Las elecciones del próximo año 2021 en México y sus resultados serán dignas de análisis y evaluaciones para gobiernos, partidos y ciudadanos, sin embargo, las estrategias previas pueden ser un laboratorio perfecto para evaluar a quienes detentan el poder y buscan mantener sus cuotas de poder político, económico y social.
Después de los comicios en Coahuila e Hidalgo, durante este año 2020, con sus resultados incluso inesperados para propios y extraños, para ganadores y perdedores seguramente hay enseñanzas y reflexiones que podrían ser utilizadas en el proceso del próximo año para renovar el congreso federal, gubernaturas, alcaldías y congresos locales.
La muy delgada, estéril y débil oposición partidista contra el gobierno federal y el movimiento político que sostiene y encabeza el presidente de México, decidió escuchar la voz de algunos empresarios y ciudadanos, para anunciar alianzas y evitar al menos triunfos en el Congreso de la Unión y gubernaturas.
El objetivo de uno de los colectivos «Sí por México», tenía mucha lógica al realizar un llamado a los partidos de oposición para unirse y competir en bloque contra la Cuarta Transformación en las elecciones del próximo año, sobre todo en cuanto los nuevos diputados federales para establecer un verdadero equilibrio legislativo.
La respuesta casi mediata de los presidentes de al menos tres partidos políticos (PAN, PRI y PRD) permitía suponer que por fin se generaría una verdadera oposición, no sólo en el discurso, sino también en las urnas y, por consecuencia, en el Poder Legislativo para dar contrapeso a un poder presidencial que puede generar riesgos de gobernabilidad.
Sin embargo, ni los partidos ni los colectivos pasaron la primera prueba para ponerse de acuerdo, y el caso Nuevo León desnudó que todo era un discurso para los partidos y que serían incapaces, como en la última elección para la gubernatura, que, divididos como oposición, nuevamente lograran perder y que, en los comicios del próximo año, gane el proyecto presidencial con mejor posicionamiento, apoyo oficial y sobre todo sin división.
Las últimas encuestas, antes de publicar la colaboración, señalan que el proyecto presidencial para gobernar Nuevo León registra un 31% en las preferencias, después el PRI con un 26%, PAN con 25% y Movimiento Ciudadano 15% y solamente queda sin respuesta un 3% de los encuestados.
No hay que ser un experto en aritmética electoral para observar que la división es evidente y que justamente eso es lo que determinará, anticipadamente a ganadores y perdedores, lo que puede ser altamente riesgoso para la renovación legislativa que se antoja difícil para coalición con los tres o cuatro partidos de oposición.
Si se sumaran los números PRI, PAN, Movimiento Ciudadano y PRD, no sólo sería fácil ganar el Congreso federal y algunas gubernaturas, sino que se podría aplastar políticamente un proyecto político que arriesga demasiado con su apabullante mayoría legislativa que hasta ahora no genera programas, proyectos y realidades de crecimiento y mejora en el país.
Por ahora la única oposición político-electoral que el presidente y su movimiento tienen son los resultados de dos elecciones durante este año donde los gobernadores de la Alianza Federalista podrían ser el factor para determinar el balance del poder político.