Zombis y golems en la democracia

Los arcanos mitológicos de todas las culturas contienen secretos para crear o reanimar monstruos que protegerían y/o beneficiarían a ciertos sectores de la población. Se utiliza lo mismo la magia negra que el favor divino y se logran prototipos especiales, siempre para conseguir propósitos sobrehumanos.

Unos de estos engendros son los zombis, cadáveres humanos reanimados o renacidos gracias a ritos y fórmulas ocultistas. El fenómeno zombi proviene de la hechicería africana asentada en Haití; es un muerto viviente que actúa de manera mecánica, sin inteligencia y mudo, o solamente emitiendo sonidos guturales ininteligibles; permanece bajo el control del bokor progenitor como su esclavo; carece de voluntad propia; es un autómata.

Otro notable endriago es el golem. Según la mitología hebrea, un ente creado con diversos materiales al cual un personaje poderoso le insufle vida para que actúe según sus órdenes e intereses. Para ello se le inscribe en la frente la palabra emet (verdad). Cuando se quiere acabar con él, se borra la primera e, quedando sólo met, (muerte). El problema es que los golems crecen desmesuradamente; por lo general obedecen bien a sus amos, pero son torpes y sin inteligencia, siguen simplemente las órdenes dadas y jamás discuten. Pueden volverse peligrosos incluso para sus propios creadores, en especial si estos buscan poder para hacer el mal. Si se salen de control destruyen todo: personas o cosas. Frankenstein es un golem surgido de la fantasía científica.

En la política mexicana, histórica y actualmente han existidos estos protagonistas desde siempre; más de 40 mil zombis de Hidalgo asaltaron la alhóndiga de Granaditas matando a todos los españoles ahí refugiados en septiembre de 1810.

Santa Anna creo en 1836 un golem llamado Supremo Poder Conservador, órgano colegiado de cinco notables para mantener el dominio absoluto y generar una constitución contraria a la liberal de 1824. Los neoporfiristas en 1911 crearon un golem antimaderista que fue Victoriano Huerta, quien posteriormente se revolvió contra ellos mismos, desapareciendo el Congreso y enlutando todo el país, hasta que los revolucionarios le borraron las letras frontales.

Después de la revolución, Plutarco Elías Calles, quien en sus últimos años reconoció practicar el espiritismo, combinó la política con esos dogmas, formando gremios de zombis sindicalizados: agrícolas (CNC), obreras (CTM), populares (CNOP), generándoles sus respectivo golem, como Fidel Velázquez y análogos; igualmente ejecutivos federales y locales, quienes le seguían ciegamente hasta que alguno se le rebeló.

Los golems no necesariamente son individuos; también pueden ser partidos políticos, organizaciones gubernamentales y hasta asociaciones civiles, ejemplos fueron los partidos Popular Socialista, Auténtico de la Revolución, Verde Ecologista; Acción Nacional y Revolución Democrática que por muchos años parecieron estar enemistado entre sí, recientemente nació de su fusión otro engendro; configurado por un bokor empresarial y buscando engrosar más material a su aberrante singularidad ideológica, independientemente del otro engendro similar. Las transacciones por el poder son mayores a todo pundonor.

Se insiste en que algunos quieren regresar a mediados del siglo XX, sí, pero otros regresan empecinadamente al XIX, ese terror se manifiesta con organizaciones muertas que siguen deambulando por la vida pública creyéndose estar vivas y autodescarnándose, como las tormentas interiores en el PRI y PAN, auténticas crisis producto de putrefacciones ideológicas y ridículas moratorias o acusaciones de actos propios que quieren imputar al contrario; a ello se suman amenazas y agresiones gansteriles a partidos que no quieren amalgamarse, entonces, también ellos, son acusados de estar ligados a la delincuencia organizada.

Buscando convertir las elecciones en un grave malestar para la democracia, con monstruos y diversos actos delictivos, ensombrecen las votaciones. Ambos contrincantes, con melodramas las aborrascan y luego acuden a las autoridades electorales tratando de ganar en una inconformidad jurídica lo que el pueblo no les entregó en las urnas, para ello cuentan con golems al infinito: INE/TEPJF; prédicas mediáticas tradicionales y virtuales. Ahora, en su agónica y aterradora desesperación, quieren crear otro golem: «Ola ciudadana» con organizaciones civiles, transgrediendo los principios fundamentales de estas. Dudo que, a base de mentiras, sin fuente, transferencia de culpas y falacias sobre aceptación popular, les funcione, como prueba su actual hemorragia arterial. Eso explica el porqué a muchos jóvenes no les interesa la política.

