Las conversaciones en nuestro país entre el Gobierno de Maduro y la oposición, junto con la ayuda humanitaria a Cuba y Haití, así como la firma de una alianza geopolítica con Argentina le dan protagonismo regional a la Cuarta Transformación
Antecedentes cercanos… y fallidos
Liberación de Freddy Guevara, ¿un gesto de entendimiento?
Con la firma del «Memorándum de entendimiento» entre representantes del Gobierno de Venezuela y de la oposición, en Ciudad de México, el 13 de agosto inició el diálogo para buscar salidas a la debacle política, económica, social y humanitaria de la República Bolivariana. Las dos primeras rondas de conversaciones se desarrollaron los días 14 y 15; las próximas se agendaron del 3 al 6 de septiembre.
«Esta lucha es porque Venezuela necesita y merece una solución. Porque las opciones son luchar, lograrlo y reconstruir nuestro país. Porque se trata del futuro, de lo que nos pertenece, de la gente que queremos y de la vida».
Juan Guaidó, líder opositor de Venezuela
El poder se lo disputan Nicolás Maduro —el delfín de Hugo Chávez inició su segundo mandato el año pasado en medio de acusaciones de fraude, corrupción y violación sistemática de los derechos humanos— y Juan Guaidó, líder de la Asamblea Nacional —desconocido por el oficialismo— y presidente encargado. Guaidó tiene el reconocimiento de 58 países, entre los cuales no figura México, pero sí Estados Unidos.
«El doctor Jorge Rodríguez, presidente de la AN y enviado plenipotenciario del Gobierno Bolivariano que presido, arribó a México, para la instalación de la mesa de diálogo de paz con las oposiciones de nuestro país. Buscaremos soluciones soberanas entre venezolanos y venezolanas».
Nicolás Maduro, presidente de Venezuela
Las delegaciones muestran en el memorando su disposición a «acordar las condiciones necesarias para que se lleven a cabo los procesos electorales consagrados en la Constitución con todas las garantías y entendiendo la necesidad de que sean levantadas las sanciones internacionales». El Gobierno y la oposición pretenden:
- Establecer un cronograma electoral con garantías.
- Levantar las sanciones internacionales.
- Respetar el Estado de derecho.
- Garantizar derechos políticos.
- Renunciar a la violencia.
- Promulgar medidas de protección social; y
- Pactar garantías de implementación de los acuerdos.
Los dos primeros objetivos cuentan con la mayor atención. El 21 de noviembre los venezolanos acudirán a las urnas para elegir alcaldes, gobernadores de estados y diputados locales y regionales. La oposición necesita a toda costa que el proceso se ejecute sin manipulaciones y se respeten los resultados. En los comicios recientes les fueron favorables, pero el oficialismo los tergiversa o ignora.
Maduro exige el levantamiento de las sanciones impuestas por Estados Unidos y la Unión Europea, las cuales incluyen un embargo al petróleo de Venezuela como respuesta a la represión del Gobierno durante las protestas de 2014 y 2017.
La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) publicó en 2020 un informe donde señala que casi un tercio de la población de Venezuela —9.3 millones de personas— tiene dificultades para acceder a los alimentos, sufre de desnutrición, o pasa hambre. La situación empeoró por la pandemia de COVID-19.
Protagonismo en AL
Ser escenario del diálogo le da a México protagonismo dentro de la política internacional, especialmente en América Latina, y refuerza su liderazgo en la región. En el mismo contexto, el 16 de agosto, dos aeronaves del Ejército y una de la Marina transportaron a Haití 19 toneladas de ayuda humanitaria para paliar los estragos del terremoto de 7.2 grados el día anterior, cuyo saldo parcial ronda los dos mil muertos.
El 31 de julio, el Gobierno de Andrés Manuel López Obrador envió un cargamento similar a Cuba tras los disturbios del día 11. Mientras otras naciones se cruzaban de brazos o invocaban una intervención militar, un buque de la Armada descargaba alimentos, medicinas y oxígeno en La Habana.
En otro ámbito, el 23 de febrero, el presidente argentino, Alberto Fernández, y López Obrador sentaron las bases de un acuerdo para reforzar una alianza geopolítica con acento progresista y antineoliberal.
«Que México y Argentina estén unidos es un deber que tenemos. Que encaren un futuro común y que esto ayude a la América Latina es una obligación que tenemos, del país más norteño al más austral debemos ser capaces de trazar un eje que una a todo el continente», afirmó Fernández (El País, 23.02.21).
Antes, en noviembre de 2019, México había dado asilo político al expresidente de Bolivia, Evo Morales y al menos a 20 funcionarios, luego que el jefe del Mando Militar de las Fuerzas Armadas, Williams Kaliman, solicitara su renuncia al cargo. El acto se interpretó como un golpe de Estado.
