También soy mujer

El 8 de marzo es un día en el cual las mujeres de distintos ámbitos de la sociedad refrendan y defienden su lucha por la igualdad. Sin embargo, no todas se sienten cabalmente representadas

El Día Internacional de la Mujer se ha convertido en una fecha relevante para el movimiento feminista en nuestro país que ha alzado la voz para defender sus derechos y reiterar el reclamo ante las aún condiciones de desigualdad laboral y profesional, la persistencia de la violencia machista, sexual, psicológica, acoso, los feminicidios, etcétera. El poder de su voz y la beligerancia de sus demandas durante la tradicional marcha han visibilizado especialmente a las mujeres heterosexuales, no así a las lesbianas o bisexuales, quienes parecen caminar a la sombra de aquellas. En el marco del 8M, una mujer, Ari Castillo, asumida como bisexual, comparte su vida, los obstáculos que ha enfrentado, la superación y proceso de evolución individual. Una historia tan íntima como inspiradora.

Ari tiene 36 años de edad, es originaria de Saltillo y su profesión es terapeuta. Es hija de madre soltera y un padre ausente, quien no le dio su apellido; un hombre machista, alcohólico y drogadicto. No tenían dónde vivir. Padeció maltrato y carencias en su niñez; su padre golpeaba a su mamá y llegó a ser testigo cuando él le arrojaba la comida. Las adicciones llegaron a tal grado que terminaron por separarse; ella era muy pequeña. Su progenitora es de un rancho de Nuevo León que muy joven arribó a Saltillo; a los 20 años la tuvo. Sus tías fueron quienes le pusieron el nombre y la registraron en el Civil. Vivió una temporada con su abuela materna en el rancho, uno o dos años; así como con las hermanas de su madre. Cuenta con cuatro hermanos por la parte materna, uno falleció recientemente; del lado paterno hay otros hermanos, pero sólo conoce a dos.

También tuvo una madre ausente, ya que trabajaba doble turno para sacarlos adelante, por lo que ella confiesa fue una mamá sombra: atendía a sus hermanos menores y hacía la limpieza de la casa. «Todos los días cuidaba a mis hermanos, prácticamente era ama de casa; no viví la etapa de adolescencia como mis amigas».

En la escuela no era la más enfocada, confiesa, estaba ausente por toda la problemática en casa. «Sí, pero mi mente estaba en otro lado». No se aplicaba mucho por las cuestiones que vivía, «nadie me checaba las tareas ni nada». Tampoco fue problemática; trató de ser amigable y sociable en su entorno.

Cursaba la secundaria cuando adquirieron casa propia, donde al principio no tenían luz, pero eso no importaba, era feliz de tener al fin su espacio. «Ya no me hacían sentir menos». No obstante, cargaba con el pasado de sus padres y el estigma de su orientación sexual. Eres la única de la familia que se ha asumido (sobre su sexualidad) y no podrás (salir adelante), le decían. «Eres una bastarda, no llegarás a más, eres el reflejo de tu mamá; para los 15 años te vas a embarazar, caerás en alcoholismo y en drogas. Son palabras que te duelen y te pegan», refiere.

Una vez que concluyó sus estudios de Secundaria, deseaba hacer la Preparatoria, pero le significaba un mayor gasto a su mamá y no podía sufragarlo, por lo que ingresó a trabajar en tanto seguía cuidando a sus hermanos. Mientras laboraba de farmacéutica, un día vio a su padre en la calle como indigente y le contaba a sus compañeros de trabajo «él es mi papá». Confiesa que físicamente se parecían mucho y ella se presentó con él, quien le preguntó «¿de quién eres?» y es que el hombre tiene hijos regados. «Yo ando como ando, tú ve por ti», se sinceró él. Nunca quiso verla, a pesar de que en la calle se lo topaba con frecuencia. Al comienzo de la pandemia por la COVID 19, murió por congestión alcohólica. Procreó muchos hijos con distintas mujeres; nunca estuvo con nadie. Precisamente cuando se desempeñaba como farmacéutica tenía puras compañeras, la mayoría señoras, quienes le expresaban malestar por su sexualidad, le hacían comentarios de que se trataba de una enfermedad o de que eran unas trastornadas. Entraba gente a trabajar que se percibía su sexualidad distinta a la hetero y decían «¡qué asco!». Observó mucho prejuicio, sin embargo ella no ahondaba en esos temas con esas empleadas, quienes incluso se alteraban cuando abordaban el asunto; optó por no involucrarse.

Desde los 16 años intentó hacer el bachillerato abierto aprovechando campañas del INEA, lo que le serviría además, de escape a su vida de ama de casa, pero no lo culminó debido a las múltiples ocupaciones que tenía. Por otro lado enfrentó la falta de respaldo y solidaridad de las novias o novios de esa época, quienes lejos de motivarla la desalentaban a que se superara. ¿Para qué estudias?, le cuestionaban. Para colmo, en uno de sus intentos por superarse, la estafaron y perdió dinero. No fue sino hasta los 27 años cuando concluyó la educación media superior, gracias a su tesón y al apoyo y estímulo que su pareja actual (mujer) le brindó.

Decidió estudiar la Licenciatura en Psicología, una carrera que económicamente podía solventar. Las ganas de salir adelante y ser mejor siempre las tuvo. Antes de ingresar a la universidad tomó múltiples cursos de forma autodidacta, como la elaboración de velas y jabones, así como aplicar inyecciones dentro de la preparación en primeros auxilios. La dura vida que había tenido le dio mucha fuerza de voluntad y de no tomar a mal lo que le decían; decidió enfocarse en sobresalir y salir adelante.

