El viaje

Revisó minucioso su equipaje. Maletín con unos jeans y dos camisas, el peine, dos libros, mil ideas y un mundo en la cabeza difícil de satisfacer, porque en la loca carrera por el conocimiento, ha terminado con mil preguntas sin respuesta y lo que es peor, metido en un escepticismo que lo han hecho insoportable. Ahora mismo su deseo es aflorar con su fuero interior, ese que ha pedido salir y esta vez, viaja porque está en busca de saber sobre la salvación de los malditos.

Dicen que eso se da en Coahuila, tierra de gente especial, de lindo clima y personajes de gobierno que, como los vampiros, suelen mostrar una cara propia de servicio y generosidad bajo el sol, pero apenas va cayendo el sol, les crecen los dientes, se afilan y el rostro también varía. Sobre todo, las uñas son como aquellas de animales feroces, aunque la mente de esos se revoluciona y produce ideas que los llevan con el tiempo a amasar fortunas, sin que el pueblo se entere, salvo sus allegados, que de día son serviciales y sonrientes. Después, se hacen gruesos y pequeños.

Nuestro héroe se llama Julio Cajitas, aunque gusta que le llamen Capitán Fantasma pues siempre quiso ser militar, pero a falta de voluntad y disciplina quedó en observador primero y periodista en consecuencia. Lleva una cámara consigo y es su orgullo, porque todos admiran sus tomas con la fascinación por las sombras, los contrastes y ángulos pronunciados. Su verdadera pasión es averiguar sobre la doble moral de la sociedad y busca un mundo de corazones abiertos.

Lo que los medios le dicen es que la verdadera gran ciudad, no es la apacible Saltillo, sino el ruidoso Monterrey, tierra donde dicen, no existen los coches de modelos atrasados, que no tienen el desempleo ni la desesperación, que nadie tiene hambre, que sus funcionarios son incorruptibles y que los delitos se han reducido al mínimo por la consigna policiaca de cero tolerancia, pero sobre todo porque la gente local vive en un ambiente de voluntad, disciplina y gran disposición.

Salió de la central de autobuses en Torreón con náuseas, por lo mal que huele; tanto, que se quedó dormido. Fue afortunado, así no pudo ver que la ciudad de su vida dorada es una sola con Matamoros, aunque el desorden urbano es tanto, que lo hubiese alterado más. Se despertó en Paila y hubiese querido volar a Parras para vagar como si fuese un profeta desconocido. Se dio cuenta con su vista en el inmenso desierto y ahora sabe que nadie puede escapar de ser lo que es.

Cuando vio la publicidad política en Saltillo, fue considerando que los hombres postulados, son verdaderos valientes comprometidos con la sociedad de su tiempo y ya en tierra alcanzó al gentío que asistía al mitin donde pese a no conocerlo, le dieron bebida y una torta de jamón. Gritó como muchos otros cuando se los pidieron, pero al saber el nombre del ungido, supo de su liga con otros que defraudaron y pensó con razón. que la gente que hoy te adora puede llegar a odiarte.

Vino para satisfacer las necesidades de su imaginación y se ubicó en un mundo diferente, con mejores servicios y vialidades, sin comprender en el trance que su estado es como un país de distintas realidades, gobernado por una clase especial que contamina el ambiente, pero domina. Son grupos que se hacen fuertes y establecen imperios que están en permanente lucha por la sobrevivencia, quizá porque Dios no solo juega a los dados, sino que es un jugador exquisito.

Desechó la idea de seguir al norte, hacia la supuesta tierra de la bonanza, conquistado por ese aire de esta gente, esa suficiencia que llevan en la mirada y sobre todo por esa historia maravillosa de los Moreira, modelo de gobernantes, artistas de sensibilidad, callados y sobre todo, austeros. E4

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