Peña Nieto, primer expresidente en la capilla; ¿se atreverá López Obrador a cerrar la pinza?

El Gobierno de la 4T no podrá erradicar la corrupción y la impunidad, como lo ofreció AMLO en su toma de posesión, pero bastaría con encausar a su predecesor para pasar a la historia. Javier Corral puso el ejemplo en Chihuahua, donde César Duarte está entre rejas por venal

«Si tuviera 30 años menos, me iría a la sierra»

Mentís a Salinas, «No coordino ni a mis hijos»: Echeverría

Golpeada por una nueva oleada de casos corrupción cuya cresta comparten el expresidente Enrique Peña Nieto y Alejandro Moreno, uno de los exgobernadores de la «nueva generación» y cabeza —todavía— de un partido sin prestigio ni futuro, la carcasa del PRI se hunde inexorablemente. El Gobierno de Andrés Manuel López Obrador ha puesto entre rejas a colaboradores y socios clave de la administración peñista (Emilio Lozoya, exdirector de Pemex; Rosario Robles, exsecretaria de Desarrollo Social; Alonso Ancira, dueño de AHMSA; y Juan Collado, «el abogado de los poderosos»). Empero, con su predecesor había mantenido una actitud complaciente a pesar de las múltiples investigaciones y denuncias, dentro y fuera del país, por los escándalos de Odebrecht, la Estafa Maestra y la Operación Safiro, lo cual ha sido motivo de crítica e incluso de sospecha.

Peña Nieto emuló a Carlos Salinas de Gortari: frente al repudio social y la presión mediática para ser encausado por enriquecimiento ilícito y peculado, entre otros delitos, optó por el exilio. Presidentes de Estados Unidos, Argentina, Brasil, Venezuela, Perú, Guatemala y otros países del continente han sido defenestrados y más de media docena encarcelados bajo cargos de corrupción en sus diferentes modalidades. El peruano Alan García, sobornado por la contratista brasileña Odebrecht, se pegó un tiro en la cabeza el 17 de abril de 2019 para evitar su detención. En México, los jefes de Estado y de Gobierno son intocables todavía. El cerco de impunidad podría romperse con Peña Nieto.

«La crisis en México se originó, no solo por el fracaso del modelo económico neoliberal, sino también por el predominio en este periodo de la más inmunda corrupción pública y privada».

«La deshonestidad de los gobernantes y de la pequeña minoría que ha lucrado con el influyentismo (…) es la causa principal de la desigualdad económica y social, y también de la inseguridad y de la violencia».

«Si abrimos expedientes dejaríamos de limitarnos a buscar chivos expiatorios, como se ha hecho siempre, y tendríamos que empezar con los de mero arriba, tanto en el sector público como en el sector privado.

Andrés Manuel López Obrador en su toma de posesión

La consulta del 1 de agosto de 2021 para enjuiciar a los expresidentes Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón y Peña Nieto, promovida por AMLO y su partido (Morena), registró una participación del 8% de la lista nominal de electores, pero para ser vinculante se necesitaba el 40%. Sin embargo, el sentimiento de los mexicanos lo refleja el resultado: el 97.7% (6.6 millones) votó por el «Sí». La mayor estela de corrupción la dejaron Salinas, cuyo hermano Raúl —acusado de fraguar el asesinato del exsecretario general del PRI, Francisco Ruiz Massieu— ocultó 120 millones de dólares en Suiza, y Peña Nieto. Su sexenio es uno de los más venales e incompetentes de la historia.

Salinas y Peña limitan sus apariciones públicas, pues cuando se les identifica reciben epítetos de «ratas» y «asesinos». El predecesor de López Obrador radica en España. «El permiso que tiene Peña Nieto es el conocido como golden visa o visado dorado, un trámite que permite regularizar a los grandes inversores que destinan al menos un millón de euros a la adquisición de activos españoles, que tienen un proyecto empresarial o que compran inmuebles por al menos 500.000 euros (10,5 millones de pesos mexicanos)», anuncia el diario El País (29.05.22).

