Miscelánea política dominical coahuilense

Sergio Mier Campos. En la columna pasada decíamos que el director del Instituto Registral y Catastral de Coahuila es una especie de notario público virtual. En efecto, Sergio Mier Campos, director del registro público y del catastro es el padre de Sergio Alberto Mier Elías, titular de la Notaría Pública 47 y, por consiguiente, es obvio el favoritismo, el contubernio y el conflicto de interés entre ambos. Es como si el notario 47 de las tres haches («Honor, Honestidad y Honradez», así se promociona) fuera el poseedor de los archivos donde están inscritas las propiedades inmobiliarias de Coahuila y de todos los planos catastrales de esta entidad. Y aunque se trata de información pública también es cierto que no es accesible a cualquier hijo de vecino o de notario. No en balde en su publicidad de las tres haches, donde presume mucha honorabilidad, el notario 47 también ofrece con letra mayúscula el servicio de «CONSULTORÍA INMOBILIARIA», porque papi está ahí, donde están los archivos y si en ese instituto falla el sistema informático, pues no hay problema, el notario de las tres haches tiene llave maestra para acceder a los registros. Y no es que dudemos de las tres haches (honor, honestidad y honradez), pero tanta alabanza suena a vituperio y si usted teclea en Google el nombre de Sergio Alberto Mier Elías salta de inmediato la respuesta: «Denuncian por despojo de tierras a director de catastro y a su hijo, que también es notario». No debemos confundir el honor público del Notariado con el podrido hedor privado de algunos de sus fedatarios.

Eglantina Canales. Y hablando de atrofias burocráticas, de oficinas encasquilladas, de burocracia anquilosada de la que una nueva y fresca administración debe prescindir por mera salud pública y, más aún, si se trata de un nuevo régimen que es de juventud, de magnetismo carismático, ajeno a la antigüedad verbal y la gesticulación, con un nuevo estilo ajeno a la liturgia de sexenios anteriores, como actualmente se desempeña doña Eglantina Canales Gutiérrez, secretaria de Ecología y Medio Ambiente de Coahuila, una mujer que fue activista de las causas ecológicas por las que ahora, por su remisa competencia con el medio ambiente, ya no puede levantar la voz. Igual y tampoco debe volver a manifestarse Rosario Piedra Ibarra, la otrora activista de los derechos humanos y hoy convertida en tapadera muda de la CNDH y de la Cuarta Transformación. Y es que ambas mujeres son ejemplo del activismo rabioso fuera de la nómina y que ahora han sido amansadas en las mieles del poder que las hizo olvidar el activismo, el compromiso con las causas que las encumbraron y es por eso que ya no le mueven a ninguna causa, son pura aburrición, voracidad e intrascendencia. Ya no merecen ninguna ratificación.

Tereso Medina Ramírez. La cruda, ruda y nuda realidad es que los coahuilenses hemos perdido a un luchador social, a un caudillo de la lucha de clases, a un líder obrero que alguna vez fue revolucionario. Don Tereso Medina ahora es un potentado, empresario de múltiples negocios y magnate libre de la peor pesadilla patronal: sus trabajadores y obreros no tienen líderes sindicales picapleitos y belicosos. Él es su patrón y también su líder. Asombra que don Tereso haya conseguido un logro nunca visto en los anales de la retórica; unir dos palabras que desde siempre nunca habían estado juntas: «Aristocracia obrera». Y claro, don Tereso es su más pomadoso ejemplar.

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