¿Y la democracia, apá’?

Desde la óptica estadística, las democracias, a nivel internacional han sido el sistema más estable en los últimos 60 años, persisten las dictaduras y también las variantes híbridas. ¿Por qué perviven los regímenes dictatoriales? Se ha hecho recientemente en el Centro de Investigación de Ciencias Sociales de Berlín, un estudio al respecto y la conclusión es que la dominación que se ejerce tanto las dictaduras como las modalidades híbridas se sostienen en tres bases, por llamarlas de alguna manera: la legitimación, la represión y la cooptación.

La legitimación tiene dos fuentes, una normativa ideológica y la otra vinculada a sus resultados. Las ideológicas, primero las fascistas comunistas, que dominaron en el siglo XX, fueron perdiendo «encanto» en los inicios del siglo XXI, es decir su capacidad de persuasión. Es factible que el arribo del islamismo político fundamentalista haya tomado su lugar. Pero ambas han ido perdiendo terreno porque las dos han restringido derechos humanos para alcanzar el poder. Ante este deterioro normativo, hoy dependen básicamente de sus resultados en materia económica, seguridad y orden. Y esto no significa que desemboquen en procesos exitosos de democratización, sino todo lo contrario.

Vamos a la segunda gárgola, la represión, que sin duda puede adoptar diversas formas, pero todas dañan. Hay dictaduras «blandas» y «duras». En la blanda se restringen sobre todo derechos políticos: libertad de expresión, de reunión, de ejercicio de la profesión, entre otros. En las segunda, derechos humanos, verbi gratia el derecho a la vida, a la libertad individual, etc. Con todo esto se deteriora la legitimidad del régimen. Por eso es más «exitosa» la blanda. Pero no por eso deja de ser odiosa. ¿Va usted reconociendo lo que hemos tenido y tenemos hoy en México?

El tercer gancho es la cooptación ¿Cómo? A través de los amarres con actores y grupos influyentes que se comprometen con la dictadura… ¿Le suena familiar? Estos «cómplices» provienen de capitanes de empresas, del aparato de seguridad y del ámbito militar. ¿Cómo ve? Y «su amor» se paga con cargos, privilegios políticos, concesiones, sin licitación para que sean más rápidas ¿y la ley?… bah… ¿a quién carajo le importa? Y vengan las redes patrimoniales, el clientelismo, el corporativismo… hiede a corrupción. ¿Y qué? Nomás que su duración no es eterna… y es en esa grieta por donde se revienta la reata. Y en caso de masificarse puede provocarse la caída de todo el sistema.

Lo que hoy tenemos en México es una dictadura en ciernes. Y nos está colmando el buche, como decía mi tía Tinita. Y quien no quiera verlo pues es su problema, pero de que nos va a cargar la tristeza sino le ponemos un alto, que no nos quepa la menor duda. Todo el pasado que este individuo ha recogido y pretende vender como transformación, no es más que mugre de lo que él se ha alimentado, digerido y escupido. La dictadura de los 90 años y cuanto ella significa provocó el hartazgo ciudadano, que López supo manejar con destreza y lo llevó a convertirse en presidente de la República. Pondere esa repulsa, estimado leyente, a que grado llegó, a salir de Guatemala y entra a Guatepeor.

Los estudiosos del tema lo expresan con claridad meridiana: «La tendencia decreciente en el apoyo a los principios de la democracia y los menores niveles de apoyo al sistema podrían abrir la puerta a que amplios segmentos de la ciudadanía acepten líderes no democráticos que ofrezcan acciones en tiempos de crisis».

Eso nos sucedió y mire nomás el costo. Otra más: Cuando los ciudadanos empiezan a desconfiar de la democracia es peligroso porque a la par se le quita el apoyo al orden constituido y a las leyes. La ciudadanía en este país se siente huérfana, no encuentra respuesta en las instituciones. Y aunque me duela, tengo que decirlo, yo pertenezco a uno, los partidos políticos no han tomado nota de la debacle, de la proporción de la debacle. Y lea lo que dicen de sus autoridades: «Siguen sin sincronizar con nosotros, no nos sentimos representados, sabrá Dios las causas de quien defienden». «El presidente habla de un país que solo existe en su imaginación».

Un aspecto intrínseco del sistema político mexicano es y ha sido el desgraciado presidencialismo, la atosigante y arbitraria concentración de poder en una persona o poder ejecutivo, de carácter piramidal que se repite en los niveles estatales y municipales, modificada de manera superficial, pero no en el cambio de fondo que se requiere.

