
«Al enemigo ni medio peón»
En sus últimos años, mi padre y yo dedicamos muchas tardes a hablar del ajedrez en nuestras pláticas en Saltillo, donde nació y creció y a donde volvió tras su jubilación. Debajo de la sombra de las higueras de su casa de Murguía y Múzquiz, hablábamos de manera recurrente de Fischer y su despiadado destino que lo llevó literalmente a la locura
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