Oxímoron es la figura retórica basada en una contradicción dentro de un pensamiento que contiene palabras que se complementan con significados discordantes u opuestos; sintetiza expresiones con significados opuestos originando un nuevo sentido; son válidos para él los sinónimos «contradicción», «discordancia» y «absurdo».
Hegel asegura que los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen dos veces al menos contradictoriamente. En concordancia opina Carlos Marx que surgen, efectivamente, una ocasión como tragedia y otra como farsa.
Filósofos e historiadores pregonan con cierta autoridad y hasta sapiencia que el tiempo es relativo, que el único infinito es la estupidez humana, que toda humana travesía es cíclica y repetitiva hasta el infinito, por ello vemos repetirse una y otra vez las mismas tragedias que finalmente se conviertan en vulgares bufonadas. Por ello es clásico que el oxímoron sea muy utilizado por los políticos quienes emplean también frecuentemente su opuesto, el pleonasmo.
Estamos viviendo otro proceso electoral y veo las campañas desatadas ofreciendo riquezas y compromisos, escuchamos a los candidatos, pero ellos no escuchan al pueblo; este ladinamente les abre las manos para recibir, pero cierra su conciencia porque sabe bien que el desencanto duele y la credulidad es su castigo.
La ciudadanía desconfía por experiencias y su apatía es tangible, pero imperceptible para los partidos. Estigmatizan las encuestas cuando no les favorecen; entonces recurren a pretextos guajiros que ni ellos mismos creen. Ah, pero cuando les benefician, las ensalzan y pregonan. De verdad están convencidos de que sus frases huecas y calumniosas son aceptadas por los electores. Analizando el factor humano, el común denominador de las encuestas se ubica en la sospecha, las hay con inmensa diferencia de pe a pa y otras que dicen que ya alcanzaron lo inalcanzable. Al igual que los memes de Deep fake, muchas provienen de rumores, de generalizaciones infundadas y casualidades endebles, del primo que me dijo o de la comadre que estaba ahí cuando sucedió…
Las falacias con que tratan de engatusar al pueblo son auténticos oxímoron: Infantilismo sumiso: «invertir en Coahuila de la mano de ya sabes quién». De la cínica amnesia: «Vamos pa’ delante (sin considerar la megadeuda espantosa) porque pa’ tras», —ni pa’ pagarla—. Liviandad innata: «Ya está aquí el que va» idéntico al «ir a ningún lado» como camino a no llegar a lugar alguno.
Existe un clima de hartazgo popular; es innegable. Este se basa en experiencias incuestionables. Solamente son creíbles tales mentiras por una minoría rastrera y abyecta que busca timar a una aplastante mayoría que cree más en las sospechas, aunque también existe una maquinaria imponente que posee un inmenso mecanismo para vulnerar la voluntad popular y luego legalizarla como sucedió en Coahuila en 2017. Por ello apuestan al efecto vivido y a la propagación de la experiencia como desencadenante de la confianza y he ahí sus posibilidades pervertidas, ahora protegidas por quienes entonces destruyeron, para luego comprarlos. Como oxímoron también significa absurdo, surge la pregunta más seria: ¿Votarán los honestos miembros de un partido antes opositor por un candidato eternamente enemigo solo porque sus líderes deshonestos y trágicos se lo ordenan? Aun cuando existen videos de que esos líderes tiempo atrás acusaron públicamente a ese candidato de grandes corruptelas.
Y como contradicción: dos candidatos según ellos pertenecientes a la misma corriente ideológica y siguiendo un mismo modelo transformador, se han agredido, insultado, amenazado y hasta embestido arteramente entre sí y con dientes y garras, se declaran enemigos acérrimos.
En los debates, entrañando una «gentil descortesía» se presume «docta ignorancia» de los litigantes «llenos de vacíos» multiplicados en candorosa «tragicomedia» acometida con pleonasmos (figura retórica que consiste en añadir enfáticamente a una frase más palabras de las necesarias con el fin de embellecer o añadir expresividad a lo que se dice), juzgando a los votantes como niños torpes e ignorantes de la realidad social y la vivencia política a la que estamos sometidos. Es su estilo utilizan la repetición y el uso exagerado de palabras, expresiones o conceptos, para reiterar información falsa, incompleta o sacada del contexto de la realidad.
Bien decía Otto Von Bismark, el canciller de hierro alemán: «Nunca se miente tanto como en las elecciones, en la guerra y en la cacería».