Repaso histórico de los finales de sexenio; canto de sirena, traiciones y sueños fallidos

La aspiración de Enrique Martínez a ser presidente de la república lo distrajo de la sucesión de 2005 y propició el ascenso de Humberto y Rubén Moreira. Miguel Riquelme crea condiciones favorables para Manolo Jiménez, pero afrontará a toda la maquinaria de la 4T

Riquelme lanza dardos a la 4T y Mejía responde con marcha

Dos marchas, el mismo fin: la conquista del Gobierno

Miguel Riquelme vive su último año al frente del estado. En ese periodo, los gobernadores preparan su salida, dejan de soñar y se ubican en la realidad. Antes de la alternancia en Los Pinos, su destino era el retiro, un puesto federal o un escaño en el Congreso. Elevar la mira resultaba políticamente suicida, pues el presidente nombraba sucesor a un miembro de su gabinete para cuidarle las espaldas. Ernesto Zedillo cambió las reglas del juego. Rompió con Carlos Salinas de Gortari, quien después del encarcelamiento de su hermano Raúl se exilió en Irlanda; interpuso una «sana distancia» con el PRI y posibilitó el cambio de partido en el poder con una reforma política.

La alternancia jugó en favor de los ejecutivos locales, quienes dejaron de depender del presidente. Libres del yugo, crearon sus propios feudos y pudieron aspirar a la silla del águila. Tres de los cuatro últimos presidentes fueron antes gobernadores o su equivalente. Vicente Fox (Guanajuato) no era el favorito del panismo tradicional, pero su carisma y activismo le permitieron convertirse en el primer jefe de Estado y de Gobierno contrario al régimen. Derrotó a Francisco Labastida (PRI) y Cuauhtémoc Cárdenas (PRD), exgobernadores de Sinaloa y Michoacán. En la sucesión de 2006, la mayoría de los aspirantes también habían encabezado Gobiernos locales: Andrés Manuel López Obrador (Ciudad de México) y Roberto Madrazo (Tabasco). El triunfo correspondió a Felipe Calderón, quien en 1995 perdió las elecciones para gobernador de Michoacán.

Fue justamente en el sexto año de su Gobierno cuando Enrique Martínez soñó con ser presidente y se afilió al grupo Tucom (Todos Unidos contra Madrazo) para impedir que el líder del PRI, Roberto Madrazo, impusiera su candidatura. El bloque estaba formado mayoritariamente por gobernadores o quienes ya lo habían sido: Arturo Montiel (Estado de México), Miguel Ángel Núñez (Hidalgo) y Tomás Yarrington (Tamaulipas). Montiel resultó el elegido, pero declinó al ventilarse la riqueza y los negocios que fabricó en su sexenio. Sin el apoyo de los estados, Madrazo solo obtuvo 9.3 millones de votos, muy por debajo de Calderón y de López Obrador.

Enrique Martínez perdió el control de la sucesión por el despiste. La candidatura le correspondía en teoría a Alejandro Gutiérrez, quien seis años atrás había abandonado la carrera para no fracturar al PRI. La división habría favorecido a la primera gran coalición opositora formada por el PAN, el PRD, el Partido Verde y el PT, cuyo abanderado era Juan Antonio García Villa. Martínez incorporó a su equipo a una figura nueva y carismática: Humberto Moreira, cuyos servicios de operador electoral fueron pagados con la Secretaría de Educación Pública y la alcaldía de Saltillo.

Moreira regaló a Martínez el oído y estimuló sus aspiraciones presidenciales. El gobernador hizo la vista gorda con «el joven maravilla» desde que era secretario de Educación. Cuando Moreira ya ocupaba la alcaldía, Martínez desactivó una denuncia por haber excedido el gasto en comunicación social que lo habría eliminado de la competencia. Moreira donó equipo usado y lámparas de desecho a varios ayuntamientos como parte de su precampaña. La remodelación de la Casa Purcell le sirvió de pretexto para plagar de anuncios el estado con la aquiescencia del Instituto Electoral. Cuando Martínez quiso frenarlo, ya era demasiado tarde. Coahuila pagaría con deuda y múltiples desmanes el descuido y los sueños presidenciales del gobernador.