Para entonces, ya tenía vivienda propia resultado de que comenzó a trabajar y cotizar desde muy joven, lo que le permitió adquirir un crédito hipotecario, por consejo de su madre. «Yo te puedo ayudar, pero la que va a batallar eres tú, porque tomarás decisiones», recuerda que le decía. Ari admira mucho a su madre, porque siempre le dio consejos, luchó por sus hijos y jamás se atuvo económicamente a las parejas, quienes nunca le resolvieron y respaldaron. De entre otras cosas que le reconoce, es que logró hacerse de una casa y nunca cayó en adicciones. «Te doy lo que puedo y toma tus decisiones y tu camino, ¿porque si no estoy?», era de las reflexiones de vida de su mamá hacia los hijos.

Recuerda una anécdota: «Nos puso a instalar un piso con pala y cemento en la casa que compró, no sabíamos hacer esas labores, le pedí que contratara a alguien. No hay dinero, me respondió, y nos fue diciendo cómo hacerlo». Otra de las mejores enseñanzas de su progenitora, fue no depender de un hombre. «No atenerse a alguien, lo tienes que hacer tú, valerte y esforzarte».  El no ya lo tienes, ve por un sí, tienes que ser fuerte, son otras de las recomendaciones maternas. «Mi mamá me dio lo mejor que pudo, nos dejó valores pese a que fue una madre ausente», señala Ari.

Rememora que en su pasado padeció humillaciones. «Te hacen sentir mal y te la crees. Viví muchas cosas por ser una mamá sustituta de mis hermanos, pero tampoco había tiempo para hacerte menos». Asimismo, le ofrecieron drogas y más… no las aceptó. A los jóvenes que cayeron en drogas o que han vivido situaciones difíciles, les comparte su experiencia de vida y los motiva a persistir.

Concluyó la carrera profesional a los 33 años de edad, período en el que hizo cursos y diplomados relacionados con la psicología. «Nunca pensé en estudiar y mucho menos terminar una maestría». La maestría es en Terapia de Pareja y Familiar. «Mi pareja siempre estuvo conmigo, los maestros me decían que mi sexualidad y forma de vestir lo escondiera (tiene tatuajes), que lo dejara en casa, porque no me tomarían en serio. Me he topado con esos pensamientos hoy en día con jóvenes que no se aceptan o no salen del clóset. Nunca voy a ocultar lo que soy, aunque soy una mujer femenina y me han dicho que no parezco».

Ni pareces lesbiana, le han dicho los hombres en el área laboral, se te va a quitar si andas conmigo. Ari nunca se quiso llevar con ellos, porque luego de darse por vencidos en su intento de cortejarla, intentaban llevarse pesado y faltarle al respeto, pero ella se mantuvo firme, decía «soy mujer y merezco respeto». Y es que ha ocupado cargos de liderazgo y no podía permitirse el perder autoridad ante el personal de menor rango, y menos por sus preferencias sexuales.

Ari trabaja actualmente en una empresa de seguridad y se desarrolla en el área administrativa, donde brinda capacitación y pláticas al personal de nuevo ingreso y al ya existente sobre derechos humanos, acoso laboral, riesgo psicosocial, salud mental, adicciones. En la inducción que les imparte, aunque no forma parte del programa, ella los educa para hacer conciencia de que los varones también pueden sufrir acoso, el cuidado de la salud mental y el amor propio, el ser empáticos con los demás y de cerrarle las puertas a las adicciones futuras.

Al día de hoy su mayor logro es haber terminado una licenciatura y la maestría, porque no tenía solvencia económica y por provenir de la comunidad LGBTQI+. «Sientes que esas metas que te propones no van a llegar, pero es tu mente la que te detiene y finalmente demuestras que nosotros de la comunidad también podemos ser profesionales».

En un futuro desea tener su propio consultorio y ofrecer pláticas en línea. Inquieta y ávida de conocimiento y superación, Ari continúa superándose. «Estoy estudiando lo que de niña siempre quise y que me hace feliz: inglés, doblaje y actuación en Costa Rica (en línea), deseo ser conferencista y dar pláticas. Me gusta el anime para doblar películas».

Su orgullo de ser mujer lo resume en haber superado las barreras de la sexualidad y de la edad, porque se topó con eso en la Universidad al haberla iniciado prácticamente a sus 30 años. Considera que ha puesto la semilla de cambiar los tabúes y en más apertura en la sociedad, que las personas que se asuman distinto a las heterosexuales no se sientan forzadas ni con miedo, y especialmente, educando. «Las mujeres somos muy fuertes, resilientes y todo lo podemos; no hay profesiones ni colores de un género, lo que tú decidas ser. No tienes que depender de nadie, somos capaces», finaliza. E4

Monclova, Coahuila, 1973. Licenciada en Comunicación por la UAdeC. Desde 1996 ha trabajado como reportera en radio, prensa y el sector público. Premio Estatal de Periodismo en el 2000 y en 2005, además de Premio Estatal por Trayectoria Periodística de 25 años. Obtuvo Mención Especial en el «Primer Certamen Literario Internacional de la Fundación SOMOS» año 2015, de EE.UU. Sus fotografías han sido publicadas en medios locales, en el periódico español El País y en la revista Hispanic Culture Review. Colabora en Espacio 4 desde 2013.

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