Causas soterradas

Culpar a una persona o imaginar una posición simplista para grandes acontecimientos humanos ha sido la tónica con que se intenta engañar a la humanidad y obtener aprobación para hecatombes que causan millones de muertes. Es más fácil crear simulaciones o inventar justificaciones que ir en pos de la realidad histórica con todas sus implicaciones sociales.

Ingenuidad, desconocimiento de la mecánica histórico-social o ignorancia, en el mejor de los casos; acusar a una persona o grupo de ser la causa de un gran acontecimiento, es perversidad de cronistas y narradores que se prestan para tal atrocidad. Ejemplo efeméride de esta semana: se acusó la muerte del Archiduque Francisco Fernando como la causa esencial de la Primera Guerra Mundial; olvidando intencionalmente que Inglaterra y Francia formaron la «entente cordial» para defender sus colonias africanas y asiáticas que eran envidiadas por Alemania, quien soñaba apoderarse de las metrópolis europeas para conquistar dichas posesiones y se aprestó a invadirlas en 1914. El káiser no era más pérfido que la reina o el zar. El asesinato fue efecto de luchas nacionalistas balcánicas, no la causa para una guerra imperialista.

En política es común que se ataquen los efectos de un fenómeno social y se oculte o disfrace la causa real. Las mentiras, calumnias, falacias, difamaciones, infundios, retórica destructiva y degradaciones, siempre han sido determinantes en momentos cruciales; Cristo mismo fue crucificado al colocarse en su boca palabras que nunca pronunció, o al menos no en el sentido que se le imputaron. Cuatrocientos años atrás había sucedido lo mismo con Sócrates.

Atribuirle calidad de causa a un efecto, genera conflictos; no permite conocer la auténtica realidad; esta contiene intrínsecamente su propia esencia; existe por sí misma como ente señero; genera sus propias leyes, concepciones y lógica. Lo real es objetivo, se aleja de lo fantástico y se apropia de la razón. Lo real es referente al mundo objetivo; no amoldable a la subjetividad. Si incineras la causa y alabas los efectos, solamente engañas intelectos y entierras la certeza.

La verdad es infinita y ajena a los embrollados e impredecibles vaivenes políticos, va más allá de los intereses clasistas, religiosos, ideológicos o partidistas. En la Grecia clásica los aristócratas creían que la verdad era propiedad de ellos, que surgía exclusivamente de sus concepciones; todos los demás estaban equivocados.

Los comunicadores de cualquier modelo, alineados a ciertas corrientes políticas, han logrado por muchos años engañar a la comunidad engatusándola hacía cierta línea partidista. Todo eso ha cambiado, un nuevo mexicano ha despertado y tiene una visión diferente, ello explica la caída del auditorio de los tradicionales divulgadores y el exponencial crecimiento de los pregoneros virtuales. Lástima que muchos de ellos lo único que utilizan es el insulto personal, la agresión por la constitución física o la edad. Jamás emiten una propuesta de sociedad, nación o principios de superación comunitaria: se pierden en la jungla del agravio cuando la competencia es en la rectitud urbana.

La razón colectiva nos impulsa más allá de la realidad empírica de la política partidista que potencia solamente consecuencias perniciosas negando cualquier progresión real. La ciudadanía requiere, necesita, le es indispensable tener la oportunidad de votar por alternativas, alguna utopía al menos; aunque sea un sortilegio. No estar siempre recibiendo premoniciones en contra de propuestas del adversario político, como proposiciones inviables de ideologías hitlerianas y que atentan contra la tranquilidad social ya de por sí deteriorada.

La misma democracia que hiende a la sociedad humana más allá de la experiencia colectiva y la sensibilidad científico-social, puede variar de forma, contenido, sustento y hasta visión, según lugar y época. ¿Es acaso la democracia única, universal y eterna? o ¿puede metamorfosearse y atomizarse? Meditémoslo con franqueza histórico-social, no con retorcimiento partidista y/o ideológico.

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