La palanca y el salvavidas

Para ingresar a las grandes ligas y ser presidenciable, Humberto Moreira necesitaba padrinos poderosos… y puso manos a la labor. Tras rendir su segundo informe, en noviembre de 2007, el gobernador se placeó con Carlos Salinas de Gortari en La Laguna, donde el expresidente había sido apedreado en su campaña por campesinos afectos a Cuauhtémoc Cárdenas. Un mes después, Salinas regresó a Coahuila para acudir como testigo al segundo matrimonio del entonces mandatario. Más tarde, Moreira se haría compadre de Francisco Ealy Ortiz, presidente de El Universal, y de Miguel Rincón Arredondo, dueño de Bio Pappel, quien ahora también es integrante del consejo empresarial asesor del presidente Andrés Manuel López Obrador. De ese grupo forman parte Carlos Hank González hijo, Bernardo Gómez, Olegario Vázquez Aldir, Miguel Alemán Magnani y Ricardo Salinas Pliego, entre otros.

El vínculo con Salinas de Gortari y Rincón puso en las manos de Moreira una palanca y un salvavidas a futuro. La primera le permitió entrar al círculo de Enrique Peña Nieto, otro de los asistentes a su boda, celebrada el 21 de diciembre de 2007 en la misión franciscana de Guerrero, Coahuila. Con el flotador ganó la indulgencia de López Obrador, quien también es compadre de Rincón, el principal fabricante de papel en el país. Moreira ingresó por Peña a la arena política nacional, pero su fantasía no era ser presidente del PRI, sino de México.

En la visita de Salinas de Gortari a Batopilas, municipio de Francisco I. Madero, Moreira intentó guardar las formas. «(El gobernador) se autodescartó como aspirante a la presidencia de la República. Sin embargo, su hermano Rubén Moreira, presidente del PRI en el estado, manifestó que Humberto podría ser candidato, pues ha favorecido las políticas sociales en beneficio de los desprotegidos» (“Moreira hace de su boda un acto político”, Proceso, 21.12.2007).

Humberto Moreira alcanzó la cumbre de su carrera en Torreón, en el marco de su quinto informe, ante el virtual candidato presidencial Enrique Peña Nieto. Cinco meses después asumió la jefatura del PRI, pero el éxito lo eclipsó la primera balacera entre carteles de la droga en Saltillo. Todo fue después cuesta abajo: el escándalo de la megadeuda por 40 mil millones de pesos, su defenestración como líder del PRI y el derrumbe del sueño de sustituir a Peña en la candidatura.

La pesadilla continuó en España, donde la Policía Nacional detuvo a Moreira bajo cargos de lavado de dinero. Las investigaciones contra el exgobernador se iniciaron en Estados Unidos y aún siguen abiertas. Para más inri, la revista Forbes incluyó al exlíder del PRI en la lista de «los 10 mexicanos más corruptos de 2013». En la misma nómina aparecen Raúl Salinas de Gortari y Tomás Yarrington, quien también aspiró a la presidencia. El 25 de marzo de 2021, Yarrington, exgobernador de Tamaulipas, se declaró culpable en una corte de Texas de haber recibido sobornos por más de 3.5 millones de dólares de distintas fuentes.

Martínez y Moreira fracasaron en su intento de ocupar la presidencia. Pero mientras la estrella de Moreira declinaba, Martínez resurgía de sus cenizas: Peña Nieto lo incorporó a su gabinete como secretario de Agricultura en 2012. Sin embargo, cuando su nombre empezó a barajarse para sustituir a Manlio Fabio Beltrones en la dirigencia del PRI, el presidente lo envió de embajador a Cuba. Martínez y Moreira están hoy retirados de la política y dedicados a sus negocios. «Los puestos de responsabilidad —advierte De la Bruyere— hacen a los hombres eminentes más eminentes todavía, y a los viles, más viles y más pequeños».

