Transición mexicana: de la «dictadura perfecta» a la democracia imperfecta

Carlos Salinas reformó la Constitución con la aplanadora del PRIAN (409 diputados) para congraciarse con los grupos de poder y con el Gobierno de Estados Unidos; el costo social fue elevado. Ernesto Zedillo desapareció la Suprema Corte de Justicia en tiempo récord para atender el clamor social de justicia

Beltrones: El dinosaurio del norte que se niega a morir

Claves para entender la fortaleza de Morena

El Congreso pasó desapercibido para los mexicanos la mayor parte del tiempo, pues, como apéndice del presidente de turno, no los representaba. El inquilino de Los Pinos nombraba a los diputados y senadores y, a través de ellos, a los jueces, magistrados y ministros de la Corte. «La dictadura perfecta no es el comunismo. No es la URSS. No es Fidel Castro. La dictadura perfecta es México». Aunque camuflada, «tiene las características de la dictadura: la permanencia, no de un hombre, pero sí de un partido. Y de un partido que es inamovible», espetó el escritor Mario Vargas Llosa a los anfitriones del encuentro El siglo XX: la experiencia de la libertad, celebrado del 27 de agosto al 2 de septiembre de 1990, en pleno auge salinista.

«“Yo no creo”, refiriéndose al PRI, “que haya en América Latina ningún caso de sistema de dictadura que haya reclutado tan eficientemente al medio intelectual, sobornándolo de una manera muy sutil.”»

Mario Vargas Llosa (El País, 31.08.90)

Vargas Llosa plasmaría en Tiempos recios (Alfaguara, 2019) su aversión hacia las dictaduras y el papel de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) en el derrocamiento de gobiernos democráticos como el de Jacobo Árbenz (1954), en Guatemala, falsamente acusado de comunista. Los Estados Unidos y la United Fruit Company impusieron en su lugar a un presidente títere, Carlos Enrique Díaz. Uno de los socios del monopolio bananero era el entonces secretario de Estado, John Foster Dulles, cuyo hermano, Allen Dulles, dirigía la CIA. En La fiesta del chivo (2000), reproduce la historia del déspota dominicano Rafael Leónidas Trujillo, quien, lo mismo que Díaz, fue asesinado durante su ejercicio.

«El reguero de conmociones (…), con el alzamiento zapatista en Chiapas, dos magnicidios (…) y la descomunal crisis financiera (…) malparó la reputación de Salinas, que optó por expatriarse».

(Barcelona Centre for International Affairs, 2007)

Poco antes de viajar a México y de caldear el debate sobre la libertad, organizado por Octavio Paz y otros escritores afines, Vargas Llosa había participado en las elecciones presidenciales de Perú como candidato del Frente Democrático. El vencedor resultó ser, contra la lógica y todos los pronósticos, un ilustre desconocido: Alberto Fujimori, exrector de la Universidad Agraria La Molina. Vladimiro Montesinos, personaje siniestro vinculado con la CIA, ejerció el poder entre bastidores. Según el periodista Gustavo Gorriti, Montesinos recibió un millón de dólares de Pablo Escobar, jefe del cartel de Medellín, para la campaña de Fujimori. La dictadura duró de 1990 a 2000, tras los cuales fueron encarcelados por los delitos de tortura, asesinato de rivales políticos, masacres y el robo de caudales públicos, cifrado en miles de millones de dólares.

«La reforma (de Zedillo) tuvo que negociarse con la oposición. (…) se aprobó en tiempo récord (…). El decreto, que se publicó el 31 de diciembre (…) modificó 27 de los 136 artículos de la Constitución».

(Camilo Emiliano Saavedra, Serie Artículo 105, 2018)

Con esa experiencia a flor de piel, el foro le ofrecía al futuro Nobel de Literatura la oportunidad de abordar el caso mexicano. El diario español El País reseñó el episodio: «(…) conocedor de que estaba en el aire en una estación de televisión por cable del consorcio Televisa [“soldado del PRI”], Vargas Llosa habló de la política mexicana, cosa que de seguro sorprendió a Paz, puesto que la idea del evento era hablar de la Europa del Este. “Espero no parecer demasiado inelegante por decir lo que voy a decir. Yo no creo que se pueda exonerar a México de esa tradición de dictaduras latinoamericanas. Creo que el caso de México, cuya democratización soy el primero en aplaudir, como todos los que creemos en la democracia, encaja en esa tradición con un matiz que es más bien el de un agravante. México es la dictadura perfecta”».

