Fuerza Coahuila (creada por Rubén Moreira para amedrentar a la población) y el secuestro de paquetes electorales, sino porque los candidatos del PRI y el PAN habían rebasado el tope de gastos de campaña.

La Constitución prevé que cuando el margen entre el primero y el segundo lugar es inferior al tres por ciento y el gasto excede el límite legal, la violación pudo ser determinante para el resultado y la elección debe anularse. Por tanto, Riquelme en Coahuila y Alfredo del Mazo en el  Estado de México estaban en la cuerda floja. Sin embargo, ni el INE (bajo la presidencia de Lorenzo Córdova) ni el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) dieron el paso al frente. En medio de la presión social y la zozobra, el presidente Peña Nieto recibió en Los Pinos a Del Mazo y a Riquelme.

La carabina de Ambrosio

La Organización de Estados Americanos (OEA) y la carabina de Ambrosio son la misma cosa. Casi en el límite para que el TEPJF resolviera si anulaba las elecciones de 2017 o las validaba, los excandidatos a la gubernatura Guillermo Anaya (PAN), Armando Guadiana (Morena), Javier Guerrero (independiente) y José Ángel Pérez (PT) denunciaron ante el secretario general de la OEA, Luis Almagro, el supuesto fraude cometido en Coahuila con la aquiescencia del Instituto Electoral del Estado. Sabían de antemano que el organismo se cruzaría de brazos, pero el viaje a Washington tenía otro propósito: aumentar la presión al Gobierno federal y a las autoridades electorales.

El diplomático uruguayo informó en un tuit sobre su diálogo «con políticos mexicanos (…) quienes profundizaron denuncias respecto a la elección en Coahuila. Daremos seguimiento y esperamos un veredicto ajustado a derecho». Después hizo mutis. Almagro no se ha distinguido por defender la democracia. Su apoyo a las presidentas interinas de Bolivia y Perú, Jeanine Áñez (sentenciada a 10 años de prisión por «incumplimiento de deberes» y «resoluciones contrarias a la Constitución»), y Dina Boluarte, respectivamente, debilitaron aún más a la OEA y agravaron los conflictos políticos y sociales en ambos países. Las protestas fueron reprimidas. En Perú se han registrado 60 muertes.

El 23 de noviembre de 2017, un día después de la entrevista con Almagro, los excandidatos, integrados en el Frente por un Coahuila Digno, intentaron reunirse con los magistrados del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF), pero no fueron recibidos. Enseguida visitaron el campamento de Reyes Flores, quien se había declarado en huelga de hambre frente al Tribunal para exigir la anulación de los comicios. Activistas de Saltillo, Torreón, Monclova y Parras se unieron al plantón. «El fraude electoral (fue) orquestado por los hermanos Moreira para evitar ir a la cárcel por 12 años de desvíos de recursos y vinculación con el crimen organizado», acusó el Frente en un comunicado (Aristegui Noticias, 23.11.17).

Al mismo tiempo, el gobernador Rubén Moreira y la cúpula del PRI intensificaban el cabildeo en el TEPJF. Enrique Ochoa, líder del partido tricolor, Miguel Riquelme y sus asesores entraban y salían del Tribunal sin cantar victoria. Coahuila estaba sobre ascuas. Anular las elecciones implicaba nombrar un gobernador interino y convocar a nuevas votaciones. El «moreirato» se tambaleaba y las luces de la alternancia permanecían encendidas.

En ese contexto, la Clínica de Derechos Humanos de la Facultad de Derecho de la Universidad de Texas presentó el estudio Control… sobre todo el estado de Coahuila. Un análisis de testimonios en juicios contra integrantes de Los Zetas en San Antonio, Austin y Del Rio, Texas. «Varios testigos hicieron declaraciones sobre sobornos de millones de dólares pagados a Humberto Moreira y a Rubén Moreira, el anterior y el actual gobernador de Coahuila respectivamente, (…) a cambio del control total del estado», dice el informe.

