Un tranvía llamado deseo

El título de la presente columna solo me sirve como tal, dejando a un lado la trama de la obra de Tennessee Williams, el célebre dramaturgo estadunidense.

El caso que me ocupa sería «Un Metrobús llamado deseo», pues su estancamiento frenó una de las necesidades urgentes en La Laguna, en cuanto a movilidad se refiere, y que planteándolo al Gobierno de la federación su construcción debió principiar hace cinco años y que solo ha quedado en eso, en un deseo, pues las obras que fueron iniciadas constituyeron un porcentaje de avance irrisorio, y que ahora mismo son un intento de obras en que ese lustro que ha pasado, los ha convertido en una infraestructura dañada por los años transcurridos, gracias a los polvos laguneros y a los grafiteros que descargan su desamor con su ciudad, y que hoy en día refleja abandono, contribuyendo a una antiestética que espanta al turismo.

Desde luego y por lo que haya sido, esas obras son el resultado de la incuria oficial, de cualquier orden de gobierno, el local solo se limitó a decir que es una obra del Gobierno del estado, sin hacer ningún reclamo que defendiera a su ciudad por el nulo impulso que se ha dado a esa obra tan necesaria para la población, que sería de gran apoyo a la movilidad.

Según datos consultados, el presupuesto asignado para la construcción del Metrobús ya es insuficiente por el incremento que en su costo le ha transferido la inflación que lo hace más cuantioso, de manera que el precio final redundará en un beneficio menguado por el retorno del dinero, y que aunado a cantidades que al parecer no se aclararon según la Auditoría Superior de la Federación (ASF), surgió además la mala calidad en los trabajos que se emprendieron por la falta de supervisión por parte del Gobierno estatal, que no sancionó a los que tenían la responsabilidad de la construcción, por lo que esa indolencia cobrará muy cara la obra a su término, y además de que, parte del atraso en su ejecución, el gobernador lo atribuye a la pandemia que nos azota, nada más que eso no embona del todo, pues el mal lleva por estos días un año y nueve meses aproximadamente y ya desde hace por lo menos dos o tres meses se estaba en la posibilidad de realizar diversos trabajos de gabinete, juntas con los concesionarios, etcétera, obviando tiempo; pero, en fin, ya no podemos regresar el tiempo.

Comprométanse realmente con ese encargo, autoridades y concesionarios, pero sobre todo con voluntad, y reanúdense los trabajos en los que se vayan palpando avances, a fin de que la población corrobore que verdaderamente son las autoridades en las que confiaron al llevarlos al poder, y que con el trabajo de esta necesaria obra no se vean decepcionados, ya que eso se debe ver ya en la práctica, pues no basta decir que «el Metrobús va porque va», para eso se necesita empeño que debe demostrarse ahora mismo, o ¿habrá que esperar a que el nuevo presidente municipal inicie sus funciones y sea participe de una obra a la que él ni siquiera le dio un soplo y que por lo tanto no le corresponde colgarse una estrella, a pesar de que el pueblo se haya esperado casi seis años para su funcionamiento?

Torreón es una gran ciudad que no merece esos «desprecios oficiales», sean del orden que sea, que no le dan valor a las grandes obras que son vinculantes a otras que ayuda a detonar el crecimiento de la ciudad, y que contribuyen a procurar una mejor calidad de vida.

¿En dónde están los poderes fácticos, los grupos de poder por más que se encierren en una burbuja? ¿En dónde están para que salgan en defensa de la construcción del Metrobús? Pues esa tutela entraña satisfacer una necesidad apremiante que debió estar cumplida por lo menos hace tres años, lo que se puede traducir en que el ambiente lagunero que aglutina a los empresarios dedicados a esas obras, no mostró la «expertiz» para inducir a concluirlos por más tiempo que le haya restado la epidemia.

Señor Riquelme: a usted le faltan exactamente dos años para concluir su administración, la pregunta a su afirmación es: el Metrobús, ¿va porque va?

Se lo digo en serio.

Autor invitado.

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