Una lección para AMLO

La violencia sanguinaria que tiene postrado a este país justifica plenamente la militarización de todo México. «Un soldado en cada hijo te dio», dice nuestro himno nacional que es eminentemente bélico y que glorifica de manera importante la defensa de la patria. El himno nos advierte sobre extraños enemigos, como los sicarios que no conocen la piedad y por lo tanto son anormales. Y cierto es que nuestro himno no es humanista ni pacifista, como predica el pastor evangélico Andrés Manuel, nuestro himno es el que en Coahuila y en Saltillo han honrado nuestros gobernantes, Riquelme, Chema y Manolo, cuando han combatido sin miramientos a la delincuencia organizada.

Hace bien Andrés Manuel en militarizar al país. Y qué mejor que el PRI lo apoye en este giro militar, que más sabe el diablo por viejo que por diablo. Ya lo dijo Maquiavelo hace más de 500 años, que sólo los principados prevalecen con hombres de terrible puño apoyándose en la guarnición de la espada.

Pero hoy volvemos a repetir que este esfuerzo militar será un rotundo fracaso si Andrés Manuel no retira su ridícula postura de los «abrazos, no balazos», que es la más boba niñería que se haya empleado jamás para gobernar a los hombres, mientras esos hombres no se conviertan en ángeles. Y narcos y sicarios nunca serán ángeles.

Aquí en México los derechos humanos son violados por el Estado de facto de los delincuentes. Y esto lo sabe el pragmático gobernador Miguel Ángel Riquelme que en buena hora supo, al igual que el entonces secretario de Gobierno, José María Fraustro, y el alcalde Manolo Jiménez, aplicar la lección de Maquiavelo como lo hizo en su momento el inmenso primer ministro italiano Giulio Andreotti al enfrentar a las Brigadas Rojas diciendo de manera práctica: «El pueblo no tiene idea de la maldad que el poder tiene que cometer para asegurar la paz. La monstruosa e inconfesable contradicción de perpetuar el mal para garantizar el bien. La monstruosa contradicción que hace de mí un gobernante cínico e indescifrable. Soy responsable directo o indirecto de todos los atentados que sucedieron en Italia entre 1969 y 1984. A todos los familiares de las víctimas yo les digo: Sí confieso. Confieso que ha sido por mi culpa, por mi culpa, por mi grande culpa. El aplicar el terror para aislar al terrorismo criminal. Usar políticas extremas para reforzar mi gobierno. A esto lo han llamado “Estrategia de la Tensión”, y sería más correcto llamarla “Estrategia de la Supervivencia”, que me ayudó a controlar todas las bombas preparadas para estallar y que fueron desactivadas con el silencio final. Porque mi Gobierno tuvo un mandato divino. Hay que amar mucho a Dios para entender cuánto es necesario el mal para asegurar el bien. Esto Dios lo sabe, y lo sé también yo».

Y esto también lo saben Riquelme, Chema y Manolo. De las medidas extremas necesarias para asegurar la paz y tranquilidad de los coahuilenses. Como las tomadas en abril de 2019, que cortaron de tajo con la carrera delictiva de nueve sicarios que habían torturado y asesinado a una jovencita de 18 años. Bombas que seguirían activas y listas para estallar con la estrategia de los «abrazos, no balazos». Y esto lo sabe Dios y nosotros lo sabemos también.

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