Vargas LLosa pierde el pulso con electores que «votan mal»

Los presidentes progresistas son calificados, sin distingos, por el Nobel de Literatura, como retrógradas, populistas y demagogos que aspiran a convertirse en dictadores; asegura que, aun cuando lo niegue, también López Obrador se quiere reelegir

El devaneo político pinta las elecciones de rosa

Si la reconfiguración política iniciada en América Latina sostiene su actual tendencia hacia la izquierda y —como se pronostica—, Brasil y Colombia se suman a ese espectro tras las elecciones programadas para este 2022, la proporción de latinoamericanos que será gobernada por regímenes de este tipo aumentará del 45 al 87%. Tal circunstancia crispa desde ya el desánimo de los defensores internacionales del neoliberalismo, quienes para «despertar conciencias» organizan mesas internacionales de debate, y propalan que «la ciudadanía está votando mal al elegir presidentes demagogos y populistas» en quienes, a priori, ven mandatarios que aspiran a convertirse en dictadores.

Uno de los principales detractores y rostro más visible contra los Gobiernos progresistas o de izquierda es el escritor peruano Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura 2010. El presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) no escapa a sus ataques. En entrevista para el sitio Latinus (23.09.21), Vargas Llosa aseguró que, «aunque lo niegue, AMLO sí se quiere reelegir. Prácticamente todos los presidentes quisieran ser reyes. López Obrador se quiere reelegir, sin ninguna duda. Yo espero que los mexicanos no se lo permitan», comentó. En respuesta, el presidente se limitó a decir: «Vargas Llosa no me conoce. Yo voy a estar aquí nada más el tiempo de mi mandato, y eso si la gente así lo decide».

De cualquier forma, el escritor rechazó considerar que México esté enfilándose hacia una dictadura. «En la última elección en el país se demostró una “toma de conciencia”. Creo que el contexto mexicano ya no está para una dictadura como la que ejercía el PRI», expresó.

«México vive un retroceso dramático con un presidente populista y demagogo, que va acabando con todas las libertades que se consiguieron gracias al señor (Ernesto) Zedillo… En 2018, los mexicanos votaron mal».

Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura 2010

En otro momento, durante el seminario sobre «La relación entre Estados Unidos e Iberoamérica» (29.12.21), Vargas Llosa retomó sus críticas a la gestión de AMLO: «México vive un retroceso dramático con un presidente populista y demagogo, que va acabando con todas las libertades que se consiguieron gracias al señor (Ernesto) Zedillo en torno a la mejora de las condiciones democráticas», dijo tras afirmar que, en 2018, «los mexicanos votaron mal, y ahora este es el país que más retrocede en América Latina».

Añadió que la situación política de la región corre riesgo con líderes como López Obrador o el recientemente electo Gabriel Boric (Chile), pues con su influencia «la extrema izquierda avanza en forma sistemática y, por lo que se anticipa, antes del cierre de año ya habrá absorbido a Colombia y Brasil».

AMLO no pasó por alto el comentario. Según dijo, le dio gusto «escuchar, observar y constatar la decadencia de Vargas Llosa en su intento de explicar lo que sucede en América Latina». En la apreciación del presidente, el escritor «dio un discurso carente de talento, que no aporta nada, lleno de lugares comunes, discurso de derrota que no ofrece alternativas ni desde sus posturas derechistas. Fue puro lamentarse. Antes era más propositivo».

«Me da gusto constatar la decadencia de Vargas Llosa. En su intento de explicar lo que sucede en América Latina, dio un discurso carente de talento, que no aporta nada, lleno de lugares comunes. Antes era más propositivo».