Ahora, en las negociaciones entre el Gobierno de Venezuela y la oposición, en las cuales Noruega participa como mediador, y Rusia y Países Bajos en calidad de acompañantes, nuestro país vuelve a cobrar notoriedad. El presidente Nicolás Maduro, reconoció a «México y Noruega, sus esfuerzos por la paz del pueblo venezolano».
Jorge Arreaza, canciller de Venezuela, publicó en su cuenta de Twitter: «El entendimiento, el encuentro y los acuerdos en favor del pueblo, son las claves para la paz y la estabilidad de Venezuela. El diálogo soberano, con apoyo internacional, sin presiones, ni extorsiones (…)».
Guaidó también utilizó la red social y congratuló el encuentro. «Para nuestro país y nuestra gente, el proceso de negociación iniciado hoy #13Ago significa la posibilidad de que a través de un Acuerdo Integral logremos una solución a la catástrofe y recuperar la democracia en Venezuela».
Doctrina Estrada
El Gobierno de López Obrador reconoce a Nicolás Maduro como presidente legítimo y en funciones. La doctrina —enunciada en 1930 por Genaro Estrada Félix, entonces secretario de Relaciones Exteriores— rige los principios de no intervención y establece que México no se pronunciaría sobre la legitimidad de los gobiernos de otros países ni los calificaría. Su papel ha de limitarse a mantener o retirar sus funcionarios diplomáticos cuando se estime pertinente.
«México no se pronuncia en el sentido de otorgar reconocimientos, porque considera que ésta es una práctica denigrante que, sobre herir la soberanía de otras naciones, coloca a estas en el caso de que sus asuntos interiores puedan ser calificados en cualquier sentido por otros Gobiernos, quienes, de hecho, asumen una actitud de crítica al decidir, favorable o desfavorablemente, sobre la capacidad legal de regímenes extranjeros», señala el texto.
En consonancia con esa filosofía, México fue el único país de América Latina que no rompió relaciones con Cuba cuando fue expulsada de la Organización de Estados Americanos (OEA) en 1962.
Sin embargo, no todos los Gobiernos la han asumido de la misma forma. El presidente José López Portillo no tuvo reparos en apoyar a los sandinistas —a quienes recibió varias veces en Los Pinos— para expulsar del poder al dictador Anastasio Somoza e incluso instruyó a su canciller, Jorge Castañeda, para que rompiera relaciones con Nicaragua.
En 2002, otra vez con Cuba, tuvo lugar el «comes y te vas» entre Vicente Fox y Fidel Castro, para evitar el encuentro del comandante con el presidente George W. Bush en el marco de la Conferencia Internacional sobre la Financiación para el Desarrollo. El incidente diplomático mantuvo las relaciones tensas entre ambos países hasta la llegada de Felipe Calderón.
Con respecto a Venezuela, la actitud de los Gobiernos de Enrique Peña Nieto y López Obrador es contrastante. El primero firmó la Declaración de Lima, el 8 de agosto de 2017, en la cual México y otros 13 países exigieron al Gobierno Bolivariano elecciones democráticas, libertad a los presos políticos y reconocer la crisis humanitaria.
López Obrador se ha mostrado más cauto. El 10 de enero de 2019, contrario a la posición de la mayoría de los países del Grupo de Lima, reconoció a Nicolás Maduro como presidente legítimo de Venezuela. Sin embargo, no asistió a la toma de posesión de su segundo mandato, pese a que Maduro sí lo acompañó en la suya, un año antes.
Para Juan Pablo Prado Lallande, profesor e investigador sobre Relaciones Internacionales de la Universidad Autónoma de Puebla, se trata de una estrategia acertada. «Ese acto tiene una doble intención. Se le reconoce, se tiende un lazo de comunicación, no se interviene en asuntos internos, pero también se señala que la relación bilateral depende de lo que ocurra en ese país». (BBC, 24.01.19).
Los grandes ausentes
Ninguno de los líderes de las partes en disputa viajó a México para intervenir en las negociaciones. El gesto permite una amplia gama de interpretaciones. Desde falta de confianza en los resultados hasta evitar un golpe de Estado mientras alguno de los dos permanece en el extranjero.
La crisis presidencial en Venezuela los obliga a defender, in situ, sus precarias posiciones. La situación no puede ser más estrambótica y ambigua. Por un lado están Nicolás Maduro —reconocido como presidente por la Asamblea Nacional Constituyente—, el Tribunal Supremo de Justicia y la Fuerza Armada Nacional Bolivariana. Por otro, se encuentra Juan Guaidó, cuya investidura presidencial cuenta con el visto bueno de la Asamblea Nacional y el Tribunal Supremo de Justicia en el exilio. En esencia, Venezuela es hoy un país con dos presidentes, pero sin estado de Derecho.