María Martín y Francesco Manetto dicen en su nota: «la fórmula, creada por el Gobierno de Mariano Rajoy, ha sido durante todos estos años la vía más rápida y privilegiada para que decenas de magnates rusos, chinos o empresarios venezolanos se instalen en el país». De acuerdo con la información, el expresidente mexicano «compró en 2020 un local comercial de 105 metros cuadrados con terraza interior en un edificio del próspero barrio madrileño de Chamberí, según consta en el registro de la propiedad. El cálculo del portal inmobiliario idealsita.com le atribuye un valor superior a los 500.000 euros». Cacahuates. La riqueza de Peña Nieto es incalculable, pero ya empieza a asomar. Y con la punta del iceberg, la posibilidad de sentar en el banquillo al primer expresidente. Un regalo para Morena; y para la 4T, quizá la última oportunidad de trascender.

«No apostamos al circo»

El presidente Andrés Manuel López Obrador ofreció, en su toma de posesión, acabar «con la corrupción y con la impunidad que impiden el renacimiento de México». Enrique Peña Nieto escuchaba azorado. El mexiquense lo había vencido hacía seis años con el poder del dinero. Su campaña costó más de cinco mil millones de pesos. El límite legal era de 350 millones. Los gobernadores y la oligarquía fueron los ganadores. «No se trata —advirtió el líder de la 4T— de un asunto retórico o propagandístico, estos postulados se sustentan en la convicción de que la crisis en México se originó, no solo por el fracaso del modelo económico neoliberal, sino también por el predominio en este periodo de la más inmunda corrupción pública y privada».

López Obrador dijo sin tapujos: «La deshonestidad de los gobernantes y de la pequeña minoría que ha lucrado con el influyentismo (…) es la causa principal de la desigualdad económica y social, y también de la inseguridad y de la violencia que padecemos. (…) No se trata, como antes, de actos delictivos individuales, o de una red de complicidades para hacer negocios al amparo del Gobierno. En el periodo neoliberal la corrupción se convirtió en la principal función del poder político, por eso, si me piden que exprese en una frase el plan del nuevo Gobierno, respondo: acabar con la corrupción y con la impunidad».

Para tranquilidad momentánea de Peña Nieto y sus secuaces, el líder de izquierdas matizó: «al contrario de lo que pudiera suponerse, esta nueva etapa la vamos a iniciar sin perseguir a nadie porque no apostamos al circo ni a la simulación. (…) si abrimos expedientes dejaríamos de limitarnos a buscar chivos expiatorios, como se ha hecho siempre, y tendríamos que empezar con los de mero arriba, tanto en el sector público como en el sector privado. (Entonces) no habría juzgados ni cárceles suficientes; y lo más delicado, lo más serio, meteríamos al país en una dinámica de fractura, conflicto y confrontación. (…) creo precisamente que en el terreno de la justicia se pueden castigar los errores del pasado, pero lo fundamental es evitar los delitos del porvenir».

En el «terreno de la justicia», la 4T empezó por castigar la «corrupción inmunda» de figuras emblemáticas: Lozoya, Robles, Ancira («el rey del acero») y Collado. En la mayoría de los casos, la ruta del dinero llega a Peña Nieto, el mayor de los peces gordos. Difícilmente el Gobierno lopezobradorista logrará erradicar la corrupción y la impunidad, como lo ofreció en 1 de diciembre ante el Congreso de la Unión con la banda tricolor cruzada al pecho. Tampoco ha podido abatir la pobreza y la violencia. La venalidad es una hidra, un mal cuyo origen se remonta al nacimiento del sistema político y aun lo precede.

Sin embargo, ningún otro Gobierno se había empeñado tanto en atacar el fenómeno y sus causas. Salinas y Peña dieron al inicio de sus sexenios golpes de efecto contra Joaquín Hernández Galicia y Elba Esther Gordillo. Después se dedicaron al saqueo. Legiones de pillos sueltos disfrutan de rentas ilícitas obtenidas mediante el robo a las haciendas públicas, el endeudamiento criminal, como el de Coahuila, y los pactos con la delincuencia organizada. El enjuiciamiento de Peña Nieto por enriquecimiento moralmente inexplicable acreditaría al Gobierno de López Obrador. Con ese solo acto la 4T pasaría a la historia. Es justicia juarista a secas, no venganza.