Andrés Manuel López Obrador, presidente de México

Previamente, en una editorial publicada en el diario El País (17.10.21), Vargas Llosa comenta que «los votos se inventaron en las elecciones libres para defender la democracia»; pero los dictadores no necesitan elecciones «ya que las fabrican a su gusto». Añade que, no obstante, a veces solo el paso del tiempo aclara si se votó bien o mal. Ahondar sobre el tema, explica, viene al caso para eliminar la confusión de quienes piensan que «votar mal» es un concepto acuñado para los que no votaron por él en la elección de 1990, cuando se postuló a la presidencia de Perú, contienda que perdió en segunda ronda electoral frente al candidato Alberto Fujimori.

Por otro lado, el escritor también cuestiona el desempeño de organismos como Naciones Unidas o la Organización de Estados Americanos, cuyos representantes están obligados a vigilar el desarrollo de elecciones antes de legitimarlas, pero afirma que «el reciente caso de Perú y otros países de América Latina arroja demasiadas dudas sobre la validez de estas misiones de vigilancia electoral, que, a menudo, sólo sirven para echar una capa de supuesta legitimidad sobre procesos de naturaleza sospechosa».

Fracaso de las derechas

La reelección de presidentes en ejercicio estaba tan de moda en los primeros años de este siglo que las había tanto de líderes de izquierda como de derecha, pero al concluir el boom de materias primas, cuando mermó la abundancia y las economías se vieron obligadas a administrar la austeridad, surgieron problemas económicos, escándalos de corrupción y creció un malestar social que se afianzó con la pandemia de COVID-19.

Ahora la moda electoral pasó a ser muy diferente: votar contra el establishment y darle oportunidad a la oposición. En 11 de las 12 elecciones presidenciales realizadas en América Latina desde 2019, el voto se aplicó para cambiar al partido en el poder.

Aun así, la izquierda en Latinoamérica gana fuerza y, a pesar de las diferencias, todavía impulsa el resurgimiento del sueño panamericano. En la última reunión de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños que lideró México, se acordaron las primeras acciones políticas para la integración regional, entre ellos los Lineamientos y propuestas para un plan de autosuficiencia sanitaria para América Latina y el Caribe.

Al final, conforme aumenta la sensación de insatisfacción general con la forma en que se aplican las políticas neoliberales, quien termina por pagar la cuenta es el partido que está en el poder. Ese cuadro de descontento podría completarse este 2022 en las tres elecciones previstas en la región, dos de ellas en los países más poblados del subcontinente: Brasil y Colombia, economías que en conjunto con México, Chile, Argentina y Perú conforman un bloque que controla el 90% del PIB regional.

Para Jorge Enrique Robledo, senador colombiano participante en el Foro de análisis de las derechas (14.03.21), «hay países latinoamericanos donde la derecha gobernó particularmente durante todo el siglo XX y su fracaso es rotundo, al menos en términos de capitalismo». El legislador afirma que, «con un promedio por debajo a 10 mil dólares como PIB per cápita en el subcontinente, las derechas no pueden sino asumirse fracasadas frente al referente estadounidense de 55 mil dólares por persona». Considera denominador común en estos países al problema económico derivado de la dependencia de sostenerse como exportadores de materias primas, a costa de abandonar los esfuerzos de industrialización de sus economías.

Según Robledo, el gran desafío para los gobernantes latinoamericanos sigue siendo cumplir con las demandas de mejores servicios públicos y seguridad social, así como reducir la desigualdad. Tarea complicada en un continente con crecimiento económico en torno a 3% previsto para 2022, según refiere la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, además de la presión inflacionaria y la mayor deuda pública anticipable, incluso se teme que, como ya sucedió, el malestar social vuelva a expresarse en las calles.

Escenarios

La primera elección general latinoamericana de 2022 se programa para el 6 de febrero en Costa Rica. Entre más de 20 candidatos registrados hay varios conocidos, uno de ellos es el expresidente centrista José María Figueres (1994-1998). Sin embargo, las dos elecciones que concentrarán la atención se realizarán en Colombia y Brasil.

