Ni mitz tlazohtla, México

Me puse a buscar como se dice te amo en lenguas indígenas de nuestra patria y me encontré con este listado: Akateko: chachinkamk’ulnehan, Chichimeco: Ni endëk, Chinanteco: bii ‘nanaa ‘nO, Maya: In yaakumech, Mazahua: Siya, Mazateco: Suague lé, Mixe: Métsëk, Mixteco: Kuni jairchuri, Otomí: Shi dhi mai, Purépecha: Uém bekua, Tarahumara: Ni nígare, Totonaco: Kanak paskiyan, Tzotzil: Tascolo conton, Zapoteco: Nadxxieli, y en náhuatl, lo tienen en el título del presente texto.

En cifras oficiales se estima que en México hay 68 lenguas indígenas, unas aún existen porque se hablan, otras se han perdiendo en el olvido por el desuso. En cada una de estas lenguas, se vuelca la magia de las distintas maneras de expresar el amor, la ternura, el cariño, la devoción, el afecto, como parte intrínseca de nuestra naturaleza humana, y en el caso particular, son el reflejo de la riqueza de esas culturas de las que debemos sentirnos orgullosos. La conquista nos trajo el español, que se quedó con nosotros para siempre, lengua oficial de México. Bella y vasta. Y se aprende a gozarla con el hábito precioso de la lectura.

Te amo, México, y lo apunto así, en la brevedad de tres palabras, y lo apunto en náhuatl y en cada una de esas lenguas madres mesoamericanas, porque es la manera que he elegido para decirles, a quienes tan gentilmente leen mis textos, que igual que ustedes, amo entrañablemente a nuestro país, y que me duele sobremanera lo que hoy se vive a lo largo y ancho de nuestra patria.

México merece mejor destino. Que pena que Historia no sea asignatura que apasione a todos los mexicanos, conocerla nos permite enterarnos de los hechos, de los eventos que se vivieron a lo largo de varios siglos, y que son los que han generado el cómo somos, son los que explican nuestro talante, nuestra manera de ser y de sentir, los claro oscuros de nuestra personalidad, porque nos viene de sangre, de herencia.

Somos una amalgama denominados mexicanos. Nuestros antepasados, de allá, de hasta allá, de más allá, les tocó vivir la hechura de este país, cuando todavía no era México, y lo vieron gestarse, y los golpearon las guerras, los desatinos, los yerros, los aciertos de los hombres del poder. Y sabemos que muchos de esos hombres fueron verdaderos vándalos, ladrones, asesinos, pero también los hubo arrojados, rectos, con convicciones, valientes, honestos. Y de toda esa mezcla surgió una nación.

Y hemos tenido en la silla del águila a toda suerte de personajes, les decimos políticos. Hemos tenido tres dictaduras, la última de 70 años, más que la de Porfirio Díaz, y mucho más que la de Santana, y hoy parece, si lo permitimos, que tendremos la cuarta. Nada más de pensar que eso llegara a suceder, me estremece, me da miedo, se me encoge el corazón, porque amo a mi país, y soy una convencida de que esa cuota tan amarga ya está cubierta con los ríos de sangre que corrieron en el siglo XIX y buena parte del XX, que ya hubo mucho dolor y muertes que llorar. Que esas guerras no solo mataron cuerpos, también espíritus y con ellos la fe. Y hoy día no tendría nombre nuestra inacción si le permitimos a Andrés Manuel López Obrador que se convierta en el cuarto dictador.

No me ciega mi partidismo político, lo que me indigna y me duele es la manera en que ese hombre está destruyendo a un país al que sin duda alguna le falta mucho para estar en el listado de los que se clasifican como de primer mundo, pero al que él desde su llegada en 2018 se ha encargado directa y vía sus mandaderos incondicionales, a traerle más problemas que soluciones.

Su bandera electoral fue que iba a irse contra la corrupción y la impunidad, y no ha cumplido, se ha dedicado a perseguir a quienes guarda inquina personal, y a estimar como su enemigo a quien quiera que ose manifestar su desacuerdo con sus decisiones y repudiable estilo de gobernar.

¿Qué ha transformado? ¿Qué bienestar ha traído a la población con más carencias materiales? ¿el reparto de dinero del erario vía los programas asistencialistas, que jamás han acabado con la marginación, sino todo lo contrario?