Casa Blanca y Viuda Negra

La profecía del exgobernador Javier Corral (PAN) sobre la «Operación Safiro» y su conexión con el desvío de 5 mil 800 millones de pesos a cuentas particulares y campañas políticas del PRI empieza a cumplirse: «Haya hecho lo que haya hecho Peña Nieto para proteger a (Alejandro) Gutiérrez y César Duarte, no se va a ir impune, no quedará impune. Tarde o temprano la justicia lo va a alcanzar a él (El caso la Viuda Negra, Grijalbo, 2022). Antes de terminar el sexenio peñista, la Suprema Corte de Justicia «suspendió indefinidamente cualquier investigación o imputación por la Fiscalía de Chihuahua contra Peña Nieto o integrantes —o exintegrantes— de su gabinete por los desvíos millonarios triangulados entre la Secretaría de Hacienda, el Gobierno de César Duarte y el PRI nacional», escriben Manu Ureste, Zedryk Raziel y Arturo Ángel, autores del libro.

El Gobierno de Corral feneció el 7 de septiembre pasado, pero el compromiso de atacar la corrupción y denunciar la impunidad sigue vivo. La Operación Safiro involucra al expresidente Peña Nieto, al exsecretario de Hacienda, Luis Videgaray, y al exlíder del PRI, Manlio Fabio Beltrones. El caso lo reabrió La Viuda Negra. Con la extradición de César Duarte, el 2 de junio pasado, y el «arsenal probatorio» en su poder, la federación solo tiene que «emitir las órdenes de aprehensión en contra de varios de estos actores políticos», declaró el político y periodista en el programa Aristegui en Vivo (09.06.99).

El mismo día de la entrega de su predecesor al Gobierno de México, por parte de Estados Unidos, Corral publicó en su cuenta de Twitter: «En el libro de reciente aparición, “El caso Viuda Negra” se consigna parte de la historia y el modus operandi de uno de los casos de la red de corrupción que tejió César Duarte, tanto para su beneficio personal, como para apoyo de las campañas del PRI: la Operación Safiro» (el nombre corresponde al acrónimo de «Saneamiento Financiero», no al de la piedra preciosa).

Peña Nieto empezó a fabricar su fortuna desde la gubernatura de Estado de México —como lo hace la mayoría de los mandatarios locales— donde nombró como secretario de Finanzas… a Luis Videgaray. Su tío Arturo Montiel, quien le heredó el cargo, también afrontó acusaciones de corrupción, pero desde el Gobierno y la presidencia le dio impunidad. La imagen presidencial se hizo añicos por el reportaje «La casa blanca de Peña Nieto» publicado el 9 de noviembre de 2014. Angélica Rivera, su entonces esposa, adquirió la vivienda en siete millones de dólares al contratista Juan Armando Hinojosa (Grupo Higa). La empresa está en la lista negra de la Unidad de Inteligencia Financiera de la Secretaría de Hacienda.

La investigación del portal Aristegui Noticias sobre la casa blanca fue una bomba. El trabajo de Daniel Lizárraga, Rafael Cabrera, Irving Huerta y Sebastián Barragán (ganador de varios premios, entre ellos el Gabriel García Márquez de Periodismo 2015) adquirió relevancia nacional e internacional. La publicación fue simultánea en La Jornada, Proceso y los influyentes The Guardian, The Economist, The Wall Street Journal y The New York Times. Gastar 60 mil millones de pesos en medios de comunicación no pudo maquillar la corrupción enorme del «Cachorro de Atlacomulco» (grupo político dominante de Estado de México). Peña compró las elecciones y como «telepresidente» devino en fracaso.

WikiLeaks puso en evidencia el plan de Peña para hacerse con la presidencia en un cable diplomático filtrado a la prensa mundial: «Ha puesto en marcha importantes proyectos de obras públicas en las zonas seleccionadas por los votos, y los analistas y dirigentes priistas han expresado a los funcionarios de Estados Unidos su creencia de que él está pagando en medios de comunicación coberturas noticiosas favorables y financiaría a encuestadores para influir en los resultados de sus sondeos» (The Guardian, 12.06.12). Por increíble que parezca, el PRI repite la estrategia para ganar las gubernaturas de Coahuila y Estado de México el año próximo. E4


«Si tuviera 30 años menos, me iría a la sierra»

Flores Tapia y Luis Echeverría, amistad a toda prueba. Pese al desafecto del presidente López Portillo, el exgobernador realizó la mayor obra en el estado

Cinco de febrero —¿1995 o 1996?, el año no recuerdo —. El exgobernador Óscar Flores Tapia celebra su cumpleaños con un desayuno familiar a cual asistimos varios de sus amigos (no más de cinco). Entre ellos estaba Enrique Martínez a quien había hecho alcalde de Saltillo y a quien retrata en su biografía El señor gobernador. Marco Flores, nieto de don Óscar le pasa el teléfono y el festejo toma por instantes un giro inesperado: «¡Luis, hermano!». La emoción entrecorta el saludo. El anfitrión contiene el llanto y prosigue: «Si tuviera treinta años menos me lanzaría a la sierra para defenderte. Lo que intentan hacer contigo es una canallada».