2023, la prueba de fuego

Miguel Riquelme no escuchó el canto de sirena o prefirió ignorarlo. En su círculo cercano y en columnas políticas se sugirió que podría ser candidato a la presidencia por su liderazgo, los resultados de su Gobierno y la aprobación reflejada en las encuestas. Sin embargo, el lagunero optó por concentrarse en su tarea y organizar la sucesión en vez de repicar las campanas. Una decisión sensata, pues el horno no está para bollos y la posibilidad de que Morena gane las elecciones de 2023 es real. Preparar con tiempo a su delfín (Manolo Jiménez) y mantener el control político del estado dificultará el trabajo a Ricardo Mejía, favorito del presidente Andrés Manuel López Obrador.

El escenario sucesorio es distinto al de hace cinco años. Como candidato del PRI a la gubernatura, Riquelme cargó con el lastre del «docenio» de los Moreira (nepotismo, deuda, empresas fantasma, violencia, soberbia, conflictos con el sector privado y con la Iglesia), cuyo costo se pagó en las urnas. El PRI perdió más de 280 mil votos entre las elecciones de 2011 y 2017 y Riquelme estuvo a punto de ser derrotado por su contrincante del PAN, Guillermo Anaya. Para afrontar a Morena el año próximo, el PRI y el PAN —enemigos históricos— preparan una alianza. Por separado, ninguno ganaría.

Riquelme remontó las animadversiones heredadas y se ha diferenciado de sus predecesores inmediatos. «Yo no me apellido Moreira», declaró en campaña al ser cuestionado sobre su relación con el clan. El gobernador privilegió la conciliación con los sectores críticos del PRI y del Gobierno. Después de los fracasos electorales de 2017, 2018 y 2019, Riquelme volvió a hacer del PRI un partido ganador, ayudado por unas oposiciones débiles. La prueba de fuego serán las elecciones de 2023 en las cuales se nombrará a su sucesor.

Los cinco primeros años de la administración han sido difíciles por las restricciones presupuestarias impuestas por el pago de intereses de la deuda, el recorte del fondos federales, la pandemia de COVID-19 y los conflictos con el presidente López Obrador. Sin embargo, Riquelme ha podido sortear los problemas, mantener la disciplina y preservar el orden y la paz en el estado. Esta situación le restará presiones al PRI y a su candidato en la campaña, la cual se anticipa enconada. Morena recurrirá a la polarización como lo ha hecho en otros estados. Manolo Jiménez, quien fue destapado por el gobernador ante el sector privado hace varios años, ha sido cuidadoso. El apoyo de Riquelme, aun a costa de su preeminencia, le ha permitido avanzar en su proyecto.

La disputa será por Saltillo y La Laguna, regiones que concentran la mayor parte de los votos. El PRI mantiene el control de la capital, y en Torreón las preferencias están divididas. El proceso sucesorio está en un impasse por el Mundial de Futbol y las fiestas decembrinas, pero se acelerará tan pronto inicie 2023. El Gobierno de Riquelme entró en la recta final. En menos de seis meses se conocerá el nombre del futuro gobernador. De acuerdo con las intenciones de voto, las campañas empezarán con un empate técnico inédito entre las principales fuerzas políticas del estado (el PRI y Morena) y sus respectivos aliados. La posibilidad de la alternancia y el pulso entre Riquelme y AMLO por ganar Coahuila prefiguran una elección de pronóstico reservado. El PRI se mantiene unido y en Morena hay división. E4


Riquelme lanza dardos a la 4T y Mejía responde con marcha

El ejecutivo local compara los logros de su administración con los del Gobierno federal. El subsecretario de Seguridad anticipa el fin del moreirato

Ricardo Mejía no asistió al informe de Miguel Riquelme por razones obvias, pero su nombre flotó en el ambiente. El gobernador lanzó dardos en su mensaje político, algunos de los cuales podrían convertirse en bumerán. Frente a una audiencia en la misma sintonía, por ser mayormente contraria al presidente Andrés Manuel López Obrador y a la 4T, el ejecutivo local tendió una barrera para impedir el avance de Morena, cuya dominancia en el país es irrefutable. En 2018 no tenía ningún estado y ahora gobierna 22. El PRI busca a toda costa retener Coahuila y Estado de México, que el año próximo irán a las urnas sin ventaja.