El panorama se despejó el 24 de noviembre, una semana antes del cambio de poder, cuando el TEPJF validó el resultado y la entrega de la constancia de mayoría a Riquelme. Los magistrados ignoraron el elefante en la habitación. Para determinar «la nulidad de una elección, las pruebas presentadas deben acreditar, más allá de cualquier duda, la existencia de irregularidades graves, generalizadas y que hubieran tenido un impacto real y tangible en el resultado de los comicios. En este sentido (…) el Tribunal Electoral juzga siempre y exclusivamente con base en razones de Derecho y a partir de las pruebas y de las reglas establecidas por la Constitución y por la ley, no con base en juicios mediáticos, expectativas de las partes o presiones de algún tipo», dice la resolución.

Las trampas de la memoria

Guillermo Anaya tiene el mérito de haber afrontado al «moreirato» en su apogeo. En 2011 le disputó la gubernatura a Rubén Moreira, impuesto por su hermano Humberto para echar tierra a la megadeuda y a otros desmanes del clan. El aparato estatal, incluido el Instituto Electoral de Coahuila y un puñado de partidos satélite, se movilizó para darle al PRI la mayor votación de su historia (710 mil boletas). Anaya —postulado por la alianza Coahuila Libre y Seguro (PAN-UDC)— captó 422 mil votos. La competencia, de por sí desigual, pudo haber sido reforzada financieramente por el crimen organizado de acuerdo con declaraciones de testigos en tribunales de Estados Unidos.

Anaya perseveró y seis años más tarde estuvo a punto de ser gobernador. El «moreirazo» y la arrogancia de la administración de Moreira II pasaron factura: el PRI perdió 230 mil votos con respecto a la elección previa. Miguel Riquelme, candidato de la coalición Por un Coahuila Seguro, formada por el PRI y otros siete partidos, obtuvo 482 mil votos contra 452 mil de Anaya de la Alianza Ciudadana de Coahuila (PAN, PES y UDC). El margen de apenas 2.5% y las irregularidades del proceso dieron origen al conflicto poselectoral más largo y enconado en la entidad controlada por el PRI desde 1929. El movimiento contra el «fraude», encabezado por Anaya, sumó a Armando Guadiana, Javier Guerrero y José Ángel Pérez y puso en vilo al clan.

Tras seis meses de protestas, movilizaciones e incertidumbre, vino el golpe. Con el ambiente crispado y la sucesión presidencial en puertas, se especuló que el PRI cedería Coahuila a cambio de Estado de México, donde Alfredo del Mazo, primo del presidente Peña Nieto, también pendía de un hilo. Sin embargo, como en los viejos tiempos, el dinosaurio volvió a arrebatar. El INE de Lorenzo Córdova y el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) doblaron las manos. «Ceder a las presiones de la presidencia de la República y de su partido traiciona la voluntad de la mayoría de los coahuilenses», denunció Anaya. Victoria pírrica, pero mientras los intereses queden a salvo qué importa.

Frente a la indignación de «cientos de miles de personas», el TEPJF se puso del lado del PRI-Gobierno, acusó el panista. «Catorce agravios (documentados con 200 pruebas) se le perdonaron a Riquelme (…) ante el caos que vivimos con la dictadura Moreira de 12 años de fraudes y narcotráfico, (los magistrados) prefirieron ceder a las presiones del PRI-Gobierno que apostó por la impunidad (…). Es un retroceso democrático que no hayan volteado a ver el robo de urnas, la suplantación del 40% de los funcionarios del Instituto Nacional Electoral por priistas, la violencia en las casillas, así como el uso de Fuerza Coahuila para favorecer al PRI y atacar a la oposición».

El PAN también olvidó las ofensas, se alió con la «dictadura» e ignoró a los coahuilenses que durante décadas lo acompañaron en sus luchas. Seis años atrás, miles de ciudadanos indignados habían desbordado las calles para protestar contra «doce años de fraudes y narcotráfico». La rendición del PAN ocurrió antes, cuando el INE y el TEPJF, con pruebas para anular las elecciones, decidieron subordinarse al presidente. El partido opositor por antonomasia arrió banderas y su lugar fue ocupado por Morena. La ciudadanía esperaba ver morir al PAN de pie, pero nunca de rodillas. El partido azul y blanco pagará en las urnas su falta de valor para afrontar al PRI en vez de ser su acólito. E4


Tiempos heroicos: «¡En Coahuila no hay democracia!»