Maduro envió su mejor carta a México para defender sus propuestas: Jorge Rodríguez, presidente del Parlamento, tiene vasta experiencia en estos asuntos, pues ya ha sido jefe de delegación en actividades diplomáticas de la misma naturaleza. La comitiva incluye a Héctor Rodríguez, gobernador de Miranda y, de último minuto, al hijo del presidente, Nicolás Maduro Guerra, diputado y jefe del Cuerpo Especial de Inspectores de la Presidencia de la República. El cargo se creó en 2014 y no ha tenido otro titular. No pocos consideran al delfín como el próximo gobernante si la oposición no lo impide.
Al frente del grupo antichavista está el exdiputado Iván Stalin González, secundado por Tomás Guanipa, secretario general del partido Primero Justicia (PJ), del cual forma parte Henrique Capriles, dos veces candidato presidencial opositor. Integrantes de uno y otro bando han demostrado en público su buen ánimo por el desarrollo de las negociaciones. Falta esperar que esta disposición se traduzca en soluciones concretas que ayuden a millones de venezolanos a lograr una vida digna. E4
Antecedentes cercanos… y fallidos
Las negociaciones en México tienen lugar después de sendos fracasos en Barbados y República Dominicana
No es la primera vez que el Gobierno de Venezuela y la oposición se reúnen en terreno neutral para discutir sus desacuerdos e intentar pulir asperezas.
En abril de 2019 se dio inicio a siete rondas de negociaciones en Oslo y Barbados facilitadas por el Gobierno noruego. Seis puntos marcaron aquella agenda —algunos de los cuales vuelven a estar presentes en esta edición de México—:
- Levantamiento de las sanciones internacionales.
- Restablecimiento de los controles y contrapesos constitucionales.
- Crear condiciones necesarias para celebrar elecciones.
- Establecer los términos de una transición después de Maduro.
- Paz y reconciliación.
- Garantías postelectorales para ambas partes.
Ninguno alcanzó a concretarse. El 15 de septiembre el líder de la Asamblea Nacional de Venezuela, Juan Guaidó, anunciaba vía Twitter que daba por terminadas las conversaciones y acusó a la parte oficialista de haberlas abandonado más de 40 días antes.
«El régimen dictatorial de Nicolás Maduro abandonó el proceso de negociación con excusas falaces: tras más de 40 días en los que se han negado a continuar en el mismo, confirmamos que el mecanismo de Barbados se agotó», publicó.
Previamente, durante tres años consecutivos —de 2016 a 2018—, ambas partes habían intentado conciliarse en Santo Domingo, República Dominicana. La última de esas ocasiones luego que enfrentamientos entre la población y las fuerzas del orden cobraran más de 120 muertos y 5 mil detenidos en 2017.
Los diálogos se pactaron a cinco rondas y apenas 10 días después de que el jefe de Delegación del Gobierno Bolivariano, Jorge Rodríguez, comunicara que solo faltaban por concretarse dos de los seis puntos en discusión, las conversaciones concluyeron abruptamente.
El final, si bien resultó repentino, no estuvo exento de «planificación» por parte del Gobierno venezolano. Junto con el anuncio de la interrupción de las negociaciones llegó otro no menos alarmante: se adelantaban por casi ocho meses las siguientes elecciones presidenciales. El oficialismo aprovechó la falta de organización de la oposición, concentrada en el proceso de diálogo, para sacar ventaja y lograr la reelección.
Que la noticia la diera Jorge Rodríguez se interpretó como un detalle cargado de ironía y falta de respeto hacia el grupo opositor pues el jefe de la delegación del Gobierno Bolivariano fungía, al mismo tiempo, como jefe de campaña de Nicolás Maduro. E4
Liberación de Freddy Guevara, ¿un gesto de entendimiento?
El opositor venezolano, Freddy Guevara, fue liberado el 15 de agosto, apenas dos días después de haberse iniciado el diálogo entre el Gobierno de Venezuela y la oposición. El gesto puede interpretarse como señal de buena voluntad por parte del oficialismo.
Guevara fue detenido el 12 de julio bajo los cargos de vínculos con paramilitares asociados al Gobierno colombiano e instigar los enfrentamientos en barrios de Caracas. «No tengo claridad de cuáles son las medidas (judiciales). No tengo claro cuáles son las limitaciones. Lo que sí sé es que mi libertad es condicional y la libertad de todos los venezolanos también», declaró el militante del partido Voluntad Popular al salir de prisión.
La medida judicial, aunque inesperada, fue bien recibida por la mayoría de los sectores sociales y políticos del país, y no se descarta que Guevara se una a la delegación opositora que retomará el diálogo en México el mes próximo. E4