Terminó el show de la carpa política que trascendió del plano empresarial a de los gobernantes respecto a la instalación de una de las plantas automotrices más importantes del mundo en el futuro de la construcción de vehículos eléctricos en la víspera de una nueva era de la movilidad para el planeta.
El propietario de la giga-planta, considerado el hombre más rico del mundo, con empresas que destinan sus recursos y producción de productos y servicios que serán parte del uso de los seres humanos en el futuro, logró lo que tal vez ni siquiera un Gobierno vecino como el de Estados Unidos pudo: que un presidente no cambiará la decisión original de instalar la planta en el norte de México.
La inversión total, en etapas, para la instalación de Tesla en el municipio de Santa Catarina, asciende a los 10 mil millones de dólares en varias etapas y generará 35 mil empleos directos e indirectos.
Además, se tiene prevista la producción anual de un millón de vehículos eléctricos de dos modelos que se venderán en el mundo, sobre todo en el mercado europeo y asiático donde se aceleran las disposiciones legales para que en al menos 10 años sólo se permitirá la circulación de vehículos de energía eléctrica.
Trascendió extraoficialmente que los terrenos ubicados en la carretera Monterrey-Saltillo, tuvieron un costo de al menos 2 mil 500 millones de pesos y que la construcción de la mega planta podría iniciar después de la mitad del año para poder comenzar actividades de maquila en poco más de un año, con el antecedente de que en China la edificación de la giga-planta demoró casi un año.
El tiempo récord de construcción se antoja difícil de superar en Nuevo León por la burocracia gubernamental y empresarial que existe en México, pero como dicen por ahí «con dinero, baila el perro» y en una de esas pues constructores y proveedores mexicanos con los extranjeros podrían dar el campanazo.
La instalación de esta factoría automotriz no sólo significaba un botín político y económico para autoridades de Gobierno de los tres niveles por la medalla que se cuelgan y que ya cada vez menos se creen sobre la creación de nuevos empleos y la generación de inversiones.
Es también botín político porque los gobernantes buscan a través de argucias legales y de Gobierno que los proveedores en la construcción y operación utilice productos y servicios que pueden ser ofrecidos por negocios, algunos fantasmas, o por empresas donde hay una comisión y raja económica para los gobernantes.
Por eso y otros factores, la pelea promovida por el poder ejecutivo federal para llevar la inversión a un estado afín al movimiento político-electoral que sustenta al actual grupo de poder federal que permita su permanencia en el poder y financie sus movimientos y obviamente sus bolsillos y finanzas personales.
Las presiones federales al Gobierno de Nuevo León para desistir de la llegada de Tesla, no tuvieron eco, y no por la capacidad de su gobernador o por la falta de información y conocimiento del Gobierno federal, sino porque el dueño de la factoría encontró la mejor opción para su negocio, no para el estado y el municipio y mucho menos para el país, sino para el éxito de su inversión.
Es muy claro que el clúster automotriz de este país empieza en el norte del país y llega si acaso al centro de la nación y es muy claro que si una empresa nueva de este ramo se va a instalar lo va a hacer en estas regiones por la proveeduría y por su cercanía con las fronteras, no con estados del sur del país donde además hay un rezago tecnológico y de infraestructura para este tipo de inversiones.
Tesla es una gran noticia para el norte de México, pero ahora requerirá de una verdadera voluntad de los Gobiernos federal y de Nuevo León para mejorar infraestructuras y conectividades terrestres y aéreas para que la empresa tenga el éxito que busca y deje los beneficios que todos esperan.