La nota describe a un Octavio Paz, serio, escuchar «sentado atrás en el estudio de televisión y con una expresión de molestia. No podía intervenir, puesto que era su discípulo Enrique Krauze, quien dirigía el debate. Vargas Llosa se olvidó de sus anfitriones mexicanos. “Yo no creo”, refiriéndose al PRI, “que haya en América Latina ningún caso de sistema de dictadura que haya reclutado tan eficientemente al medio intelectual, sobornándolo de una manera muy sutil. (…) es una dictadura sui géneris, que muchos otros en América Latina han tratado de emular”». La prueba, irrefutable, estaba a pocos pasos del plató, en Los Pinos, donde Carlos Salinas de Gortari gobernaba sin restricciones ni equilibrios. Todo el mundo aplaudía, incluidos los intelectuales.

Reguero de conmociones

Carlos Salinas de Gortari no tuvo mayoría calificada en la primera parte de su sexenio (1988-1991), pero tampoco le hizo falta para cambiar la Constitución a su arbitrio, pues contó con el voto de los diputados y senadores del PAN. La derecha y los poderes fácticos fueron recompensados generosamente. La gestión de Salinas «entrañó para México una transformación radical en varios terrenos. En el económico y comercial, las reformas estructurales y constitucionales, la privatización general de las empresas públicas, la supresión de la reforma agraria heredada de la Revolución y la creación del TLCAN abundaron en la modernización de corte liberal», dice el Barcelona Centre for International Affairs (CIDOB, por sus siglas en inglés).

El centro de reflexión, con base en la capital catalana, advierte, sin embargo: «junto con otras reformas de gran calado en el sistema político coadyuvaron, paradójicamente, al final de la larga supremacía de su partido, el Revolucionario Institucional (PRI). El reguero de conmociones sufridas en el último año, con el alzamiento zapatista en Chiapas, dos magnicidios de dirigentes priistas [Luis Donaldo Colosio y José Francisco Ruiz Massieu] y la descomunal crisis financiera que le estalló a su sucesor, Ernesto Zedillo, y que arruinó los cacareados logros macroeconómicos del sexenio y empobreció a la población, malparó la reputación de Salinas, que optó por expatriarse».

En la LIV legislatura, primera de Salinas, el PRI alcanzó 262 diputados y el PAN —aliado suyo desde entonces— 100, con los cuales rebasaron la mayoría calificada de 334. La Cámara Alta, formada entonces por 64 senadores, la dominaba la misma formación con el 90% de los asientos. En las elecciones de 1991, celebradas en medio de la borrachera triunfalista por el supuesto ingreso de México al primer mundo, el PRI obtuvo por sí solo 320 escaños y Acción Nacional 89. Juntos reunieron 409, muy por encima de los 364 que ahora tienen Morena y sus aliados (PT y Verde). Los cambios a la Constitución le permitieron granjearse la simpatía de Estados Unidos, del capital nacional y extranjero y de los grupos de poder.

La intelectualidad, los medios de comunicación y las oposiciones, salvo honrosas excepciones, compitieron en aplausos. Las voces críticas se acallaron y a los disidentes se les aplicó la máxima de «encierro, entierro o destierro». La privatización ejidal empobreció aún más a los campesinos. Legiones emigraron a las ciudades o a Estados Unidos. La venta de bancos y el remate de empresas públicas (AHMSA en Coahuila), avalada por los diputados y senadores del PAN, crearon nuevas oligarquías en torno de Salinas. El resultado fue una de las peores crisis —económica, política y moral—, castigada por la ciudadanía años más tarde con la expulsión del PRI del poder.

