¿Mujer presidenta? Inicia la carrera

Después de terminar la pre-precampaña y resultar dos mujeres como virtuales candidatas a la presidencia de México, la posibilidad de que sea una mujer quien sea la responsable de la gobernanza nacional durante el próximo sexenio —más allá de sus capacidades y propuestas que permitan mejorar la situación del país—, es toda una realidad y una profecía política escrita.

Sin duda que los tiempos son inéditos en la historia de la política y gobernación nacional del país porque finalmente una mujer será la titular del Poder Ejecutivo, para que los ciudadanos puedan probar si el cambio de género presidencial ofrece mejores niveles al menos de seguridad, salud, educación y empleo.

El humilde escribiente mantiene su esperanza de que no se genere confusión por los planteamientos vertidos sobre una «mujer presidenta». En las siguientes líneas, se compartirán algunas reflexiones sobre el tema.

Ambas «candidatas» llegan a su posición por decisiones cupulares y no por sus propios merecimientos, trayectoria, resultados positivos y negativos de su experiencia política y de administración pública, e incluso de sus propuestas, para sustentar su participación en la contienda presidencial.

Aunque en el discurso ambas sostienen que llegaron a esta nueva posición por decisión de los ciudadanos, la realidad supera esa ficción y muchos en el país saben que sus candidaturas están relacionadas con la decisión de políticos y gobernantes, no necesariamente con la de los gobernados.

El cuestionamiento de ambas candidaturas gira en torno al hecho de que sus designaciones son tan parecidas o iguales a las de un hombre y que no responden necesariamente a la necesidad de cambiar de género en la figura presidencial, y este hecho puede significar que a la postre la llegada de una mujer a la presidencia de México no necesariamente mejore la situación del país.

Los perfiles de las candidaturas tienen similitudes y serán analizados en posteriores colaboraciones, pero al momento sí se establecen algunas diferencias: la última es altamente cuestionada por las propias fuerzas internas de sus competidores; la primera sobrevivió a una multitudinaria participación.

Las personalidades son diametralmente opuestas, incluso en la primera su perfil responde a una figura más populista que corre el riesgo de una exageración que puede que no le favorezca para ganar más adeptos a su causa; la segunda, aunque cambió el tono y tiempo de voz en el discurso, parece que no funciona y tiene dificultades para desarrollar su magnetismo para pueda conectar con la gente.

En la primera candidatura, el trabajo será convencer a la base clientelar de la actual administración federal, posicionarse en la clase media y establecer compromisos con la iniciativa privada, los sindicatos e incluso la burocracia magisterial y de Gobierno, los dos últimos, tal vez, los más difíciles de convencer.

Para la segunda es más sencillo solo mantener el discurso oficial y la defensa de un movimiento para mantener a la base que recibe apoyos y becas oficiales.

El panorama aún podría cambiar, aunque se antoja complicado y difícil mantener el escenario de dos candidatas y una mujer presidenta, pero aún falta poco más de un mes para conocer la decisión final de un partido y un aspirante enojado con su propio sistema y partido.

Algunos sostendrán que a pesar de sus decisiones (partido y aspirante) la situación no cambiará y la verdadera competencia será entre dos mujeres; el humilde escribiente aún vislumbra que el panorama sí podría cambiar y generar no solo resultados diferentes si no condiciones y circunstancias distintas del proceso electoral presidencial.

Autor invitado.

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