Oda al cuerpo humano

La filosofía en Mapa del libro humano de Gilberto Prado Galán

Nietzsche, en Así hablaba Zaratustra, habló contra los «despreciadores del cuerpo». Sigue resonando su voz: «Quiero decir algo a los despreciadores del cuerpo: que menosprecian aquello a que deben su estima». (AHZ, p. 18) Y lleva razón. Deben su estima al cuerpo que «es una gran razón, una multiplicidad con un solo sentido, una guerra y una paz, un rebaño y un pastor». (AHZ, p. 17) El platónico desprecio al cuerpo nos ha llevado a preterir su estudio, que reservamos al gremio médico. Es verdad que el cuerpo, a ratos, es un pesado fardo; empero todos estamos llamados a conocer nuestra corporeidad y a justipreciarla. Gilberto Prado lo hace de manera magistral en Mapa del libro humano.

Gil poseía en grado superlativo la llamada por Howard Gardner «inteligencia lingüístico-verbal». Prueba de ello era su maravilloso don de urdir palíndromos. Sin embargo, pocos advierten que, además, contaba con otra de las múltiples inteligencias que pondera el autor norteamericano: la «lógico-matemática». Por ello sus textos contienen variopintas referencias a la filosofía.

La risa de Henri Bergson le sirve a nuestro autor para revelar lo cómico del hipo: «La burbuja del hipo, con ser un poco chusca, invade la parcela de lo cómico. Y es cómica porque obedece la definición del humor (encendida por Bergson en La risa) como previsión decepcionada, porque, a pesar de la rutina que funda su repetición, quebranta la expectativa, que cada sobresalto estimula de modo distinto el estricto puente que une al pecho con el abdomen» (Mapa del libro humano, p. 30). Más adelante, cuando escribe sobre el tartamudeo, vuelve a mencionar al autor francés: «Recuérdese que Bergson vio en La risa que uno de los mecanismos intrínsecos del humor es la repetición mecánica de lo que se presume como no mecánico» (MLH, p. 34).

Saltemos ahora del vitalismo/intuicionismo bergsoniano al existencialismo de Unamuno. Es de sobra sabido que Gil gozaba comentando al que motejaba como el «Búho de Bilbao». Al ponderar la riqueza de los ojos como «mar de enigmas», observa: «Unamuno va más allá y les confiere un poder purificador a ciertas miradas: “La mirada limpia, limpia lo que mira”» (MLH, p. 52). Pero la cita que destaco del autor de El sentimiento trágico de la vida es ésta: «Fue el filósofo y poeta vasco Miguel de Unamuno quien acuñó el concepto de “ternura de la convivencia”. El búho de Bilbao decía que, si a uno de los miembros de una pareja le amputan la pierna, su contraparte sentirá en carne propia el dolor o la angustia» (MLH, p. 76). Y todo esto para poner de relieve «la rima de los bostezos» que nos une con más frecuencia con familiares que con sólo conocidos. La riqueza de este concepto —la «ternura de la convivencia»— buscaré desentrañarla en otra entrega.

Y del existencialismo unamuniano transitamos al racionalismo cartesiano. A propósito del sueño, tan imprescindible, el excepcional palindromista nos advierte: «Quizá Rene Descartes no erró del todo cuando supuso la intersección del alma y el cuerpo en la glándula pineal. Se sabe que, cuando la noche tiende su manto, los ojos ordenan a la glándula pineal la secreción de melatonina, y ésta aviva el mandato, a través del tallo cerebral, para inducir el sueño: el alma que era sinónimo de luz era también sinónimo de vigilia, y la noche su opuesto» (MLH, p. 91). Y Gil vuelve a la carga en las páginas 137 y 138 de su Mapa: «Cuando Descartes dice que la glándula pineal es el correlato físico del alma humana o que funge como punto de encuentro o intersección entre el alma y el cuerpo humanos, no está del todo errado… Se ha demostrado que la glándula pineal es clave para la regulación del sueño y de la vigilia. Y aquí viene el guiño analógico. Si la vigilia está relacionada de modo directo con la vida, con la actividad consciente y el sueño… está relacionado con la muerte, entonces la glándula pineal regula o dosifica el diálogo entre la vida (vigilia, alma) y la muerte (sueño, cuerpo)».

Y tras Descartes viene el cierre obligado con su discípulo, el también racionalista Malebranche. Gil bautiza a la médula espinal como «una suerte de órgano de Malebranche» en referencia a la función mediadora de la médula entre la voluntad y la ejecución de los actos. Recordemos que Malebranche pergeñó la teoría del ocasionalismo: «todo se mueve en el mundo, pero sí y sólo sí interviene la voluntad de Dios: en ocasión de la voluntad divina» (MLH, p. 108).

La magia de Gil está en las conexiones. Scheler definió la inteligencia como «evidencia súbita de un nexo objetivo». En Gil esta evidencia y este nexo se encuentran por todas partes. En este caso, entre la biología y la filosofía, sin olvidar la elegancia en el lenguaje que cautiva al lector. Además, consigue que nos transformemos en «apreciadores del cuerpo» y, por tanto, que esquivemos los dardos envenenados del filósofo de Sils Maria.

Referencias:

Nietzsche, Federico, Así hablaba Zaratustra, Porrúa, «Sepan cuantos…», No. 395, México, 1999.

Prado Galán, Gilberto, Mapa del libro humano, Arteletra/Colofón, México, 2015.

Un comentario en “Oda al cuerpo humano

  1. Creo que nadie mejor para realizar esta lectura que tú, querido Javier. Y es que a ti se te puede aplicar precisamente eso que decía Gil sobre la «ternura de la convivencia»… Al adelantarse, Yilbéricus Magnus se llevó una parte de nosotros, y de ti especialmente… Siempre me produjo asombro y admiración que su formación fuera como psicólogo, lo cual lo preparó, creo, para sumergirse en las profundidades del alma y la psique humana. Con el querido Gilberto nos pasa como con las montañas, que cuanto más nos alejamos más grandes las vemos… Un abrazo cordial y entrañable, Padre.

Deja un comentario