Morir para vivir (2)

Eutanasia deriva del griego, eu: bueno y thanatos: muerte. Literalmente: muerte buena, bien morir, muerte con dignidad, sin sufrimiento emocional ni físico, muerte tranquila en una persona con enfermedad terminal o personas sanas a los cuales se les ha agotado el soplo de vida sin que ningún órgano se encuentre con alguna enfermedad, sino simplemente desgastados en su totalidad por el envejecimiento normal, el paso implacable del tiempo, esto es, la muerte natural por una insuficiencia orgánica múltiple, son los casos en los cuales llegan a determinada edad, 60, 70, pocas veces 90 o 100 años, cada persona es diferente, sin haber padecido ninguna enfermedad conocida y, «de buenas a primeras», surge la muerte aparentemente sorpresiva, inesperada e impactante para los familiares o, lenta, dolorosa y desgastante en otros casos.

Es precisamente en los casos de prolongada agonía por causas irreversibles, sea por enfermedad o agonía natural del envejecimiento, donde aparentemente se aplica la eutanasia en forma exclusiva y única, pero no es así en realidad.

La palabra «apoptosis» deriva del latín y significa desprenderse o decaer, como las hojas de un árbol en otoño. De la misma manera que la hoja cae del árbol cuando está muerta, la apoptosis se refiere a un proceso conocido como la «muerte celular programada». Es como si la célula reconociera que ha llegado su momento, y terminase consigo misma. Cuando esto ocurre, se pone en marcha un complejo mecanismo de señalización bioquímica y proteínas que se activan para «eliminar» la célula sin crear demasiado alboroto a su alrededor. Esto ocurre a menudo durante el desarrollo, por ejemplo, durante el proceso de formación de una mano. Al principio, la mano parece más bien la de un pato con los dedos unidos por una fina membrana. Pero, entonces, las células de este tejido membranoso entran en apoptosis, y aparecen los dedos. En algunos casos poco frecuentes, la apoptosis no ocurre y la persona nace con los dedos de los pies unidos por esta membrana. La apoptosis normalmente se da en células que han acometido su función en el cuerpo durante el tiempo suficiente y les toca renovarse, para dar lugar a otras células nuevas y jóvenes. Cuando esto no tiene lugar, aparece el cáncer, las células se vuelven inmortales y no paran de proliferar. Por lo tanto, la apoptosis es un proceso normal y necesario. Aunque un exceso de apoptosis también resulta un problema que da lugar a las llamadas enfermedades neurodegenerativas, donde las células mueren antes de tiempo.

Visto así, al comparar la definición de apotosis con la de eutanasia, yo diría que la apoptosis es una eutanasia en el ámbito bioquímico molecular de la vida. Muerte celular programada para que las que sobrevivan, vivan bien y de esa forma morir (thánathos) bien (eu). Concretamente la eutanasia es tan natural como la vida, porque solamente mueren los que están vivos, parafraseando al filósofo de filósofos, el de allá mesmo, el de Güémez.

—Yo he leído que eutanasia es provocar la muerte de un enfermo incurable —intervino nuevamente don Culturín—, esta es la eutanasia activa, pues se actúa con medicamentos para terminar con esa vida, o bien dejarlo morir para su bien o su propio interés, esta es la eutanasia pasiva, dejar pasar, no hacer nada, no indicar medicamentos ni aplicar modernos aparatos para prolongar la vida, en realidad prolongar la agonía. Pero, ahí es donde uno oye a ese señor de la Iglesia decir que todo eso es matar o asesinar y que no se debe permitir la eutanasia porque es pecado mortal. Pero, mejor «desapendéjeme» un poquito doc, no por completo porque si no me muero sin mi pendejez de toda la vida, y no quiero la eutanasia todavía. ¿Cómo está eso de que la eutanasia no es exclusiva de los estados finales o terminales por alguna enfermedad?

—Está muy bien informado don Culturín y eso es bueno para la comprensión de este fenómeno más controversial que complejo. Para fines didácticos y prácticos se ha clasificado a la eutanasia en activa y pasiva, como usted la describió, también voluntaria (prevista) si la persona la concibe en pleno uso de sus facultades mentales en comunicación verbal con su familia o por escrito, e involuntaria (no prevista) si esa persona nunca comentó nada al respecto y la responsabilidad de la decisión recae en la familia y el médico.

—Ya entiendo, dijo don Culturín, que a la eutanasia la puede uno planear, como si fuera un testamento de vida, así como uno dispone de antemano de la casa o de un rancho o de los billetes en un testamento legal, aunque en los testamentos de bienes materiales la ley da fe de su validez y en un testamento de vida no, por eso la proposición esa de legalizar la eutanasia. Oiga Doc, pero si uno es dueño de la tierra por precepto legal, algo que no era nuestro pues la tierra ya existía antes de la aparición del hombre, pues uno también es dueño de nuestro cuerpo y cada uno es libre de disponer de su cuerpo como le dé su gana. Si yo decido darme un balazo para matarme, ¿quién me lo impide?, y si le atino y me muero, ¿quién me castiga?, y si no le atino y nomás quedo herido, ¿me castigan por un intento de autoasesinato, de suicidio fallido? He visto muchas personas que han intentado suicidarse, les ha fallado y no las meten a la cárcel, al contrario, tratan de ayudarlas a seguir viviendo con orientación, con tratamiento. ¿Por qué no las meten a la cárcel, o cuando menos las multan? Pero eso sí, nos multan por pasarnos un alto sin ningún vehículo a la vista o por rebasar con raya continua a un camión a vuelta de rueda en carretera, aunque no suceda ningún accidente. Yo sí voy a platicar con mi familia de esto de la eutanasia, de lo que me gustaría que me hicieran o no me hicieran, para que así, cuando llegué el día de colgar los tenis, no se preocupen por lo que deben hacer, los políticos y los jerarcas religiosos debieran tomar en cuenta nuestro punto de vista y no tratarnos como corderitos, como cosas de ellos, como retrasados mentales. Nosotros también pensamos. Si la eutanasia se refiere a una muerte dulce, bella, sin dolor ni sufrimiento emocional ni físico, y sin medicamentos tóxicos ni tratamientos inútiles, poder platicar con mis seres queridos en esos momentos finales, hacerles las últimas recomendaciones, o que ellos me ofrezcan sus atenciones… ¡Bienvenida la eutanasia! ¿Quién no desearía morir así?

Oiga, doc, mejor le seguimos en la próxima. —Remató don Culturín—, ya no lo dejé hablar.

Lea Yatrogenia

Egresado de la Escuela de Medicina de la Universidad Veracruzana (1964-1968). En 1971, hizo un año de residencia en medicina interna en la clínica del IMSS de Torreón, Coahuila. Residencia en medicina interna en el Centro Médico Nacional del IMSS (1972-1974). Por diez años trabajó como médico internista en la clínica del IMSS en Poza Rica Veracruz (1975-1985). Lleva treinta y siete años de consulta privada en medicina interna (1975 a la fecha). Es colaborador del periódico La Opinión de Poza Rica con la columna Yatrogenia (daños provocados por el médico), de opinión médica y de orientación al público, publicada tres veces por semana desde 1986.

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