Romper la apatía

Múltiples declaraciones, posicionamientos, iniciativas, textos y propuestas de diverso origen surgen a manera de interrumpir el curso autoritario del país. Mucho de ello se sintetiza en el señalamiento este domingo del consejero presidente del INE, Lorenzo Córdova: se precisa romper con la apatía para defender a la democracia.

Todo confluye en la oposición al llamado plan B de la reforma electoral. Sus efectos perniciosos sobre la institucionalidad democrática y la confiabilidad de los comicios están a la vista, además de su evidente inconstitucionalidad, reconocida también por la fracción morenista en la Cámara de Senadores. La resistencia viene de todos los frentes; la duda es si las instancias judiciales, particularmente el pleno de la SCJN, podrá revertir un proyecto que afrenta a la Constitución y a las instituciones electorales.

Romper la apatía es necesario. Así ocurre porque la fuente de la descomposición democrática se origina en el discurso mareador de las mañanas desde palacio nacional. Las palabras del presidente pervierten a la política. Lejos están de ser un ejercicio informativo o, si se quiere, una postura de debate sujeta a las elementales prácticas de civilidad. Del presidente se escuchan recurrentemente agresiones, insultos, falacias, imposturas para llevar a una grosera manipulación sin precedente en la historia política nacional.

Por ello se precisa romper con la pasividad y el silencio. No es suficiente una corriente política o de opinión que demande, reclame, defienda y promueva mejor ejercicio de la política. Tampoco es suficiente que la oposición se haya unificado para presentar un plan común para contener al autoritarismo en el plano legislativo, judicial o de debate público; los partidos y sus dirigencias no están en su mejor momento, ni cuentan con el ascendiente social que la situación demanda.

El 13 de noviembre es prueba de que la sociedad urbana ha decidido salir a la calle a defender lo suyo. Fue un acontecimiento revelador y muestra de que amplios sectores de la ciudadanía están resueltos a participar y a manifestar su rechazo al autoritarismo en curso. El presidente podrá contar con una mayoría legislativa sometida a su capricho, con un aparato partidista que no tiene el menor espacio de autonomía y de identidad que no sea la de él, con élites en connivencia con el poder, con un amplio sector de empresas de comunicación inmersas en la autocensura y la reproducción de la propaganda presidencialista. Dos acontecimientos ciudadanos revelan que el hartazgo no es marginal: los resultados de la elección de 2021 y la marcha del 13 de noviembre.

Efectivamente, es insuficiente porque el presidente no corrige, enfrenta; no acuerda, impone; no cede, acelera el paso autoritario. Entre los ejemplos, la réplica abusiva e intolerante a la marcha del 13 de noviembre o la reiteración de acabar con la institucionalidad democrática a través de una reforma legal, una vez que la iniciativa constitucional fue repudiada de forma contundente.

La expresión pública en defensa del voto y de la democracia debe hacerse presente nuevamente el 26 de febrero en el zócalo de la Ciudad de México y en las principales ciudades del país. Manifestarse y firmar la acción legal a manera de acreditar la legalidad y la confianza en la vía judicial. Es un mensaje al presidente de que el país no es de él, que la Constitución es el pacto que une a todos los mexicanos y, también, expresión para que tantos y tantos que rechazan el curso de la política nacional adviertan que no están solos, que millones de mexicanos de diversos orígenes sociales y políticos, en muchas partes del país, repudian la amenaza a la democracia nacional.

En los últimos meses se muestran signos y eventos que dan cuenta de la descomposición y la polarización provocada por el presidente, en una de sus variantes más preocupante es la acción criminal contra la libertad de expresión, a la que se acumula la agresión a la UNAM, al INE y personalidades relevantes de la vida nacional. López Obrador y su proyecto pierden terreno no sólo en la renovación de instituciones fundamentales del Estado mexicano, también ante la sociedad, que ha decidido romper silencio y defender públicamente lo colectivamente construido en bien del país y de su democracia.

Llamado de la historia

Privilegio de muy pocos es que la historia llame a su puerta. Cuauhtémoc Cárdenas es de esos. Así respondió junto a Porfirio Muñoz Ledo en la gesta que dio lugar a la democracia mexicana donde muchos otros participaron, no todos en la izquierda. Fue el caso, también, de Diego Fernández de Cevallos, Manuel J. Clouthier, Carlos Castillo Peraza y más. El valor de lo que hicieron Cuauhtémoc y Porfirio fue quebrar desde el interior al presidencialismo autoritario al crear el Frente Democrático Nacional. Sumaron a Heberto Castillo y también a siglas otrora satélites del oficialismo, PARM y PPS.

