Un final insospechado

En la opinión de millones de mexicanos que hace seis años votaron abrumadoramente por él, después de dedicar toda su vida a llegar a la cúspide del poder presidencial como un novedoso mesías tropical, contrario a lo que planeaba, soñaba y anhelaba, AMLO corre el riesgo de salir por la puerta de atrás de Palacio Nacional, convertido en el peor presidente que México ha tenido en los últimos años.

Las coronas de laureles que en su natal Macuspana soñó adornarían sus sienes al concluir su mandato, aclamado por las multitudes de sus súbditos que abarrotarían las avenidas de los principales pueblos y ciudades de la república, aclamándolo a semejanza de la Roma imperial, cada día que se acerca el 2 de junio como el día D de su cuestionada y controvertida gestión presidencial, sus más renombrados críticos, politólogos, y analistas de la vida política nacional, coinciden ante el quiebre institucional que vivimos auspiciado por su Gobierno, que será muy difícil que dichos honores los pueda recibir después de que concluya su mandato presidencial.

Es lamentable que sus aspiraciones de ser el más grande presidente de México comparado sólo con José María Morelos, Miguel Hidalgo, Benito Juárez, Francisco I. Madero y Lázaro Cárdenas, vaya a ser recordado en la posteridad como el gobernante que polarizó y dividió al país; que acabó dándole la espalda a la investigación científica al liquidar —en lugar de impulsar— a organismos descentralizados como el CONACYT; que no respetó la división de poderes establecida por el artículo 49 constitucional, convirtiéndose en el más grande crítico y calumniador del Poder Judicial de la Federación, que ha sido hasta la fecha el único que no se ha sometido a sus intereses y proyectos del Gobierno de la 4T.

Es también lamentable que su Gobierno vaya a pasar a la historia como el que desmanteló y acabó con el Servicio de Salud Pública que representaba el Seguro Popular, que había venido funcionando con éxito desde Vicente Fox hasta Enrique Peña Nieto, para ser substituido por el IMSS Bienestar,  bajo la soberana mentira que los mexicanos gozaríamos con él, de un sistema de salud mejor que el de Dinamarca; que incumplió su promesa de campaña de regresar al Ejército a sus cuarteles, y en lugar de hacerlo, lo tiene disperso en todo el territorio nacional, realizando funciones y trabajos que no corresponden a lo mandatado por la Constitución, mientras la inseguridad y presencia del crimen organizado con sus inacabables baños de sangre del todo impunes, tienen en vilo la paz y tranquilidad en varias regiones del país.

Pese a todos los signos evidentes de un estado fallido que los mexicanos presenciamos día a día, pero que él se empecina en negar al sostener con su clásica frase de siempre «que él tiene otros datos», son sus dichos, frases y desplantes no propios de un jefe de Estado, que harían sonrojar al mismo Jesús Martínez «Palillo» y «Clavillazo», lo que abona que su sexenio vaya a ser recordado triste y negativamente, como así lo aseveran los miles de mexicanos que abarrotan las marchas multitudinarias, que han ocupado en diversas ocasiones no solo la mayoría de las principales ciudades y capitales del país —la última la de la «marea rosa» del pasado domingo 19 de mayo— sino también las principales calles aledañas del Centro Histórico y Zócalo mismo de la Ciudad de México, que señalan y califican al Gobierno de la 4T, y con ellos su continuidad en caso que su «corcholata» preferida Claudia Sheinbaum, ganara las elecciones del próximo 2 de junio, como un verdadero peligro para el desarrollo y futuro del país.

Varias son las «joyitas» que el titular del Poder Ejecutivo desde «la mañanera», convertida en tribuna personal para atacar y difamar a sus enemigos y críticos, ha hecho ya famosas por su sarcasmo e ironía propia no de un jefe de Estado, sino de un peleonero de «barriada».

«A mí no me vengan con que la ley es la ley», que le sirvió para demostrar no solo su desprecio hacia los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y al Poder Judicial Federal por ellos representado, sino también su falta de respeto al Artículo 87 de nuestra Ley Fundamental que él juró respetar, cumplir y hacer cumplir cuando el 1 de diciembre del 2018 asumió el cargo.

«Hay que acabar con las instituciones», es otra ya de sus clásicas frases que muestran su desprecio hacia el orden constitucional establecido, mismo que con la complicidad del Congreso y Senado de la República cuyos integrantes son de mayoría morenista, ha ido desmantelando poco a poco al decretar la desaparición de innumerables organismos descentralizados, fideicomisos públicos y programas del Gobierno Federal, cuyos fondos, al estar destinados a combatir los siniestros, inundaciones, temblores y demás fenómenos de la naturaleza, hacían justificable su existencia.

Otra de las frases que pasarán a la posteridad como uno más de sus desatinos personales para combatir el problema de salud pública que afrontó el país durante la pandemia del COVID, fue el de haber afirmado de manera desafortunada, que la misma le había caído «como anillo al dedo» a su Gobierno para demostrar la supuesta eficacia que hoy está demostrado fue un total fracaso, de las medidas instrumentadas en el sector salud para hacer frente a dicha pandemia, que debido a los errores para combatirla, está acreditado que costó la vida de miles de mexicanos.

Sin embargo el día que los historiadores del futuro traten de averiguar la raíz y fondo de sus programas de gobierno, tendrán que acudir forzosamente a una de las frases que desenmascaran los verdaderos propósitos de su gestión presidencial, al desnudar la demagogia y farsa electoral que ha sabido siempre manejar con doble cinismo, pues por un lado se ha erigido en defensor de las causas populares de los sectores marginados, y por el otro, tuvo el cinismo de admitir que es la pobreza en que viven algunos sectores de la población,  el motivo que justifica sus planes de gobierno cuando afirmó sin el mayor asomo de respeto hacia dichos sectores marginados, lo siguiente:

«Ayudando a los pobres, va uno a la segura, porque ya saben de qué cuando se necesita defender, en este caso la “transformación”, se cuenta con el apoyo de ellos; no así con los de la clase media ni con los de arriba, ni con los medios, ni con la intelectualida (sic) tonces (sic) no es asunto personal es un asunto de estrategia política. Morena obtiene sus votos con la gente más ignorante; entre más analfabetismo, más apoyo a Morena».

Con tales antecedentes, es triste pues el futuro que espera al país si su «corcholata» preferida ganara las elecciones del 2 de junio, pues está aceptado que ella se encargaría de continuar con todos los programas que AMLO dejará inconclusos.

Pero tal decisión dependerá del voto de los mexicanos, que ese día al emitir su sufragio decidirán al hacerlo, el futuro del México que desean para esta, y sus próximas generaciones.

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