Por orden de calendario, la primera vuelta en Colombia está marcada para el 29 de mayo y la posible segunda vuelta para el 19 de junio. Con el telón de fondo de las enormes protestas callejeras de 2021 y varios retos económicos, la mayoría de las encuestas de intención de voto en este país ponen al frente al izquierdista Gustavo Petro, un economista, exguerrillero y exalcalde de Bogotá que perdió la contienda de 2018 ante el actual presidente Iván Duque. Si Petro gana marcaría algo inédito: primera vez que un candidato de izquierda sea electo presidente de Colombia.

Por su parte, todo indica que Brasil irá en sus elecciones de octubre a un choque de polos entre el actual presidente de ultraderecha Jair Bolsonaro y el expresidente de izquierda Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2010), ya absuelto de las condenas por corrupción que recibió.

Tras las fuertes críticas a Bolsonaro por su respuesta a la pandemia o el débil desempeño económico de Brasil, Lula figura como claro favorito en los sondeos de voto para el 2 de octubre o para una segunda vuelta contra el actual presidente el 30 de octubre.

Unidad regional

En cuanto al perfil político subcontinental, si algo queda claro es que América Latina no saldrá de la pandemia tal como entró, así lo muestran los procesos electorales donde la decisión del voto se ha visto influida por aspectos diversos, entre ellos el manejo que los Gobiernos han dado al combate de la COVID-19.

A lo anterior se suman los agravios que se arrastran desde un pasado en el que se fomentó el crecimiento de élites privilegiadas y corruptas bajo Gobiernos liberales de derecha, de los cuales se omite comentar que buena parte de la decepción social deriva de mal desempeño de presidentes igual o más demagogos y para nada exentos del populismo del que se acusa a las izquierdas.

Conforme a los hechos, la penetración de los mecanismos de apertura comercial promovida en Latinoamérica generó una doble crisis: de Estado y de mercado. Mientras en la de Estado se combate la concentración de poder, en la de mercado, con todo y las virtudes en términos de producción e incentivos a la generación de empleo que pregona, se reconoce que también trae una serie de excesos que deben someterse a revisión, pues la globalización ha hecho tramposos a jugadores económicos que buscan ganancias al transferir dinero de un lado a otro para evadir impuestos, lo cual se facilita cuando hay gobernantes propensos a la corrupción.

No obstante, debido a que las victorias de las izquierdas latinoamericanas se han gestado bajo contextos diferentes, en la actualidad los horizontes políticos y económicos son más complicados. La diversidad ideológica se desarrolla bajo circunstancias no homogéneas y donde incluso proyectos como el venezolano ya se acercan a extremos que los hacen perder legitimidad. Donald Trump, en algún momento mencionó que no descartaba la posibilidad de intervención, incluso la líder opositora venezolana María Corina Machado aseguró a DW (19.08.20) que la única estrategia que les queda es «una intervención internacional». En este momento, Venezuela y Nicaragua son los gobiernos usados por Vargas Llosa como ejemplo del camino que sigue la extrema izquierda en América.

Cabe añadir que el actual retorno latinoamericano hacia la izquierda se produce bajo condiciones económicas desfavorables por solucionar, con debates menos o más inclusivos en temas de ecología, feminismo, aborto o diversidad de género, donde las fuerzas progresistas se articulan de manera diferente, sin ignorar temáticas clásicas como la búsqueda de la redistribución de la riqueza y de la mejora en las condiciones materiales de vida de los pobres, donde las formas en las que se abordan esos ejes, no solo pueden ser diferentes, sino incluso antagónicas, lo cual perfila izquierdas menos interconectadas.

