Soneto a Cristo crucificado

No me mueve, mi Dios, para quererte

el cielo que me tienes prometido,

ni me mueve el infierno tan temido

para dejar por eso de ofenderte.

Tú me mueves, Señor, muéveme el verte

clavado en una cruz y escarnecido,

muéveme ver tu cuerpo tan herido,

muéveme tus afrentas y tu muerte.

Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera,

que aunque no hubiera cielo, yo te amara,

y aunque no hubiera infierno, te temiera.

No me tienes que dar porque te quiera,

pues aunque lo que espero no esperara,

lo mismo que te quiero te quisiera.

El anónimo «Soneto a Cristo crucificado», también conocido por su verso inicial «No me mueve, mi Dios, para quererte», es una de las joyas de la poesía mística en lengua española. Podría considerarse de lo mejor de la poesía en español de la segunda mitad del siglo XVI. Aunque su autor permanece desconocido, se atribuye con gran fundamento al doctor de la Iglesia san Juan de Ávila, sin embargo, algunos lo atribuyen también al agustino Miguel de Guevara, otros a Santa Teresa de Jesús.

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