Misoginia

«Desprecio por la mujer» sería la traducción de misoginia. Y no se debiera centrar en la violencia física que se ejerce perennemente contra ellas, sino en la construcción de una imagen que alienta ese desprecio. Quiero decir que el problema es mayor a lo que se estima. La violencia es algo que no debe soslayarse, pero es necesario ampliar sus alcances. Aceptar la idea de que la violencia consiste en los golpes o el asesinato deja una parte del fenómeno en el aire. Debo significar que existen gradaciones y que el hombre violento las ha ido escalando. Cuando llega a la parte más alta es porque ha perdido toda cordura, sentido de la justicia, de la convivencia, del trato con la mitad del cielo —como llamaban en China a las mujeres—. No extiendo la reflexión a la violencia que se practica contra niños, pobres, ancianos, enfermos, indígenas o desfavorecidos —el caso de los migrantes—. Centro las ideas en el desprecio a la mujer nada más por el hecho de serlo.

En el sexenio de Vicente Fox se llevó a cabo una investigación nacional sobre el maltrato a las mujeres. Se gastaron varios millones y los resultados fueron contundentes: se las maltrataba no únicamente en su cuerpo, había ultraje psicológico, económico y variedades de intimidación simbólica. El estudio abarcaba la nación y llegó hasta la situación de las mujeres campesinas y, por supuesto, a las de clase media alta —éstas vivían situaciones tanto o más ofensivas que las de otras clases sociales; el maltrato a ellas era mucho más en el área simbólica: «eres una pendeja», «no sirves para nada», «andas de nalgasprontas»—. La monografía, como dije, estaba bien hecha, mas tenía un defecto: estudiaba a las mujeres y olvidaba a los varones. ¿Y no era ese el tema de la investigación?, sí, por supuesto, pero el maltratador no aparecía en ningún capítulo. ¿Quiénes maltrataban?, por ejemplo, ¿eran más perversos los ingenieros que los abogados?, ¿los campesinos que los obreros?, ¿los viejos que los jóvenes? El factor masculino fue olvidado por los científicos sociales. Por lo tanto, el estudio, que era bueno, no servía para tomar decisiones y buscar medidas para evitar esa horrible práctica. El ingente manuscrito lo revisamos a petición de una mujer de Torreón que encabezaba una organización feminista. Nos lo pidió a Jana Petrzelova, Ariel González, psicólogos, y a mí. Nunca me enteré si se publicó; parece que no. Valía la pena, a pesar de sus carencias.

El movimiento feminista, que ya cumplió más del siglo —desde las obreras inglesas hasta las burguesas neoyorkinas—, toma un sesgo que se desconocía. Ha dejado de lado la parte de la violencia como único elemento y se ha centrado en el de la justicia y los derechos de las mujeres —de todas, no nada más de las maltratadas—. No piden favores ni consideraciones, exigen hechos concretos. Es incuestionable que ha habido avances extraordinarios. También hay que decir que no faltan las que imitan a los varones, sobre todo desde los partidos políticos, en la Cámara de Diputados o en puestos políticos que les cayeron como maná del cielo —no son pocas las corruptas y las violentas—.

No quiero que este artículo aparezca como una reflexión general. En Saltillo he conocido casos que avergonzarían al abominable hombre de las nieves: un médico noqueó a su esposa: ya en el suelo la pateó en cabeza y cuello, le rompió cuerdas vocales y la dejó sin un oído: fue director de Medicina. Un arquitecto cuyo nombre impusieron a una escuela, golpeaba a su mujer sistemáticamente y la menospreciaba tanto que, en una reunión, frente a ella dijo en voz muy alta que prefería acostarse con putas —yo lo escuché—.

Dedico el artículo a mujeres que admiro —en orden alfabético—: Alma Rosa Garza, Blanca Martínez, Chela Valdés, Cristina Martínez, Évelyn Aburto, Guadalupe Sánchez de la O, Jackie Campbell, Jana Petrzelova, Karla Valdés, la madre Lupita, Paty Narro, Rosa Gamboa. Faltó espacio para completar el listado. Termino con una frase bíblica un tanto misteriosa, provocadora: «He aquí una mujer valiente, bella como la luna, radiante como el sol, terrible como un batallón en disposición de ataque».

Investigador, académico e historiador

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