No obstante, si bien «marea rosa» es la expresión con la que lustros atrás se bautizó el ascenso al poder de cierto grupo de líderes progresistas, en la actualidad el colectivo de izquierdas es heterogéneo y transita entre lo radical y un modernismo reformista donde, sin embargo, más allá de cualquier diferencia, los mandatarios identifican dos elementos: uno, la conciencia de que su ascenso al poder se ha dado como reacción popular contra el «Consenso de Washington», el cual en décadas previas implantó en todo el subcontinente un neoliberalismo feroz que derivó en el desbordamiento de las desigualdades; y otro donde aún pervive la convicción de que deben mantenerse buenas relaciones institucionales entre los Gobiernos, con la intención de avanzar hacia la consolidación regional de la llamada «Patria Grande». E4


El devaneo político pinta las elecciones de rosa

Si bien la llegada de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) a la presidencia de México le debe mucho a la catástrofe propiciada por la élite que gobernó el país en los últimos 30 años, no se debe ignorar que a ello se suma la acumulación de un capital social que no es exclusivo de los sectores más pobres, que incluye profesionistas, trabajadores del arte y la cultura, pequeños propietarios, medianos empresarios o científicos que vieron en él la esperanza de un mejor Gobierno.

De acuerdo con el más reciente informe de Latinobarómetro, el voto hacia la izquierda ejercido en México se enmarca en una tendencia que ya se enticipaba para Latinoamérica. Según los datos, en este continente, hacia 2021 la proporción de latinoamericanos que aún cree que el neoliberalismo es el mejor sistema de Gobierno descendió a 63%, desde el 79% al que ascendía hace 10 años. Eso propicia que cada vez una mayor cantidad de gobiernos de izquierda tiñan de rosa —sin llegar al rojo socialista— a más países de esta región.

Sin embargo, lo que sí permanece estable, indica el organismo, es la proporción (70%) de quienes consideran que en América Latina se gobierna para unos pocos y con una injusta distribución del ingreso.

De acuerdo con Transparencia Internacional, en México destaca que los ciudadanos manifiestan una percepción de índices especialmente altos de corrupción que amplían las desigualdades, donde la injusticia se concentra en los deficientes servicios de seguridad, educación y salud, rubros que la población con menos recursos ha sufrido con especial dureza, sobre todo en lo tocante a la pandemia, pues Latinoamérica destaca entre las regiones del planeta con mayor cantidad de muertos por cada 100 mil habitantes a causa de la COVID.

Es así como se entiende que la región priorice ahora opciones políticas que apuestan más por el Estado que por el mercado, con la esperanza de mejoras en los sistemas de salud, de acceso a internet y educación que realmente iguale oportunidades y rebaje el poder que en la actualidad ostentan las élites, tanto políticas como empresariales.

En América Latina, el retroceso democrático y cierre de espacios a la sociedad civil es el principal reto, y no hay en este punto distinciones ideológicas.

Según el reciente informe del Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral, la democracia en esta región atraviesa su momento más complejo de las últimas décadas, con gobiernos donde la corrupción, los ataques contra la libertad de expresión y los derechos civiles han sido sus principales problemas.

Incluso se reconoce que, lejos de capitalizar su capacidad proveedora de recursos hacia la industrialización de las economías y el desarrollo de infraestructura, han convertido a la abundancia de materias primas en un lastre que los hace dejar para después un proceso diversificador, con élites que aún demandan incentivos para capitalizarse, mientras los gobiernos —de izquierdas o derechas— asumen que la mejor opción es dejarse llevar por la inercia exportadora. E4

A destacar

De un 79% de latinoamericanos que en 2011 consideraban que el neoliberalismo es la mejor forma de Gobierno, la cifra descendió hasta 63% en 2021.

Fuente: Latinobarómetro

Proporción del PIB por exportaciones de materias primas…

  • 37%   Latinoamérica
  • 12%   Asia
  • 21%   África

Fuente: CEPAL

Es ingeniero egresado de la Universidad Autónoma de Chapingo con especialización en el área de Economía. Ha ejercido el periodismo en Saltillo. Trabajó en El Diario de Coahuila; se desempeñó como editor, diseñador, fotógrafo, redactor de editoriales y artículos de economía, industria automotriz, cultura e historia de Saltillo en el periódico Vanguardia.

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