Los temblores aún no se han ido,
los sueños me atrapan y
se confunden con la realidad.
El espejo refleja el alma y
un bizarro bosquejo de mí.
Mi antigua yo hecha trizas,
sin extremidades y
muy pequeña,
un ser delicado que muere
en acción y
su sangre fluye como un mar.
No hay rescate, sólo llanto.
No hay esperanza, sólo luto.
Una corriente espumosa
de un ser inolvidable y extraordinario que ha partido ya.
Hay una canción de salvación,
que por primera vez
conecta a todas las almas
presentes en una habitación.
El desaliento entonces
toma un poco de color,
y se esfuma poquito a
poquito el dolor.