Y hoy con la mayoría morenista que le rinde vasallaje a su caudillo, sin ninguna esperanza de fortalecer al poder legislativo, que es el que debiera importarnos a los mexicanos por el papel sustantivo que le otorga la propia constitución para ser el contrapeso número uno del Ejecutivo. La cultura política mexicana sigue viendo en el «presidencialismo» una omnipotencia. Repare usted en las campañas electorales, por ejemplo, todo a la candidatura del presidente o del gobernador o del alcalde, los diputados solo son satélites «chiquititos» dándole vueltas al astro rey. Tenemos un país democrático de nombre, de vista… ¿Qué no?… Es cierto que tenemos elecciones periódicas para la renovación de los poderes Legislativo y Ejecutivo, con partidos políticos avalando personas para los diferentes cargos de elección popular y una ciudadanía que puede votar «libremente».

La transición a la democracia debe ser entendida como un proceso de cambio institucional. En México tuvimos la alternancia política presidencial hasta el 2000, y hubo grandes expectativas, se habló de una «consolidación democrática», de que al fin se había roto con los lastres del pasado autoritario, manifestado no solo en la hegemonía tricolor sino en una serie de prácticas y maneras políticas que dominaban cultural y socialmente a los mexicanos. Y hete aquí que 23 años después nuestra democracia deja mucho que desear, hay un déficit que debiera estremecernos.

¿Y sabe usted por qué? De 1997 a 2017 los actores e instituciones responsables de instrumentar las políticas de consolidación, les faltó capacidad y voluntad para establecer políticas de desarrollo sociopolítico de calidad democrática, a más de acciones y decisiones que rompieran con el esquema caduco y podrido hasta el tuétano que lo siguen manteniendo con tanques de oxígeno permanentes porque ya no puede respirar por el mismo. Amachados a que siga vivo.

Por eso la desafección y el desaliento de muchos mexicanos por la «cosa pública», por eso la llegada de un dictador en 2018, por eso toda la serie de sandeces de un individuo corto de entenderas, incapaz de sostener un diálogo que construya, por eso su odio por los pensantes y más por los que disienten, por eso su juego mezquino de burlar las leyes. Solo el que no quiera ver puede decir que no es cierto que estemos ante la presencia de un Gobierno autoritario. ¿Qué no?

Vamos a las características: «Presencia de un poder hegemónico, personificado e individualizado en un líder carismático que ejerce su autoridad absoluta de modo monopolístico y sin autonomía apreciable para mandos intermedios. (¿No?) Cuenta con una élite poderosa o una cúpula leal a los deseos y mandatos del líder autoritario o caudillo, cuya voluntad se respeta por encima de las leyes y bajo amenaza de daños físicos, económicos o sociales. La oposición y la disidencia suelen estar silenciadas o amenazadas en dichos regímenes, a menudo bajo la excusa de proteger la soberanía nacional o de defender el interés patrio. A efectos prácticos, esto se traduce en la imposibilidad para sacar el poder a los autoritarios, lo cual es siempre incompatible con la democracia y el Estado de derecho». ¿No?

Podemos el 2024 cambiarle el rumbo al país. Una sociedad ordenada, informada, organizada puede hacerlo. Pero le tenemos que entrar todos, hacer reuniones, hablar de estos temas, convencer de la relevancia que tiene cada uno de nosotros en esta tarea, convencer a familiares, amigos, vecinos, conocidos de que tenemos que exigir a los partidos políticos que no nos salgan con gente sin trayectoria de competencia y de ribete deshonestos.

Tenemos que apostar por una democracia nueva, con liderazgos capacitados y comprometidos. Los partidos políticos tienen que entender que de no ser así se van a quedar sin votantes y que se las vamos a cobrar si llevan al poder impresentables. Los partidos políticos tienen que saber que estamos hartos de su negativa a hacer política acorde con el siglo XXI. Tienen que aprender a presentar propuestas susceptibles de cumplirse, no propuestas electoreras.

En Coahuila tendremos elecciones el próximo 4 de junio, estamos ya a nada de esa fecha. Lo que está en juego no es cualquier cosa. Permitir que gane Morena es un acto de irresponsabilidad y valemadrismo. La Alianza por la Seguridad que han formado PAN, PRI y PRD tiene un compromiso muy fuerte con las organizaciones civiles que exigieron esta coalición. Ninguno de los partidos puede fallarle.

El PRI conoce su realidad y tiene que acostumbrarse a hacer política horizontal con sus aliados. El pan a trabajar de manera ordenada y permanente con la sociedad, o nos mandan al carajo en dos por tres. Y el PRD no debe perder conciencia de su tamaño.

A votar el 4 de junio, va por Coahuila.

Licenciada en Derecho, egresada de la UNAM. Posee varios diplomados, entre los que destacan Análisis Político, en la UIA; El debate nacional, en UANL; Formación de educadores para la democracia, en el IFE; Psicología de género y procuración de justicia. Colabora en Espacio 4, Vanguardia y en otros medios de comunicación.

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