El paso inicial se dio en 1997, cuando el PRI perdió por primera vez la mayoría en la Cámara de Diputados. El segundo y definitivo ocurrió en 2000 con la derrota de su candidato presidencial, Francisco Labastida, para inaugurar la alternancia. Vicente Fox —beneficiario de la reforma de Salinas al artículo 82 para permitir a hijos de padre o madre extranjeros ocupar la presidencia— mantuvo las políticas neoliberales implantadas por la tecnocracia en favor de las élites. Fox y Felipe Calderón ni siquiera alcanzaron la mayoría absoluta de 250 más uno en el Congreso. Los diputados y senadores del PRI les sacaron las castañas del fuego para aprobar sus presupuestos y reformas.

Nuevo escenario político

Morena ha ganado la presidencia un par de veces, en 10 años de fundado, pero es ahora cuando tiene mayoría calificada en el Congreso General. La coalición formada con el PT y Verde suma 364 diputados. El PAN junta 71 y el PRI 36, nueve más que Movimiento Ciudadano (27). En el Senado el bloque oficialista ocupa 85 curules y las 43 restantes se dividen entre las demás fuerzas políticas. Tal dominio no se observaba desde la última etapa de la hegemonía priista, comprendida de 1988 a 1994. Morena gobierna además 24 estados y la mayoría de las legislaturas estatales. ¿Se encamina México hacia una nueva dictadura perfecta? Las oposiciones y los detractores de la 4T no albergan dudas al respecto, pero las circunstancias actuales y las del pasado son distintas. Hoy la competencia entre partidos y la celebración de elecciones libres, condiciones de la democracia, son reales. Además, Morena está por iniciar apenas su segundo sexenio.

Mientras el PRI copó las posiciones políticas, los partidos de oposición fueron ignorados y sus triunfos, escamoteados. En la segunda mitad del sexenio de Ernesto Zedillo, el país entró en un proceso, entonces inédito, de Gobiernos divididos. Las reformas debieron negociarse con otras fracciones, lo cual supuso modificar las propuestas originales e incorporar nuevas ideas. Zedillo actuó rápido y en el primer mes de su mandato (diciembre de 1994) suprimió la Suprema Corte de Justicia de la Nación, redujo de 26 a 11 el número de ministros y limitó su ejercicio a 15 años; antes eran vitalicios. El investigador Camilo Emiliano Saavedra escribe sobre el tema, en la introducción de la Serie Artículo 105 del Centro de Estudios Constitucionales: «(…) a cuatro días de su toma de posesión como presidente de la república, Ernesto Zedillo presentó una iniciativa de reforma constitucional en la que propuso cambios estructurales en materia de justicia y seguridad pública.

»Dado que su partido ya no contaba con los legisladores necesarios para modificar por sí mismo la Constitución, la reforma tuvo que negociarse con la oposición. Pese a los ajustes que se hicieron a la propuesta original durante el proceso legislativo, la reforma se aprobó en tiempo récord y estuvo lista para su promulgación antes de que concluyera el año. El decreto que se publicó el 31 de diciembre (…) modificó 27 de los 136 artículos de la Constitución e introdujo disposiciones relacionadas con la integración de los poderes judiciales de las entidades, la designación del titular de la Procuraduría General de la República, la creación del sistema nacional de seguridad pública y, de manera muy destacable, la organización y competencia del Poder Judicial de la Federación».

La mayorías se construyen con votos. Morena y sus socios obtuvieron los suficientes para modificar la Constitución de acuerdo con el programa de la 4T, apoyado en las urnas. Las oposiciones y los adversarios del presidente Andrés Manuel López Obrador y de su sucesora Claudia Sheinbaum están en su papel de rechazar la reforma judicial y realizar protestas, pero frente a la abrumadora mayoría del partido gobernante, no les queda más que ejercer el derecho al pataleo. Los ministros de la Corte eran elegidos por las dos terceras partes de los senadores (antes del PRI y el PAN) a propuesta del presidente. En lo sucesivo serán los ciudadanos quienes los designen. «Los problemas de la democracia se resuelven con más democracia», nos recuerda Alexis de Tocqueville. E4


Beltrones: El dinosaurio del norte que se niega a morir

El retorno del exgobernador de Sonora a la arena política tiene en ascuas a Alejandro Moreno, responsable de la peor crisis del PRI en su historia