El PAN libró batallas memorables y enconadas contra el PRI en La Laguna, Monclova y Piedras Negras, de donde surgieron algunos de sus principales líderes. Entonces ponía en jaque al poder y movilizaba a la sociedad para exigir democracia y otras veces la renuncia de gobernadores como Óscar Flores Tapia y José de las Fuentes. Acción Nacional logró la primera alternancia municipal en Monclova, en 1979, con Carlos Páez Falcón. Flores Tapia se negó a entregar Torreón, donde Edmundo Gurza se había declarado ganador. El alcalde electo tomó posesión custodiado por el Ejército y el campamento instalado frente al ayuntamiento fue desalojado violentamente por la policía. Cuando Gurza era subido a una patrulla celular, un agente cerró la puerta y le fracturó la pierna derecha.

Gurza compitió por la gubernatura en 1981, pero la maquinaria impuso a De las Fuentes. Meses después, desde su curul en la Cámara de Diputados, interpeló al presidente López Portillo mientras ponderaba la reforma electoral: «¡En Coahuila no hay democracia!». «El suceso ocasionó que (Gurza) recibiera amenazas de los sicarios del régimen», dice la biografía del político lagunero publicada por la Fundación Rafael Preciado Hernández. Es en La Laguna donde los gobernadores han afrontado mayor oposición, pues el rezago regional se atribuye, entre otras razones, a su preferencia por Saltillo.

En Monclova, durante la campaña de De las Fuentes, se incendiaron patrullas y se bloquearon carreteras. El PAN conservó la presidencia con César García Valdés, activista del movimiento de línea proletaria e integrante del sindicato de AHMSA. En 1985, simpatizantes del candidato del PAN a la alcaldía de Piedras Negras, Eleazar Cobos Borrego, prendieron fuego al edificio del ayuntamiento para protestar por el supuesto fraude que lo despojó del triunfo. El conflicto escaló y obligó al Gobierno federal a intervenir para reabrir el puente internacional a Eagle Pass. Cobos se refugió en Estados Unidos y el gobernador estuvo a punto de caer.

La alternancia llegó a Saltillo en 1991 sin conflictos, pero con un trabajo arduo de militantes combativos como Lorenzo Burciaga. El neopanista Rosendo Villarreal ganó por un margen estrecho y después le disputó a Rogelio Montemayor la gubernatura. El PAN logró su avance más significativo en 1996, cuando ganó Torreón por primera vez, con Jorge Zermeño, además de Monclova y Ramos Arizpe. El PRI perdió el control del Congreso en los mismos comicios. Con la mayoría de la población gobernada por el PAN, la alternancia parecía estar al alcance de la mano. La coalición Coahuila 99 (PAN, PRD, PT, Partido Verde) postuló a Juan Antonio García Villa, pero fue bloqueada desde el poder. Debieron pasar 21 años para que el PAN pusiera un pie en la sede del poder ejecutivo, con Guillermo Anaya, pero el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación le cerró la puerta.

«La historia del Partido Acción Nacional en Coahuila es una parte importante para México, revelando hechos ocurridos en esta parte del Estado a partir de 1939, sobreviviendo a los sacrificios y las aportaciones de sus partidarios y simpatizantes y creando un innegable aporte para la democracia», se lee en la página web de la Fundación Rafael Preciado. Las nuevas generaciones de panistas, algunos descendientes de quienes construyeron la principal fuerza opositora del estado, y las figuras relevantes de los últimos sexenios han decidido escribir una página de la cual se avergonzarían sus fundadores: aliarse con el poder al que combatió por más de 70 años. E4


Coalición contra Morena, ¿quién salva a quién?