Flores Tapia, como otros políticos emigrados de Coahuila por el gobernador de turno, pero que a la postre regresarían al estado para asumir el cargo, habla con Luis Echeverría. El expresidente llamó para felicitarlo por su aniversario. La presión para enjuiciar al hombre de la guayabera por las matanzas del 2 de octubre de 1968 y del Jueves de Corpus de 1971 aumentaba conforme la sucesión presidencial del cabalístico año 2000 (el de la alternancia) se aproximaba. Dos años después del fallecimiento de don Óscar, el 11 de julio de 1998, Vicente Fox echó al PRI de Los Pinos. Una de sus primeras promesas consistió en abrir los archivos de la masacre en Tlatelolco y crear una Comisión de la Verdad. Una Fiscalía Especial acusó a Echeverría de genocidio.

Echeverría asistió a los funerales de Flores Tapia. El exgobernador fue velado en Palacio de Gobierno y sepultado en la Rotonda de los Coahuilenses Distinguidos por disposición de Rogelio Montemayor, mandatario de turno. «Vino Rogelio», me contó, una mañana, en su biblioteca, presidida por Dante, Luis Felipe, Carranza y un enorme óleo suyo, después del desayuno de los miércoles. «Anda inquieto por Enrique (Martínez). Piensa que le puede arrebatar la candidatura al Gobierno, pero lo tranquilicé: “Tú eres el amigo del presidente (Salinas de Gortari), así que ya la traes en la bolsa. Despreocúpate”, le dije».

El presidente Ernesto Zedillo visitó Saltillo al inicio de su gestión y uno de los invitados de primera fila fue Flores Tapia. «Le gustó mucho mi corbata y se la quise regalar. Agradeció el gesto, pero no aceptó», me dijo, muy orondo. Megalómano, a don Óscar le hubiera gustado ser homenajeado no solo en el Palacio de Gobierno, una de sus grandes obras en Saltillo (en este caso se trató de una remodelación), pero el tiempo no alcanzaba para llevar el féretro a los edificios del Congreso, el Tribunal de Justicia y al Teatro de la Ciudad.

Flores Tapia —como todos los ejecutivos del estado— compartió un año con el presidente que lo rescató del ostracismo y lo convirtió en gobernador, en buena medida por su cultura y dotes de orador. Tiempo suficiente para iniciar los grandes proyectos de infraestructura industrial, vivienda, salud y desarrollo urbano. A mi amigo don Óscar se debe la transformación de Saltillo. La oligarquía le impidió ser alcalde, pero, una vez en el poder, se le rindió. Y una vez en desgracia, por intrigas en Los Pinos y el choque de megalomanías (la del presidente López Portillo y la suya) le volvió a dar la espalda. Nada extraño, pasa cada fin de sexenio.

Entrevisté a Echeverría cuatro o cinco veces y contra su Gobierno protesté en La Laguna y Ciudad de México junto con otro amigo entrañable, Alejandro Gurza Obregón. En una de esas manifestaciones conocí, por Alejandro, a Manuel J. Clouthier, el Maquío (y en 2012, también por él, a López Obrador y a su esposa Beatriz Gutiérrez). El tándem Echeverría-Flores Tapia resultó exitoso para Coahuila. La inquina de López Portillo no impidió a don Óscar emprender uno de los mejores Gobiernos. La capital cambió a partir de su sexenio. Hablar del Saltillo de hoy sin recordar a Flores Tapia, a quien la ciudad le debe un homenaje, es una mezquindad. Equipararse con él, como lo hacen quienes se empeñaron en destruir al estado, es un disparate. E4


Mentís a Salinas, «No coordino ni a mis hijos»: Echeverría

La reapertura del caso Colosio volver a poner a CSG en el ojo de la tormenta. La hipótesis del crimen de Estado, más sigue firme que nunca

