México, la palabra degradada

Las palabras tienen poder. Sí, esas que salen desde la presidencia de la república, esas palabras que dividen polarizan, que señalan que hay dos clases de mexicanos:

Los buenos y malos. Palabras que hablan de razas: la originaria y la que llegó de ultramar, cuando en México somos un país mestizo en donde se han agregado muchos otros inmigrantes de: medio Oriente, España, Francia; Italia, Israel, Alemania, y muchos otros países en menor o mayor número y que se han integrado a la «raza cósmica» de la que hablaba José Vasconcelos enriqueciéndonos culturalmente.

¿Qué quiere un mexicano de cualquier clase social? Desean un país en donde haya paz y que les dé la oportunidad para ellos y sus hijos de una casa, educación, salud, seguridad, un trabajo digno. Desean no tenerse que ir del país a Estados Unidos porque aquí no encuentran oportunidades y tienen que dar de comer a su familia, que incluye además de los hijos, a los padres.

Ahora resulta que cualquiera que quiera vivir mejor es un «aspiracionista». ¿Y qué? Al contrario, debemos aspirar a que la clase media crezca, ya que es la que sostiene al país.

Las palabras y discursos pierden valor cuando dan información sesgada, ocultándola, presentándola incompleta, o datos que no son correctos y difamando con medias verdades a científicos, a la clase media, a periodistas, comunicadores e intelectuales o al que piense diferente.

Desde palacio salen palabras viperinas contra la UNAM y las universidades públicas. Anteriormente fueron contra el CIDE, el Colegio de México y los investigadores del Conacyt.

Las palabras también se desgastan: neoliberal, conservador, pueblo bueno, etc. ¡Yaaaa! ¡Uff!, es demasiado, están perdiendo su valor. Ahora resulta que la «elite burocrática» de este gobierno quiere un país sin ciencia, cultura, economía, sin estudiosos de las leyes, ni historiadores. Bueno si los quieren, pero con la condición de que sean leales a este gobierno, sin disentir, sólo se les acepta el sí.

La UNAM no necesita que la defiendan: es una institución sólida de la que todos los mexicanos nos sentimos orgullosos. De esas aulas han egresado miles de profesionistas que han trabajado para tener un México mejor. Entre ellos tres premios Nobel: Literatura (Octavio Paz), Química (Mario Molina) y en el premio Nobel de la Paz a Alfonso G. Robles. Imposible nombrar a tantos hombres y mujeres de la UNAM que han destacado en sus profesiones y aportado a la ciencia y la cultura de este país.

Manuel Gómez Morín, como rector de la UNAM luchó por la libertad de cátedra (1933-1934). Ahora resulta que todos tenemos que pensar igual. No señor, lo que se requiere es el debate, el diálogo, el respeto al pensamiento del otro.

Lo peligroso del «discurso» contra la universidad es que se está incitando a los jóvenes a armar una revuelta por la simple razón que «no son como nosotros».

En libertad es como se produce el saber y la creación. Y me quedo con la frase que acuñó José Vasconcelos: «Por mi raza hablará el espíritu». Viva la UNAM. E4

Colaboradora de Espacio 4.

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