La cultura de una ciudad vive en la pátina de lo que el observador aprecia en la vía pública. Podemos decir que la calle es un territorio donde se manifiesta la pluralidad, o la represión y el fascismo, como recientemente sucedió en la alcaldía Cuauhtémoc, de la Ciudad de México, donde, por orden de la alcaldesa, Sandra Cuevas, se borraron decenas de rótulos, en su mayoría avisos comerciales. No conformes con ello, crearon una horrenda uniformidad pintando de blanco los espacios, sobre los que añadieron el logotipo de la demarcación política más una desabrida leyenda: «Es tu casa».
Ante el alud de críticas, la alcaldesa se ha defendido argumentando que busca «dar una mejor imagen», «limpieza», «orden y disciplina de este nuevo Gobierno». Ha dicho también que para ella los comerciantes afectados no están descontentos, de otra forma ya se hubieran manifestado. Me parece muy cuestionable la visión de Sandra Cuevas al querer imponer su forma de lo que es «una mejor imagen», «limpieza» e incluso «orden y disciplina». Sus argumentos suenan fascistoides y poco tolerantes ante lo que no es como ella o no comparte su forma de ver el mundo.
Los rótulos, carteles y otras expresiones de la gráfica popular son parte del patrimonio con el que se expresan los habitantes de una ciudad tan diversa como la Ciudad de México. La actitud de la alcaldesa tiene la misma motivación que los conquistadores españoles cuando arrasaron con los símbolos indígenas para sustituirlos por los suyos e implantar no sólo una nueva religión, también una nueva forma de vida. En el perfil de Twitter @SandraCuevas_, que supongo es de la alcaldesa, dice «…Solo Dios pone y quita reyes (Daniel 2:21)». Es muy libre de tener el culto que quiera, nada más que augura una visión muy obtusa y muy poco tolerante para un puesto de la responsabilidad política que ostenta. ¿Deberá adaptarse el territorio que gobierna a su visión del mundo? ¿Impondrá también criterios para la música, el tipo de comida, la forma de vestir, el lenguaje, el culto, un tribunal como la Santa Inquisición, un ordenamiento de la moral y las buenas costumbres?
Uno de los libros que atesoro es Sensacional de diseño mexicano. ¡Plus Mejorado!, de Juan Carlos Mena en conjunto con otros autores (incluyendo una original colaboración en el lomo, de Carlos Monsiváis). Podría ser un ejemplar prohibido en la alcaldía Cuauhtémoc, al estilo de los textos heréticos que suelen tener las religiones. Se trata de una estupenda compilación de rótulos, carteles y etiquetas, donde se manifiesta una parte del ser mexicano: la osadía de la voluntad ante la técnica, pues si bien la mayoría de las obras adolece de los criterios académicos del muralismo y el diseño gráfico, tienen otro valor en cuanto representan un lenguaje complementario del hacer y vivir la ciudad. Escribió Mena: «La creatividad de generaciones de impresores y diseñadores sin título han creado un entorno visual fascinante que no sólo no había sido reconocido, sino que se consideraba anticuado y corriente». Pues, malas noticias, estimado Juan Carlos, Sandra Cuevas considera corriente e indigno este tipo de expresión.
Por supuesto que cualquier diseño popular es técnicamente mejorable, sin embargo, una intervención (ya no digamos su erradicación) atenta contra la esencia del símbolo. Ordenar su tipográfica es también eliminar el descaro con que fueron hechas muchas leyendas, es quitarles su personalidad y su sello distintivo. Corregir donde dice «Vulcanizadora se venden llantas ceminuevas» o «Lavado apresion engrazado» es mutilar la realidad. Uniformar los anuncios y letreros va contra nuestro código cultural, quizá funcione bien en Dinamarca, pero no en la Ciudad de México. Tener espacios en blanco no es parte de nuestra cultura, por ello el papel picado hace formas con sus huecos, para tener algo, quitarle el vacío; lo mismo la talavera poblana, que hace de la loza blanca un lienzo. Tendemos a llenar espacios y cubrir el blanco. Será cuestión de tiempo para que la expresión cultural brote de entre las piedras de la intolerancia que hoy ha puesto la alcaldesa de Cuauhtémoc.
Imagino un nuevo arte callejero con esta leyenda: Los rótulos tienen futuro, la carrera política de una fascista, no.
Fuente: Reforma