El legado de Cristo

Sin entrar en polémicas acerca de la veracidad de los relatos de los cuatro evangelios, no puede caber duda de que algo sucedió en la Palestina romana que transformó el mundo, al menos el mundo mediterráneo y luego el universal. Situándonos en la época podemos afirmar que Jesús planteó ideas que ya andaban en el aire: el amor al prójimo, que es lo que resalta el cristianismo, ya se advierte en Platón, en especial en los créditos que dio a Sócrates. Al contrario de él, casi todos los autores griegos eran admiradores y promotores de la violencia: Homero dedica su obra «a la cólera de Aquiles»; Sófocles evidencia la injusticia sufrida y la aprueba. Algo parecido se lee en el Pentateuco donde encontramos la apología de la violencia: Yahvé ordenу pasar a cuchillo a miles de amalecitas y esclavizar a sus mujeres e hijos. Los griegos y los hebreos presentan dioses peleoneros, celosos, vengativos, promotores de maldad.

Es en su época y su ambiente en que podemos situar lo que significa la aparición de Jesucristo en un mundo en que se creó lo que se nombra «cultura occidental». Su irrupción tuvo lugar de manera tranquila, casi marginal, lo que se puede afirmar porque son pocos los testimonios que hablan de él. Suetonio escribió que: «Iudaeos, impulsore Chresto, assidue tumultuantes Roma expulit», que se traduce: «Roma desterró a los judíos que continuamente alborotaban, impulsados por Cristo». Referencia a la toma de Jerusalén por los romanos en el año 70, es decir, que es errónea, pero valiosa. Añado que «Chresto» es un apodo, que en griego significa «ungido».

En el siglo anterior a Cristo y en los siguientes sucedieron cosas un tanto raras y únicas. Lo que se conocía, se comentaba, se estudiaba y se leía era lo que consideraban importante: de los griegos como de los judíos tenemos su visión del mundo contada por ellos mismos: hasta sus dioses eran fanáticos de la violencia, tanto Yahvé como Zeus. Ahí es donde se sitúa la ruptura que aporta Cristo. Y, con todas las dudas que tengamos y las muchas versiones (hubo, al menos, doce «evangelios») podemos asegurar que el cristianismo impuso un cambio radical. Jesús echó por tierra el pensamiento de un dios de los ejércitos y propuso un Dios padre. El paso es fundamental para comprender su aporte. Freud mismo, judío y ateo, afirmó que transitar de una divinidad sanguinaria a un dios personal puede situarse como un paso importante para la humanidad.

Si pudiese intentar una síntesis, cosa atrevida, diría que el núcleo del pensamiento de Cristo quedó expresado en Mateo 25, que es uno más de los relatos metafóricos que usaba para hacerse comprender por un pueblo analfabeto: vendrá el rey en majestad… enviará al infierno no a los que cometieron pecados (ni se mencionan) sino a quienes dejaron de hacer el bien a los más pobres. Planteaba una religión de justicia y no una de liturgias, boatos, poderío, castigos… Si no has hecho nada por los demás serás condenado. ¡Simple! Un filósofo argentino católico, muy nombrado, escribió que este pensamiento prescribe un ideal materialista: ¡no importa lo que pienses, lo que reces, importa lo que hiciste por los demás o lo que dejaste de hacer por ellos!

Es tangible que muchos católicos, evangélicos, metodistas, testigos de Jehová y otros no han leído bien los evangelios. Son muy interesantes y hermosos, además de sencillos. Los cristianos deberían beberse las memorias de cuatro seguidores de Cristo. Si como mostró el último censo de Inegi, todavía los cristianos son casi la totalidad de los mexicanos, ¿por qué no se nota?, ¿hay concordancia entre sus vidas y sus creencias?

Jesús deja atrás una concepción del mundo y propuso otra. Sea lo que sea, hubo un quiebre. Michel Foucault comentó el nacimiento de una curiosa práctica que introdujo el cristianismo: «el cuidado de sí». Ni los filósofos griegos ni los escritores romanos desarrollaron la técnica para revisar continuamente su propia vida intentando cambiarla y mejorar. En otra ocasión hablaré del tema.

(Había escrito este artículo para Semana Santa, pero otros asuntos se impusieron. Hoy termina la de Pascua. No parece necesario justificarlo).

Investigador, académico e historiador

Deja un comentario