El panismo cayó en los mismos vicios de su enemigo histórico. La sociedad con el PRI la aceptan sus líderes de dientes afuera y como último recurso

Las divisiones y el protagonismo le pasaron factura al PAN, pero más daño le causó haber perdido su espíritu de lucha, su vocación democrática y su esencia opositora. La adicción al presupuesto, el conformismo y la avidez por los negocios profundizaron la crisis. La mayoría de los tránsfugas atraídos en los Gobiernos de Rubén Moreira y Miguel Riquelme, ocupan cargos menores en la burocracia estatal. La empleomanía hizo olvidar a los mediocres y a quienes lucran con el apellido que la tarea de su partido no es de un día, sino «brega de eternidad». Así lo advirtió Manuel Gómez Morín, fundador del PAN y de instituciones como el Banco de México. Para el exrector de la UNAM, «las ideas y los valores del alma eran las únicas armas del PAN, pero también las mejores». La máxima ha sido olvidada por oportunistas disfrazados de pragmáticos.

La época del PAN en la que pocos querían ser candidatos se vuelve a repetir. Si antes era porque afrontar a la «dictadura perfecta» equivalía a sacrificio inútil, hoy es porque las cúpulas perdieron la confianza de los votantes. El pesimismo campea desde 2017. La derrota de Guillermo Anaya, por menos de 40 mil votos, fue producto de un proceso viciado. Sin embargo, las vanidades y las traiciones también influyeron en el resultado. Después vino la debacle: en las elecciones de 2021, el PAN no ganó un solo distrito y en 2022 perdió la alcaldías de Torreón y San Pedro. La alianza con el PRI se tejió en la legislatura anterior cuando, vez de abrir los expedientes de la megadeuda, sus diputados aprobaron nuevas reestructuraciones y cuanta iniciativa presentó el gobernador.

El poder ensoberbeció a los líderes panistas cuando Vicente Fox ganó la presidencia hace 23 años. En Coahuila se repartieron las delegaciones federales y se crearon estructuras electorales basadas en el clientelismo político como siempre lo hizo el PRI y ahora también Morena. El padrón de los programas sociales se utilizó para inflar la membresía del partido, manipular asambleas y asignar candidaturas sin tomar en cuenta trayectorias. De esa manera, Luis Fernando Salazar, apoyado por Anaya, le arrebató a Jorge Zermeño la postulación para senador en 2012. Salazar quiso ser gobernador por el PAN y luego por Morena, donde milita desde que López Obrador obtuvo la presidencia.

Los dirigentes del PAN aceptaron a regañadientes la coalición con el PRI para las elecciones de gobernador del 4 de junio próximo. A quienes pregunto sobre el bandazo, se encogen de hombros. Más que ser tabla de salvación para Manolo Jiménez, formado en las filas del «moreirato», el dinosaurio lo es para un PAN desmoralizado y a la deriva. Los caciques panistas guardan las apariencias, pero la militancia y los votantes de ese partido no ocultan su enfado. ¿Con qué ánimo cruzar unas siglas que se confunden con las de su enemigo histórico? La clase media se ha corrido al PRI, no por ser mejor, sino porque aprovecha la coyuntura y no se ha rendido.

El argumento del PAN para aliarse con el PRI —evitar que Morena gane la gubernatura— oculta la causa real de una sociedad aberrante: su incapacidad para reinventarse y reconquistar la confianza ciudadana. En sólo seis años, el partido del presidente Andrés Manuel López Obrador lo superó en votos y se convirtió en la segunda fuerza electoral del estado. Morena empieza rezagado la carrera por la gubernatura, pero no está eliminado. Un acuerdo con el PT y su candidato Ricardo Mejía cerraría la competencia y crearía condiciones para la alternancia. En cualquier caso, el perdedor será el PAN, relegado a un tercer o cuarto plano. El partido que en 2017 estuvo a punto de hacer historia, hoy es un fantasma. E4

Torreón, 1955. Se inició en los talleres de La Opinión y después recorrió el escalafón en la redacción del mismo diario. Corresponsal de Televisa y del periódico Uno más Uno (1974-81). Dirigió el programa “Última hora” en el Canal 2 de Torreón. Director del diario Noticias (1983-1988). De 1988 a 1993 fue director de Comunicación Social del gobierno del estado. Cofundador del catorcenario Espacio 4, en 1995. Ha publicado en Vanguardia y El Sol del Norte de Saltillo, La Opinión Milenio y Zócalo; y participa en el Canal 9 y en el Grupo Radio Estéreo Mayrán de Torreón. Es director de Espacio 4 desde 1998.

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