Manlio Fabio Beltrones (72), una de las figuras más prominentes, poderosas y polémicas del viejo régimen, regresó al Senado, su coto en otro tiempo, huérfano de partido. Alejandro Moreno le cerró las puertas de la bancada del PRI, de por sí escuálida, en uno de sus arrebatos viscerales. El desplante no obedece a un castigo por impugnar, junto con otros exlíderes, los cambios al estatuto que le permiten a Alito eternizarse en la presidencia de esa organización. Es otra cosa: miedo cerval a un cuadro con el colmillo retorcido y los contactos de Beltrones. El liderazgo de Moreno es tan sólido que el PRI, en las pasadas elecciones, no ganó por sí solo una diputación o una senaduría de mayoría en los 32 estados. Los 36 escaños que tiene en el Congreso y los 15 en el Senado son de primera minoría y de representación proporcional.

En la sucesión presidencial de 2012, Beltrones era uno de los competidores más fuertes, pero el gobernador de Estado de México, Enrique Peña Nieto, y Humberto Moreira, a quien había impuesto en la jefatura del PRI, intrigaron para eliminarlo de la carrera. «La simulación y la ingratitud son los peores venenos de la política y nos han hecho mucho daño. (…) la militancia es superior a la dirigencia», reflexiona el dinosaurio en la carta abierta del 22 de noviembre de 2011, donde anuncia su declinación. El entonces líder del Senado vislumbraba para el PRI un escenario adverso. «La izquierda ha logrado unirse bajo Andrés Manuel López Obrador como candidato presidencial», entonces del PRD, alertaba.

El retiro del exgobernador de Sonora «coincide con cierto malestar en las filas priístas por la cantidad de puestos que Moreira ofreció a dos formaciones que irán junto con el PRI a la cita electoral de 2012. El presidente del partido cedió candidaturas a senadores y diputados en diversos Estados al Partido Verde Ecologista de México (PVEM) y al Partido Nueva Alianza, de la poderosa líder del sindicato de maestros Elba Esther Gordillo. La mala reputación de ambas organizaciones, su escaso peso político a nivel nacional y lo mucho que obtuvieron en el trueque, han provocado conatos de rebeldía en el PRI», advirtieron Luis Prados y Salvador Camarena (El País, 22.11.11).
Diez días después, Moreira fue defenestrado de la presidencia del PRI y sustituido por Pedro Joaquín Coldwell, otro de los opositores de Moreno, no solo por el escándalo de la deuda por 40 mil millones que heredó a Coahuila durante su gestión como gobernador, sino también por la presión interna y su mal desempeño, denunciado por Beltrones. Peña Nieto ganó la presidencia con un gasto de 4 mil 500 millones de pesos —el tope legal era de 336 mdp— y la complicidad de los poderes fácticos. El fracaso de su Gobierno y los constantes escándalos significaron la pulverización del PRI. La izquierda, en tanto, cerraba filas con López Obrador bajo las siglas del Morena.

Beltrones, número dos en la Secretaría de Gobernación en los tiempos de Fernando Gutiérrez Barrios, había ascendido previamente a la dirigencia del PRI, pero tampoco duró. Los tecnócratas de Peña volvieron a verlo con recelo por ser uno de los aspirantes más serios para la sucesión de 2018. Esta vez el pretexto para sacudírselo fue haber perdido siete de las 12 gubernaturas votadas en 2016. Beltrones, cuya hoja de servicio no es precisamente impecable, está de vuelta. Su decisión de mantenerse en el PRI, a pesar de la inquina de Alejandro Moreno y sus secuaces, en vez de emigrar a otra fuerza política, anticipa el reagrupamiento de cuadros para retomar el control de un partido hecho añicos y tratar de darle vida, así sea artificial. E4


Claves para entender la fortaleza de Morena

El PRI, el PAN y los grupos de interés centraron su atención en Ciudad de México. Dar la espalda a los estados fue un error, pues allí perdieron las elecciones

