En los tiempos actuales de retos y encrucijadas en los que vivimos, donde el futuro del país depende del capricho y paranoia del inquilino del Palacio Nacional, quien convertido en un mesías tropical asume el papel del salvador del país, con la consigna de ser el único poseedor de la verdad absoluta, y todo aquel que no piense como él lo convierte en automático en su enemigo bajo el pretexto de ser conservador, fifí, o bien integrante de la mafia del poder; en estas circunstancias, la partida de hombres de la talla de Porfirio Muñoz Ledo, deja un hueco difícil de llenar en la vida política nacional, como en su tiempo sucedió con otros contemporáneos suyos de la estatura de Manuel J. Clouthier, Heberto Castillo, Valentín Campa, Demetrio Vallejo, Jesús Reyes Heroles y Jorge Carpizo McGregor, entre otros.
Aunque las circunstancias del México en que vivimos son totalmente diferentes, el fallecimiento del destacado político, hecho y forjado en el PRI hegemónico, del cual incluso fue su presidente nacional, como también secretario de Educación Pública y del Trabajo, jurista orador, tribuno parlamentario eminente tanto en la Cámara de Diputados como en el Senado de la República; representante de nuestro país en la Unión Europea, así como en la Organización de las Naciones Unidas, dónde como él mismo lo confesó, solo el veto del presidente José López Portillo le impidió ser secretario general; su pérdida, decía, nos recuerda por su paralelismo de crítico del poder presidencial a otro mexicano excepcional: don Daniel Cosío Villegas, quién a partir de los años 50 del siglo pasado y desde las páginas del Excélsior de Julio Scherer García, y hasta su deceso acaecido el 6 de marzo de 1976, fue todo un referente como crítico del sistema presidencial instaurado a partir del 4 de marzo de 1929 con el nacimiento del Partido Nacional Revolucionario, fundado a iniciativa del presidente Plutarco Elías Calles, cuyo maximato, el nativo de Macuspana sueña con instaurar en 2024, a través de sus titiriteros que el mismo denominó despectivamente —sin importar su calidad de hombre mujer— como «corcholatas».
Ubicar en los tiempos actuales la trayectoria de don Daniel Cosío Villegas, es casi un pecado capital; pues en principio, ningún paralelismo puede encontrarse entre el circo político que vivimos todos los días en «las mañaneras» transmitidas a costa del erario desde Palacio Nacional, y las instituciones culturales de gran renombre incluso a nivel internacional que ayudó a fundar y construir, como por ejemplo el Fondo de Cultura Económica y el Colegio Nacional.
Enrique Krauze, su biógrafo más acucioso, en la introducción de los ensayos que bajo el título de «Daniel Cosío Villegas el historiador liberal», publicados por el Fondo de Cultura Económica en 1984, sintetiza su trayectoria cuando afirma:
«Son muchos los que recuerdan a Daniel Cosío Villegas (23 de julio de 1898 – 6 de marzo de 1976) exclusivamente como el periodista que desde las páginas editoriales de Excélsior alzó enérgicamente la voz en momentos en extremos difíciles para el país. Otros lo sitúan como uno de los fundadores y el primer director del Fondo de Cultura Económica, al frente del Colegio de México, dedicado a su tarea de historiador-escritor, o bien como economista. Sus facetas son múltiples, aunque a Cosío le complacía sobre todo ser conocido como el autor y director de los 10 tomos dela Historia Moderna de México, cinco de las cuales, “los de color rojo pálido” fueron escritos por él. Don Daniel tuvo el aliento para emprender esta obra porque se sintió responsable de su país, y porque para su generación, heredera de Vasconcelos, ser revolucionario era ser creador».
Ahora bien, con independencia que su obra cumbre como ya se dijo son cinco de los 10 tomos de La Historia Moderna de México que toda biblioteca mexicana que se respete debe contener, en 1946, Don Daniel emprendió el largo camino de revalorar en su ensayo «La crisis de México», el éxito o fracaso de ese movimiento social del cual en la 4T nadie habla —tal vez porque se ignora— llamado Revolución Mexicana, concluyendo en ese entonces, que esta se encontraba en «artículo mortis».
«Estupendos destructores» escribió don Daniel, como lo afirmó Krauze en su ensayo publicado el 12 de marzo de 2006 en el extinto periódico saltillense Palabra: «Todos los hombres de la Revolución Mexicana sin exceptuar a ninguno, han resultado inferiores a ella».
Así, siguiendo al subdirector al lado de Octavio Paz de la revista Vuelta y actual director de Letras Libres y acérrimo enemigo ideológico del líder político de la 4T, para comprender ese proceso de degeneración que hoy vivimos en un grado máximo «Cosío Villegas se embarcó en la tarea de rescatar nuestra historia moderna y pronto encontró la clave: “La llaga política” de México, sustentó, está en la concentración del poder en manos del presidente de la república».
«El gobernante —sostuvo desde entonces don Daniel cual profeta de los tiempos que vivimos— principia por pedir orden, trabajo, disciplina, y acaba por exigir acatamiento ciego y servil, la sumisión abyecta de todo el país».
Con tal afirmación que coincide con la realidad que vivimos actualmente, don Daniel Cosío Villegas, no solo contesta la pregunta planteada como título del artículo, sino también resume como pausa generadora del mal que nos aqueja, la concentración omnímoda del poder en manos, como es el caso de AMLO quien no respeta la ley, la división de poderes, la independencia y decoro de los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, atenta contra las libertades ciudadanas y hace uso de todo el poder presidencial para descalificar los méritos de sus opositores, como acontece con Xóchitl Gálvez; lo que motiva que a 47 años de su sentido deceso, las palabras de don Daniel, sean para desgracia del país una dolorosa realidad.