Vientos en la diócesis de Saltillo

Los puntos divergentes entre los obispos de Saltillo, el emérito y el titular, con relación a la existencia de eclesiásticos homosexuales, han dado de qué hablar en el sentido de que, mientras el emérito aduce que en la diócesis existen sacerdotes con preferencias sexuales de su mismo género, el titular dice que él no tiene conocimiento de esas circunstancias.

Desde luego, esa situación es preocupante, pues los presbíteros, como humanos que son, tienen necesidades fisiológicas que ayudan a la autorrealización, como la respiración y la alimentación entre otros, y que por un sustento legislativo muy antiguo, por otros intereses, les prohíben desahogar esas necesidades con una mujer, siendo que realmente ese mandato no es un dogma, además de que esas prohibiciones los orillan a que las realicen con gente cercana a su ámbito, a veces con menores, lo cual representa una atrocidad de escala superlativa, y lo mismo cuando tienen cercanía con personas del mismo sexo, pues su condición humana se los exige.

Las declaraciones del obispo emérito Raúl Vera dieron lugar a manifestaciones del titular de la diócesis, monseñor Hilario González, quién sentenció que él no tenía conocimiento de que dentro de su jurisdicción eclesiástica hubieran sacerdotes homosexuales, como lo dijera monseñor Vera, quien durante su periodo como titular se abstuvo de pronunciarlo, lo cual ahora traslada esa referencia al actual obispo, pues solo en algunas ocasiones se refirió a la existencia de sacerdotes pederastas y que, ahora, de existir alguien con esas preferencias puede ocasionar lesiones irreparables a las víctimas, ya que una persona con esas desviaciones crea problemas en virtud de que ellos, al tener la necesidad fisiológica, lo pueden llevar a cabo, con el riesgo de la trascendencia y ser motivo de un escándalo que tendría que enfrentar don Hilario González.

Después de recorrer un periodo episcopal en aguas agitadas, ahora mismo con la presencia de una nueva corriente ya en aguas más tranquilas, la diócesis navega en su barca por vertientes conducidas a reforzar el magisterio de la Iglesia, y retomar esos caminos que algunas veces fueron descuidados por la preeminencia que le daban a los asuntos mundanos que atrajeran reflectores y fama, logrando que esa actitud influyera en que se perdiera el contacto con la gente, lo cual es el mejor modo de perder el contacto con Dios.

Sin embargo, el trabajo de la Iglesia, sanadora de almas, debe continuar dejando en el olvido las experiencias pasadas y renovar el camino revitalizándola, dejando que monseñor Hilario conduzca su rebaño sin intromisiones —y asido de la mano de Dios, pues esos caminos son perfectos—, con la misma libertad que el recién fallecido monseñor Francisco Villalobos —un hombre de una gran fe, como lo dijera el gobernador Miguel Riquelme—, que respetó los quehaceres de monseñor Vera, y quien ahora descansa en paz en las criptas bajo el altar mayor de la Catedral de Santiago de Saltillo.

La Iglesia es clásica, es una y en todos estos problemas deben unirse las voluntades e ir disipando todo lo que de alguna forma la deteriora, máxime cuando sus propias piezas cometen actos que, aunque consideran que no contribuyen a dañarla, logran una lejanía por parte de la feligresía que no ve con buenos ojos a clérigos que con su sotana quieren apartar su verdadera personalidad.

Los que pertenecemos a la Iglesia católica debemos estar unidos y apoyarla, a fin de que sea una verdadera institución espiritual donde tengamos nuestro refugio, y a cambio ser cooperadores para su mantenimiento, pues seguramente ella, la Iglesia, irá cada vez más higienizando las manchas que le han achacado, y que desgraciadamente algunas son verdaderas que la denigran.

Empecemos a colaborar y que las voces discordantes que todavía tuercen los renglones de su camino, sean calladas por la indiferencia. Se lo digo en serio.

Autor invitado.

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