Una insinuación a la democracia

«Creo que debe haber más de una voz en una sociedad saludable». La frase es del doctor chino Li Wenliang, poco antes de morir afectado por el coronavirus, de cuya existencia él mismo había advertido al mundo desde Whohang, el 30 de diciembre de 2019.

Supongo que a ninguno de nosotros nos resulta difícil entender que las últimas palabras externadas por una persona poco antes de morir pueden, en algunos casos, resultar por sí mismas particularmente relevantes.

Considero que es el caso de lo que poco antes de fallecer externó el doctor Li Wenliang. Pienso que sus palabras encubrieron una audaz insinuación (aunque velada y quizás un tanto temerosa) de que el sistema gubernamental de su país, grandioso y admirable este último por múltiples razones, debería abrir sus puertas a la democracia.

La nación china, insisto, está integrada por un pueblo de una cultura hermosa y admirable que en un lapso de tiempo relativamente corto ha logrado un extraordinario desarrollo científico y tecnológico, ¡tanto asombroso cuanto envidiable! La «pregunta del millón» pudiera ser, para nosotros los occidentales: ¿Hasta qué punto el grueso del pueblo chino está o no satisfecho con el logro de ese increíble desarrollo científico y tecnológico a cambio de sujetarse a las disposiciones de un régimen de gobierno absolutista y autoritario?

Sin que mi propósito sea, en absoluto, «dogmatizar» sobre este tema, pienso que la «ventaja» del pueblo chino sobre la situación que prevalece en otros países pudiera ser que el mismo parece estar perfectamente consciente sobre cuál es y en qué consiste el actual régimen político que lo gobierna. Resulta más lamentable la situación gubernamental de algunos otros países en los que a los gobernados se les insiste reiteradamente que están bajo un régimen democrático, cuando en realidad se encuentran sujetos a las decisiones y disposiciones unipersonales y definitivas de un gobierno que en último término resulta también dictatorial y autocrático, muy lejos de lo que debe ser una verdadera democracia social que vele sin distingos por todos los diversos sectores de la población, sin asumir «a priori», y de manera por demás absurda, que todos los económicamente «pudientes», así como todos los económicamente limitados son, por el simple hecho de serlo, malos… ¡o buenos!

Deja un comentario