Cuauhtémoc no ganó la presidencia en 1988. La trampa se impuso. El comandante en jefe para avasallar a la oposición fue Manuel Bartlett desde la Secretaría de Gobernación, que igual mandaba en el órgano electoral que en la policía nacional, de triste memoria, la Dirección Federal de Seguridad, responsable del asesinato del periodista Manuel Buendía el 30 de mayo de 1984 y que llevó a la cárcel a Antonio Zorrilla, director de la DFS. También está la tortura y asesinato del agente de la DEA, Kiki Camarena en febrero de 1985, que hasta la fecha impide a Bartlett pisar suelo norteamericano por su imputación en el crimen.

Los resultados de la elección representaron el inicio del fin del régimen. Rosario Ibarra, «Maquío»y Cuauhtémoc, excandidatos presidenciales, obligaron al Gobierno a negociar un cambio profundo al sistema electoral para dar lugar al IFE y, en un proceso de sucesivas reformas, a la autonomía plena a manera de asegurar una democracia electoral que hiciera valer el voto y contuviera el abuso desde el Gobierno, como ocurrió sobradamente en la elección de 1988, génesis de la democracia mexicana y mérito de muchos, incluyendo a quienes desde el poder entendieron que elecciones justas y confiables representaban el mejor curso al futuro. Los comicios de 1994 se desahogan en condiciones muy complicadas por el levantamiento zapatista y el magnicidio de Colosio. Nota para destacar es el reconocimiento de Diego Fernández de Cevallos del resultado adverso, ingreso a la mayoría de edad democrática. Por cierto, quien ahora le impugna y cuestiona, AMLO, se ha negado a aceptar resultado que no le sea favorable.

Con José Woldenberg en el IFE y Ernesto Zedillo en la presidencia, el país ingresa por la puerta grande a la democracia. Sucedió así en 1997, cuando por primera vez la oposición tiene mayoría en la Cámara de Diputados y, en 2000, con la alternancia en la presidencia de la República. Para valorar los hechos y los logros alcanzados, así como la aportación de muchos grandes mexicanos en la transición democrática, sería suficiente considerar el punto de partida y las elecciones de 1988. En perspectiva, debe señalarse que nadie anticipaba el cambio sin ruptura ni violencia. El voto ciudadano fue el instrumento inteligente y civilizado para la transformación política del país.

La historia llamó a la puerta de Vicente Fox que logró derrotar al PRI, pero no pudo transformar al régimen. El PRI mantuvo la mayoría de los Gobiernos locales y, particularmente, el control de las Cámaras. El acomodamiento presidencial, la irregularidad en el financiamiento de su campaña (y en la del PRI), así como el miedo al cambio impidió una transformación trascendente a pesar del entorno interno y externo favorable. Porfirio y Cárdenas optaron por caminos diferentes. El tiempo da la razón a Cárdenas, a pesar del indiscutible talento de Porfirio y su aportación al debate nacional.

López Obrador gana la elección de 2018 en condiciones singulares. La quiebra moral del Gobierno de Peña Nieto y del PRI y la aviesa persecución al candidato presidencial del PAN hace que AMLO prevalezca con clara mayoría en todas las elecciones concurrentes, 30 años después de los comicios de 1988. Paradoja de la historia, el triunfo arrollador de la supuesta izquierda dará lugar a la involución democrática más severa conocida. La militarización de la vida pública y la devastación institucional a los órganos autónomos, especialmente los que garantizan elecciones confiables, así como la recurrente agresión a la libertad de expresión hablan y condenan por sí mismas. En la antesala a los comicios de 2024 el presidente agrede con singular denuedo al INE y a Lorenzo Córdova, quien bien ha entendido su responsabilidad histórica y ha salido a defender con todo lo que a todos pertenece. López Obrador a manera de reclamo a Cuauhtémoc Cárdenas por su postura no incondicional, dice que no hay puntos medios; el ahora presidente tiene razón y actúa en consecuencia, claramente ha optado por Manuel Bartlett, cuyo mayor pecado va mucho más allá del enriquecimiento en el servicio público.

Autor invitado.

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