Luis Echeverría es uno de los presidentes de quienes más se ha escrito. Fallecido el 8 de julio pasado a los 100 años, quiso igualar e incluso superar al general Lázaro Cárdenas en política agraria. Casi lo logra, pues repartió 16 millones de hectáreas contra 20 millones del general. Pretendió, sin éxito, ocupar la secretaría general de la Organización de las Naciones Unidas y liderar el Tercer Mundo. Los fantasmas del 1968 (Tlatelolco) y 1971 (Jueves de Corpus) lo acompañaron hasta la tumba junto con sus secretos. Gobernar en el marco de la Guerra Fría le dio algunas ventajas. Observó el asesinato del presidente chileno Salvador Allende (1973), la caída de su homólogo estadounidense Richard Nixon (1974) por el escándalo Watergate y la consolidación de la Revolución cubana.

El político Echeverría y el tecnócrata Carlos Salinas de Gortari acariciaron la reelección; ilusión, en ambos casos, descabellada. Las crisis de mediados de los 70 y los 90 borraron los aciertos y magnificaron los yerros. Ambos entregaron al país en llamas y en medio de torbellinos financieros (devaluaciones, inflación, fuga de capitales…). El populismo y el neoliberalismo son igual de eficientes para polarizar y destruir la economía. A Echeverría no se le acusó de corrupto. Salinas es representado con la figura de una rata. El primero era estatista y el segundo vendió entre amigos las empresas del Estado.

Salinas, igual que Peña Nieto, pasó de héroe a villano en un abrir y cerrar de ojos. Con el agua a la boca, Salinas acusó a Echeverría de una campaña de «linchamiento» iniciada antes de concluir su mandato. Un presidente omnímodo, ¿víctima de «emisarios del pasado»? «Echeverría trató activamente de imponer un candidato de su grupo tras el crimen (de Luis Donaldo Colosio, cuyo expediente reabrirá la Fiscalía General de la República). Las presiones de la “vieja guardia” contra las reformas se “incrementaron dramáticamente”», denuncia en un comunicado dirigido a El País (04.12.95).

La réplica de Echeverría, concisa (a diferencia del dilatado texto de Salinas, según la nota de Maite Rico) e irónica, fue inmediata. «Ha dicho el señor licenciado Carlos Salinas de Gortari, que, en estos días, encabezo una ofensiva política en su contra. Afirma que “sus principales impugnadores recientes” los señores licenciados Augusto Gómez Villanueva, Porfirio Muñoz Ledo, Adolfo Aguilar Zísner e Ignacio Ovalle son coordinados por mí ya que fueron mis colaboradores. Lo fueron efectivamente, siempre con lealtad, hasta hace 19 años» (El Universal, 05.12.95).

Echeverría se mofa al final de la carta de su también megalómano predecesor: «Yo no coordino ahora a nadie, ni siquiera a mis hijos y a mis nietos, que son muchos, y que se hallan dedicados a sus profesiones, trabajos y estudios, afrontando sus respectivas responsabilidades. Nada está más lejos de la realidad de lo que opina el señor licenciado Salinas de Gortari”». El «villano de Agualeguas» tiene un enemigo menos, pero los vivos forman legión. Lo que hoy debe quitarle el sueño es la reapertura del caso Colosio, el cual, para muchos, constituye un crimen de Estado todavía impune.

El candidato presidencial del PRI se deslindó del salinato en su discurso del 6 de marzo de 1994 en el Monumento a la Revolución. Dos semanas más tarde «un asesino solitario» lo abatió en la colonia Lomas Taurinas de Tijuana. La versión inicial del fiscal Miguel Montes fue la de una conspiración. «Acción concertada», la llamó. Lugo se desdijo. En premio recibió un asiento en la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Salinas está en aprietos. ¿Volverá a exiliarse si acaso reside en México? E4

Torreón, 1955. Se inició en los talleres de La Opinión y después recorrió el escalafón en la redacción del mismo diario. Corresponsal de Televisa y del periódico Uno más Uno (1974-81). Dirigió el programa “Última hora” en el Canal 2 de Torreón. Director del diario Noticias (1983-1988). De 1988 a 1993 fue director de Comunicación Social del gobierno del estado. Cofundador del catorcenario Espacio 4, en 1995. Ha publicado en Vanguardia y El Sol del Norte de Saltillo, La Opinión Milenio y Zócalo; y participa en el Canal 9 y en el Grupo Radio Estéreo Mayrán de Torreón. Es director de Espacio 4 desde 1998.

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