Los argumentos de Riquelme para que Coahuila siga con el PRI, son: paz y seguridad, consolidadas en su Gobierno; crecimiento económico, inversión productiva y generación de empleos, posibles solo en un clima de armonía y estabilidad política; vigencia del Estado de derecho, aplicación de la ley y energía para combatir al crimen. Las citas al presidente y a la 4T no eran necesarias. Riquelme presentó en su informe datos para contrastar la situación de Coahuila con la del país y los estados gobernados por Morena, algunos de los cuales, como Zacatecas, están literalmente en llamas.

También era ocioso preguntar a Coahuila si deseaba revivir la pesadilla del periodo 2007-2012, cuando las balaceras, las masacres, las desapariciones forzadas, la zozobra y el desplome de la inversión fueron consecuencia de la guerra contra los carteles de la droga. Pero también de la venalidad y colusión de gobernadores con la delincuencia organizada. Dar el mérito de la recuperación de la paz «a todos los coahuilenses», como lo hizo Riquelme, los compromete a decidir en las urnas el futuro del estado.

La advertencia de que al gobernador no le temblará el pulso para impedir acciones o intromisiones para dañar o dividir a Coahuila tiene destinatarios concretos. El Gobierno ha podido neutralizar por ahora las incursiones de los carteles en la frontera, donde antes controlaban territorios, rutas y a las autoridades. ¿También podrá contener a la ola guinda? Coahuila, excepto por Durango, está rodeado de estados gobernados por otros partidos. En San Luis Potosí, Tamaulipas y Zacatecas ondea la bandera de Morena.

La sucesión del gobernador será escabrosa y ya discurre en sentidos contrapuestos. El escenario conviene más al partido de la 4T, pues a menos de cuatro meses del inicio de las campañas las intenciones del voto están divididas entre el PRI y Morena, algo que jamás había ocurrido. Operador político por antonomasia, Riquelme sabe que en esa ruta su partido podría perder las elecciones del 4 de junio aun en alianza con el PAN y el PRD. El exhorto a la unidad y al ejercicio del voto responde a ese riesgo. La madurez y la responsabilidad —advirtió— deben estar por encima de la polarización; y sobre las descalificaciones, las propuestas.

¿Está en marcha una nueva campaña de miedo? ¿Mejía representa un peligro para Coahuila como en 2006 se acusó de serlo a López Obrador con respecto de México? Antonio Solá, autor de la campaña «AMLO es un peligro para México», auspiciada por el PAN y la derecha, pronosticó en 2018 el triunfo del candidato de Morena. En la Cumbre Mundial de Comunicación Política, celebrada en Ciudad de México en febrero de ese año, Solá declaró que el líder de izquierdas había dejado de ser un peligro para el país.

Cuatro días después del informe de Riquelme, el subsecretario de Seguridad Pública, Ricardo Mejía, encabezó en Saltillo la «Marcha por la Transformación de Coahuila y el fin del moreirato». El objetivo fue «demostrar la fuerza del movimiento de la Cuarta Transformación y el apoyo al presidente Andrés Manuel López Obrador». La caminata desembocó frente al Palacio de Gobierno. La lucha por la gubernatura será ruda y sin cuartel. Ya empezó. E4


Dos marchas, el mismo fin: la conquista del Gobierno

El favorito del presidente López Obrador se planta en Palacio de Gobierno desde donde proclama: «Hay algo que no necesita encuesta porque todos lo sabemos: ¡El PRI y los Moreira ya se van!»

