El himno nacional se escuchó como pocas veces en el salón de plenos del Congreso local. El coro del cuerpo de cadetes del Heroico Colegio Militar lo interpretó con fervor patriótico en la ceremonia del 26 de septiembre para desvelar el nombre de la institución grabado en letras doradas a propósito del bicentenario de su fundación. Los rayos de su escudo, símbolos de honor, lealtad, patriotismo, valor y abnegación, lo conectan con la historia. El ejercicio de esas virtudes explica el elevado aprecio de los mexicanos por sus soldados. Las Fuerzas Armadas (FF. AA.) adquirieron en el Gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador una relevancia que no buscaron. Fue impuesta por las circunstancias —la necesidad de poner orden en el país— y por una clase política venal e incompetente en muchos casos.
El reconocimiento por parte del gobernador Miguel Riquelme de que la tranquilidad del estado habría sido imposible sin la participación del ejército y de la Guardia Nacional es un mentís a quienes sostienen que la estrategia de seguridad ha fracasado. Todo el mundo quisiera ver resultados inmediatos y espectaculares, pero en un país con las desigualdades del nuestro y con los vicios arraigados en las corporaciones policiacas, el ministerio público y el sistema judicial, es difícil alcanzarlos a corto plazo. Aun así hay pequeños avances; pero, sobre todo, una mayor valoración de la sociedad hacia las FF. AA.
De acuerdo con la encuesta de Latinobarómetro de este año, la confianza ciudadana en las FF. AA. pasó del 49% en 2020 al 58% en 2023. La policía obtuvo el mismo crecimiento de aprobación al pasar del 22 al 31%, siete unidades por debajo del promedio regional. México es el tercer país de América Latina y el Caribe donde la confianza en el Ejército, la Armada y la Aviación es mayor después de El Salvador (70%) y Uruguay (59%). Bolivia y Venezuela ocupan los últimos lugares, con 34 y 26%, respectivamente.
Asignarle al Ejército tareas de seguridad, además de la construcción de grandes obras y la administración de puertos, aeropuertos y aduanas, es mal vista por algunos sectores, pero también responde a la necesidad imperiosa de buscar eficiencia y combatir la corrupción, el contrabando y el tráfico de drogas. El presidente López Obrador entregó a la Secretaría de la Defensa la administración del Tren Maya y de varios aeropuertos, entre ellos el Felipe Ángeles; y a la de Marina, el Tren Transístmico y la ampliación de los puertos en Coatzacoalcos y Salina Cruz para evitar que en el futuro sean vendidos a precio de ganga a compadres del poder como en el pasado lo fueron Altos Hornos de México y otras empresas estatales.
El país, contra todo lo que se diga, no se ha militarizado ni las FF. AA. son utilizadas, como en los Gobiernos de Felipe Calderón y de Peña Nieto, para exterminar, combatir fuego con fuego y causar baños de sangre. Lo que sí existe es una campaña para desacreditar al Ejército y de esa manera atacar al presidente. Sin embargo, el resultado es el contrario: la confianza en el Ejército ha aumentado. Ver a los alumnos del Heroico Colegio Militar en el Congreso, frente al secretario de la Defensa, Luis Crescencio Sandoval, y a su director, Jorge Antonio Maldonado, es motivo de orgullo y esperanza. Saben bien cual es su papel y se preparan para desempeñarlo con honor, lealtad y sacrificio.