Las oposiciones y los poderes fácticos fallaron al extrapolar los resultados de las elecciones de 2021 en la capital del país y Estado de México, donde ganaron un buen número de alcaldías y diputaciones, a las presidenciales de este año. Dieron por sentado que Claudia Sheinbaum, jefa de Gobierno de CDMX, quedaría fuera de la carrera y que la izquierda perdería su principal baluarte. Craso error. La soberbia y obcecación les impidió contemplar el bosque. El PRI, PAN y PRD avanzaron en la Cámara de Diputados y en algunos municipios y capitales locales bajo el paraguas de la coalición Va por México, cual si el país les importara de verdad, pero la alianza Morena-PT-Partido Verde obtuvo las gubernaturas de Sonora, Sinaloa, Baja California, Baja California Sur, Nayarit, Colima, Michoacán, Guerrero, San Luis Potosí, Tlaxcala y Zacatecas.

En la LXIV legislatura, primera en el Gobierno de Andrés Manuel López Obrador, el frente Morena-PT-Encuentro Social se alzó como primera fuerza con 319 diputados, pero le faltaron 15 para tener mayoría calificada (334). El PAN sumó 79, el PRI 49 y el PRD cinco. En las elecciones intermedias, la composición de la Cámara de Diputados, por bloque, fue esta: Morena-PT-Verde (Encuentro Social ya había perdido su registro), 273; y PAN-PRI-PRD, 192. El partido gobernante conservó el control del Congreso, pero entre una legislatura y otra perdió 46 asientos. Con ese resultado, pero sin tomar en cuenta su fracaso en los estados, los adversarios de López Obrador proyectaron una victoria existente solo en su imaginación y se cruzaron de brazos.

Morena, en cambio, ajustó su maquinaria y reforzó sus estrategias con un doble objetivo: a) recuperar el terreno perdido e incluso ampliarlo; y b) cortarle las alas a la oposición y evidenciar a los grupos de poder. La popularidad de AMLO y la atención de su Gobierno a los grupos sociales, tomados en cuenta por la partidocracia solo en tiempo de elecciones, jugaron un papel clave y acorazaron al presidente frente a las campañas para debilitarlo y crear un clima de miedo. Las embestidas no surtieron efecto, como se vería en las urnas. El PRI, PAN, PRD y figuras como Claudio X. González subieron la apuesta por el desgaste en vez de retirarse las orejeras y buscar votos fuera de sus círculos.

Morena superó la prueba del 2 de junio con creces. Además de arrasar con Claudia Sheinbaum, obtuvo, por primera vez, junto con los partidos Verde y del Trabajo, mayoría calificada en el Congreso con 364 diputados. La votación del bloque opositor se desplomó, y de los 192 escaños conseguidos en 2021, el PAN, PRI y PRD bajaron a 108. La historia se repite en el Senado. Los partidos guinda, verde y rojiamarillo tienen 85 asientos, el PAN 22 y el PRI 16. La Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex), adversa a AMLO y a la 4T, pide respeto a la pluralidad. Sin embargo, la integración de ambas cámaras depende de la voluntad ciudadana.

La distribución de diputados y senadores no es cuestión de simpatías o antipatías, personales o de grupo, sino del voto emitido en las casillas. Los legisladores de representación proporcional (plurinominales) se asignan a cada fuerza política de acuerdo con reglas constitucionales —también con base en los sufragios— y no por presión de los grupos de interés. El presidente López Obrador les dejó claro, en su toma de posesión, que el poder dimana del pueblo y se instituye para su beneficio, no para la minoría. E4

Torreón, 1955. Se inició en los talleres de La Opinión y después recorrió el escalafón en la redacción del mismo diario. Corresponsal de Televisa y del periódico Uno más Uno (1974-81). Dirigió el programa “Última hora” en el Canal 2 de Torreón. Director del diario Noticias (1983-1988). De 1988 a 1993 fue director de Comunicación Social del gobierno del estado. Cofundador del catorcenario Espacio 4, en 1995. Ha publicado en Vanguardia y El Sol del Norte de Saltillo, La Opinión Milenio y Zócalo; y participa en el Canal 9 y en el Grupo Radio Estéreo Mayrán de Torreón. Es director de Espacio 4 desde 1998.

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