Decenas de miles de personas desfilaron el 6 de junio de 2017 en Saltillo, Torreón y otras ciudades del estado para repudiar al moreirato y demandar la anulación de las elecciones de gobernador por las irregularidades del proceso. La manifestación desembocó en la Plaza de Armas y frente al Palacio de Gobierno la multitud exigió justicia, respeto al voto y expresó su apoyo a los candidatos opositores Guillermo Anaya (PAN), Armando Guadiana (Morena) y Javier Guerrero (independiente).

El 4 de diciembre pasado, miles de ciudadanos volvieron a las calles, esta vez, para participar en la marcha convocada por el subsecretario de Seguridad Pública, Ricardo Mejía, en defensa del presidente Andrés Manuel López Obrador y de la 4T. El funcionario aprovechó para ganar terreno en la carrera por la nominación de Morena a la gubernatura. Mejía dice ser «la única, inquebrantable, legítima, incorruptible y decidida oposición al moreirato. La única garantía de cambio. La única opción para poner fin a este oscuro periodo de nuestra historia».

En los cinco años y medio transcurridos entre ambas caminatas pasaron muchas cosas. El Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación validó el triunfo de Miguel Riquelme, pese a las protestas ciudadanas y a las impugnaciones del PAN, Morena y PRD. «No existe un precedente en México, por lo menos en los últimos 15 años, donde un Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP) se haya detenido al 70% del cómputo. (…) el PREP se detuvo porque el PRI necesitaba ganar tiempo, 72 horas para poder manipular los paquetes electorales; en concreto: abrir las urnas y modificar el contenido y hacer un fraude electoral», declaró Guillermo Anaya, candidato de Acción Nacional (Expansión, 09.06.17).

En Coahuila y Estado de México «hubieron (sic) un sinfín de violaciones, les llaman irregularidades, pero hay algo que es lo central, diría que es lo que demuestra que no hubieron elecciones limpias y libres, que fueron fraudulentas y que se violó la Constitución, de manera especial el principio de elecciones libres y auténticas como se establece en el artículo 41», acusó Andrés Manuel López Obrador, presidente de Morena. La líder perredista Alejandra Barrales instruyó a los representantes y comités estatales a participar en el proceso jurídico, ir al recuento de los votos y defender la voluntad ciudadana.

Las fuerzas políticas que en 2017 se movilizaron contra el «fraude electoral» y el clan Moreira —excepto Morena—, hoy están en vías de concretar una alianza con el PRI para las elecciones de gobernador del año próximo. El punto es: ¿cuál será la respuesta de los votantes a una coalición impensable hasta hace poco? El bloque busca frenar a Morena sin ofrecer nada a cambio a la ciudadanía. El PRI no puede ganar solo; el PAN parece dispuesto a ser comparsa del partido que más lo ha perseguido a lo largo de su historia por posiciones que ha dejado de ganar en las urnas; y el PRD, en solitario, perdería el registro.

Mientras Mejía encabezaba la marcha y azuzaba a sus seguidores, el PRI elegía al consejo político estatal y a los comités seccionales. Los movimientos ocurren en vísperas de que Morena nombre al defensor de la 4T en el estado y virtual candidato a la gubernatura. Es la primera vez que el PRI irá a las casillas sin una ventaja clara con respecto a la segunda fuerza política. Hoy día, las encuestas muestran un virtual empate técnico entre los partidos del gobernador Riquelme (más el PAN y el PRD) y el del presidente López Obrador. Algo inédito.

Madruguete mediático

Para el partido gobernante y los poderes fácticos, Ricardo Mejía no es el hijo pródigo digno de perdón y de ser recibido con los brazos abiertos, sino un desterrado, un judas al cual debe colgarse. «La marcha de la transformación —arengó el funcionario este domingo en la Plaza de San Esteban de la Nueva Tlaxcala— representa el deseo de un pueblo por dejar atrás el periodo más negro, más ruin, de la historia de Coahuila: el moreirato». El subsecretario de Seguridad Pública y favorito del presidente Andrés Manuel López Obrador para la gubernatura abandonó el estado cuando los Moreira tomaron el poder. En marzo regresó para defender el proyecto de la 4T, anunció AMLO en una de sus conferencias matutinas.