Decía Pío Baroja, el ilustre escritor español, refiriéndose a la gente de su país, y de otra época, pero mire usted que vigencia: «Hay siete clase de personas en el país. Sí, así como los siete pecados capitales, a saber, 1) Los que saben, 2) Los que no quieren saber, 3) Los que odian saber, 4) Los que sufren por no saber, 5) Los que aparentan que saben, 6) Los que triunfan sin saber, 7) Los que viven gracias a que los demás no saben. Estos últimos se llaman políticos».

¡Carajo! ¿No hemos aprendido en tantas décadas de mentiras, de falta de respeto, de abusos, de tropelías, de burlas —y es más larga la lista de bajezas, pero ahí la dejo— cometidas en contra nuestra por la clase gobernante, a distinguir que todavía los hay peores? ¿De qué material estamos hechos los mexicanos? Qué cultura política tan podrida arrastramos. Tenemos el entendimiento nublado o de plano nos tapamos los ojos y que nos caiga encima el que sea, al cabo que ya sabemos que nos va a jo… jorobar. Estoy harta de esta pasividad que domina a millones de mexicanos. ¿Cómo es posible tanto soliviante? ¿Dónde quedó nuestra dignidad de personas? ¿Qué más tiene que sucedernos para mandar al demonio este valemadrismo que permitimos que nos invada y que haga de nosotros poco menos que muñecos de trapo?

López Obrador es peor que muchos de sus antecesores, es un tipo amoral, carece de moral, carece de valores, no tiene ningún tipo de escrúpulos. Miente, difama, agrede. No tiene empacho en darse baños de pureza, eso es típico de personas hipócritas, de cínicos a la quinta potencia. Cuanto hace lo tiene calculado, nada es al azar, su perversión no conoce fronteras. Sabe perfectamente cómo «tratar» a la gente de bajos recursos económicos, acostumbrada a recibir por generaciones esa dádiva que les permite medio subsistir, pero que jamás resuelve su condición. López no quiere solventar su pobreza, todo lo contrario, es la manera de mantenerlos bajo su bota, y además agradecidos.

Por siglos se ha practicado esa bajeza. Y esa bajeza se puede mantener ad perpetuam porque la educación que es el mejor instrumento para liberar, es de quinta categoría, en nuestro país. Y no obedece esta amarga realidad a que no haya maestros capaces, sino a que al Gobierno en turno no se le da la gana que esto sea distinto. A la escuela van las personas a que las eduquen, a que les enseñen a tener criterio y adquirido esto es hombre es libre, autónomo y sin precio, no lo dominan ni el odio ni el fanatismo. Pensar es algo natural del ser humano, pero se aprende a hacerlo con la educación adecuada.

Cuando disciernes tienes criterio y ya no te pueden controlar. Eso es anatema para un dictador. El «modelito» de educación que hoy está emperr…empecinado en meter a sangre y fuego en la cabecita de millones de niños y jóvenes, es para eso. Y no estoy exagerando, le doy mi palabra. He estado estudiando los libros de texto de primaria, no tengo los de secundaria. Quien de adulto desee inclinarse por ser de derecha o de izquierda, pero de adulto, ya es muy su decisión, pero no se vale manipular a criaturas en formación para que tomen una directriz que ni siquiera entienden.

Hoy este país nuestro está gobernado por un fascista, al menos eso demuestra en sus hechos. ¿Qué no? Quiere implantar un sistema político que liquida la democracia y la sustituye con una dictadura personal y el uso de la represión para desaparecer a la oposición. Es un modelo antiquísimo, de los años 20s y 30s del siglo XX ¿Le dicen algo Mussolini, Hitler? López obrador no quiere una democracia sana, alimentada con la participación libre, no adoctrinada, de los mexicanos. Vive en el pasado, en el pasado más oscuro. No tiene ningún respeto por el orden jurídico, y es que desde su perspectiva, él es la ley.

Por favor, si ama a usted a México, no permita semejante castigo para las nuevas generaciones. Si gana López el 2024, no nos va a alcanzar la vida, sobre todo a los más jóvenes, para llorar lo que le viene a México.

Licenciada en Derecho, egresada de la UNAM. Posee varios diplomados, entre los que destacan Análisis Político, en la UIA; El debate nacional, en UANL; Formación de educadores para la democracia, en el IFE; Psicología de género y procuración de justicia. Colabora en Espacio 4, Vanguardia y en otros medios de comunicación.

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