No es discriminación. Mucho menos xenofobia. Tampoco es menosprecio a los derechos humanos. Es cuestión de sobrevivencia, de la protección y conservación de nuestras oportunidades, que tengamos más medios para salir adelante sin que tengamos que competir con la vorágine de migrantes que hoy han saturado las peticiones de asilo provenientes de las naciones más pobres del mundo y ahora hasta de Ucrania, cuyos ciudadanos tienen preferencia para ingresar a Estados Unidos por sobre todos los desplazados, incluyendo a los mexicanos.
Y es que las solicitudes de asilo en México se han disparado a niveles preocupantes, debido a que no somos un país desarrollado, sino un país con millones de pobres con graves problemas de seguridad pública, desempleo, salud y bienestar, como para estar dando asilo a más pobres y desplazados, convirtiéndonos en el tercer país con más solicitudes de asilo, después de Estados Unidos y Alemania, sin que tener el potencial económico de esos países desarrollados.
Hubo una época en que los mexicanos migraban hacia Estado Unidos sin dificultad y sin la competencia actual de otras nacionalidades que buscan acceder al llamado «sueño americano». Los estados que fueron parte de México se repoblaron de mexicanos, dando origen a la cultura chicana y sin conflictos con otras razas, sino con los anglosajones y los afroamericanos.
Todo cambió con la llegada masiva de salvadoreños a California, dando inicio a la Mara Salvatrucha, acérrimos enemigos de mexicanos y chicanos.
La amenaza de una creciente migración será pronto calificada de «invasión a México», debido a la nula protección de las fronteras del sur y a la masiva deportación de ilegales «en caliente» por parte del Gobierno americano que satura las ciudades fronterizas mexicanas con los deportados «en caliente».
Hoy, la Unión Europea está cerrada a la migración y la enfrenta de manera draconiana, con alambradas, gases lacrimógenos y deportaciones «en caliente». Y muchos africanos tienen cierto derecho, pues fueron colonias europeas.
Nosotros regresamos a lo que era nuestro: Texas, Nuevo México, Arizona, California, Utah, Colorado y Wyoming, aunque otra es la realidad y nos expulsan «en caliente».
Sólo el populismo ramplón de López Obrador permite la entrada masiva de migrantes, quienes, de manera violenta, agreden a policías, destruyendo oficinas públicas y cerrando carreteras, exigiendo derechos y asilo.
Por eso es plausible la actitud viril del gobernador Riquelme enfrentando la migración a Coahuila. Defiende a nuestro estado y su frontera de las consecuencias nocivas de la actuación del gobernador texano Greg Abbott, en caso de permitir lo que AMLO concede en el sur, el asedio migrante de turbas y caravanas.
La amenaza es global y silenciosa. La explosión demográfica es la catástrofe de este siglo: Millones de seres humanos que carecen de todo y que golpean la puerta de los que algo tienen. Este ya no es un tema para un simple Alto Comisionado de la ONU para Refugiados, tampoco de una Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados. La crisis es global. La cuarta parte de la población del mundo se dispone a migrar, a pedir asilo y refugio. El planeta no da para más.