El desarraigo de Mejía lo reflejan las encuestas. En nivel de conocimiento está por debajo del senador Armando Guadiana y del exdiputado Luis Fernando Salazar, los otros aspirantes de Morena a la candidatura. En los medios de comunicación del estado tiene escasa cobertura y la mayoría de las menciones suelen ser negativas. El hándicap lo obligó a recorrer el estado para celebrar reuniones con maestros, obreros, empresarios y sectores disconformes con la situación del estado. En el proceso captó a disidentes y operadores electorales del PRI y otros partidos (Noé Garza, Jorge Luis Morán, Shamir Fernández y Rodolfo Walss).

Morena anunciará a su candidato el 12 de diciembre. El primer filtro favoreció a Guadiana. En la encuesta de conocimiento obtuvo el 76%, seguido de Salazar (53%) y Mejía (46%), pero otros factores de mayor peso decidirán la nominación. Así pasó en Estado de México donde la exsecretaria de Educación Pública, Delfina Gómez, superó al senador Higinio Martínez, quien había pedido una consulta ciudadana. La crítica contra Mejía es por anteponer sus aspiraciones políticas a su responsabilidad como subsecretario de seguridad pública, mientras la delincuencia organizada controla regiones del país y la violencia no cesa. Es el flanco más débil del exdiputado lagunero y exlíder de la CNOP.

Los aliados y colaboradores cercanos de AMLO son el blanco preferido de sus adversarios, de los grupos de presión y de medios de comunicación de derecha como Reforma. Un día antes de la marcha encabezada por Mejía, los diarios de ese grupo editorial intentaron presionar la postulación de Morena con una encuesta que ubica a Guadiana como el aspirante mejor calificado en todos los temas (honestidad, opiniones positivas, respeto a las mujeres). Sin embargo, Salazar lo supera por dos puntos (30% contra 28%) para ser el candidato. Mejía tiene una intención del 20%. La pesquisa, levantada entre el 13 y el 19 de noviembre, fue domiciliaria y se aplicó a mil ciudadanos con credencial de elector. «Los resultados reflejan las preferencias electorales y las opiniones de los encuestados al momento de realizar el estudio y son válidos solo para esa población y fechas específicas», observa Reforma.

Los medios de comunicación nacionales difundieron el comunicado sobre la caminata y el discurso de Mejía, sin omitir denuncias de acarreo, engaños y la participación de «mayoritaria» de ancianos (La Jornada, 05.12.22). La prensa del estado, casi en su totalidad, ignoró la movilización y las invectivas del subsecretario; y la que no, fue parca y adversa. «(El) Palacio Rosa es un espacio amurallado, distante del pueblo, donde se cometen corruptelas y abusos en contra de la gente», acusó. Mejía emplea la misma retórica de AMLO. «Coahuila es el último reducto de la mafia del poder», y la alianza PRI-PAN-PRD, su instrumento para detentarlo. «Más allá del resultado del proceso (para nombrar al candidato de Morena), hay algo que no necesita encuesta porque todos lo sabemos: ¡El PRI y los Moreira ya se van!», sentenció. E4

Torreón, 1955. Se inició en los talleres de La Opinión y después recorrió el escalafón en la redacción del mismo diario. Corresponsal de Televisa y del periódico Uno más Uno (1974-81). Dirigió el programa “Última hora” en el Canal 2 de Torreón. Director del diario Noticias (1983-1988). De 1988 a 1993 fue director de Comunicación Social del gobierno del estado. Cofundador del catorcenario Espacio 4, en 1995. Ha publicado en Vanguardia y El Sol del Norte de Saltillo, La Opinión Milenio y Zócalo; y participa en el Canal 9 y en el Grupo Radio Estéreo Mayrán de Torreón. Es director de Espacio 4 desde 1998.

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