Medicamentos originales y similares

PRIMERA PARTE

Este texto data del 2008, fecha en que lo pergeñé, con base en experiencias clínicas y destapada la cloaca de la Cofepris, simple y llanamente el contenido a continuación es vigente.

Por denunciar estos hechos y por orientar al respecto a mis pacientes, en una institución pública, por explicarles a esos enfermos que si en muchas ocasiones no mejoraban con mis tratamientos, era porque la calidad de los fármacos distaba mucho de ser la ideal. Me tildaron de antigobiernista, antiinstitucional, no obstante que tal información en cuanto a la calidad de los genéricos, la recibí en esa misma institución, pero allá arriba, en «lo oscurito», tras bambalinas.

En los tiempos actuales, un dilema ético cotidiano en la relación médico paciente es la elección del mejor medicamento para ayudar a resolver un problema clínico. Hemos de ser realistas, la industria farmacéutica, de ninguna manera es una institución altruista, es comercial y como tal, sujeta a las leyes de mercado, de oferta y demanda.

Existen tres tipos de medicamentos en el mercado: los llamados innovadores y originales, los genéricos intercambiables y los similares. Nos conviene, a médicos y pacientes distinguir sus semejanzas y sobre todo sus diferencias.

Para esto, recurro al Dr. Fermín Valenzuela con su participación en el seminario del ejercicio actual de la medicina y a una página en la red, de la Comisión Federal para la Protección contra riesgos Sanitarios (Cofepris).

Un medicamento innovador y original, es aquel que resulta de un proceso de investigación que está protegido por una patente y es fabricado exclusivamente por el laboratorio farmacéutico que lo desarrolló. Se denomina por el nombre de la sustancia activa y por un nombre o marca comercial. Ejemplo: Azantac, es el nombre comercial de la Ranitidina investigada y desarrollada por laboratorio Glaxo para el tratamiento de gastritis y úlceras gastroduodenales.

Un medicamento Genérico Intercambiable o GI, es aquel medicamento con el mismo fármaco o sustancia activa, vía de administración, concentración, o potencia que el medicamento innovador original, el cual, después de haber pasado pruebas de intercambiabilidad, ha demostrado ser igual o equivalente al producto innovador. Se denomina por el nombre de la sustancia activa y en su envase presenta el símbolo GI dentro de un marco cuadrado. Siguiendo el ejemplo anterior: Ranisen es el nombre comercial de la Ranitidina de laboratorios Senosiain, intercambiable con el Azantac de Glaxo.

Mucho ojo: el símbolo GI garantiza, de alguna forma, en nuestro medio corrompido, que la Ranitidina ha aprobado pruebas de calidad, semejante al original. Pero, «para acabarla de amolar», así decía mi tía Simplicia, en la forma en que se comercializan los genéricos intercambiables, tampoco son plenamente confiables si no se identifican con una marca o un nombre comercial específico de algún laboratorio de cierto prestigio reconocido públicamente. Ejemplo: la Ranitidina, con el logotipo de GI, pero sin un nombre comercial que lo identifique con tal o cual laboratorio y que de alguna forma garantice calidad. En otras palabras, «estaca brown» esto de los fármacos.

Un medicamento similar o productos copia, «no innovador», «marca patito» o «chafamex», utilizando nuestro riquísimo léxico coloquial a la mexicana, son fármacos que no han pasado por ninguna prueba de intercambiabilidad, por lo que aun cuando tengan el mismo principio activo, forma farmacéutica, cantidad de fármaco, etc., la forma de preparación, o los aditivos que se usen en su elaboración pueden hacer variar su comportamiento dentro del organismo, por lo cual no pueden considerarse intercambiables con el medicamento original o innovador. Ejemplo: la misma Ranitidina del Azantac y el Ranisen, con otro nombre comercial y otro laboratorio, pero sin el símbolo GI, dentro de un cuadrado.

Allá por 1999, cuando entró en vigor el reglamento de insumos para la salud y el catálogo de medicamentos genéricos intercambiables, personalmente sentí confusión para entender y confiar en las mencionadas diferencias. Hoy, puedo afirmar, en base a la experiencia terapéutica y los resultados obtenidos, comparándolos con las experiencias y los puntos de vista de otros colegas, que los medicamentos originales (innovadores) son la opción «menos peor» para prescribir a los pacientes, después los genéricos intercambiable (GI) y por último los similares. Los médicos, finalmente, hemos de guiarnos por la confianza que tengamos en la marca del laboratorio.

En cuanto al costo, los originales en general siempre son más caros que los genéricos intercambiables, aunque en algunos casos el costo es el mismo. La diferencia puede oscilar entre un 20% a 40%. La diferencia con los similares es muy lejana, hasta del 80%. Personalmente yo no compraría un medicamento tan barato para mi familia o mi persona, dudaría de la mínima calidad. No obstante, cada persona es libre de elegir la opción que más convenga a sus intereses. Nosotros los médicos hemos de orientar, informar, veraz y objetivamente, con responsabilidad.

Los medicamentos similares son ampliamente utilizados en instituciones de salud, para abatir costos en el tratamiento de los derechohabientes, sobre todo si estos ya están pensionados o jubilados, es decir, los que ya están «más pa’llá, que pa’cá». Las personas de escasos recursos económicos y culturales recurren a estos productos. También uno que otro paciente «pudiente» se ahorra unos cuantos pesillos… caras vemos, bolsillos, no sabemos.

A pesar de la destitución de funcionarios de la Cofepris, responsables de la supervisión de la calidad de los medicamentos genéricos, yo no veo visos de que con tal medida, logre mejorar la calidad de los fármacos que autorizan para su uso en terapia de distintas enfermedades. Si acaso, atajarán la corrupción en cuanto a los conflictos de interés comercial entre los proveedores y compradores (sistema de salud) de esos fármacos.

Seguramente, los enfermos seguirán recibiendo fármacos de dudosa calidad y cantidad, pues la destitución de 20 o 30 funcionarios presuntamente corruptos, no modifica la esencia en la calidad de los fármacos.

Lea Yatrogenia

Egresado de la Escuela de Medicina de la Universidad Veracruzana (1964-1968). En 1971, hizo un año de residencia en medicina interna en la clínica del IMSS de Torreón, Coahuila. Residencia en medicina interna en el Centro Médico Nacional del IMSS (1972-1974). Por diez años trabajó como médico internista en la clínica del IMSS en Poza Rica Veracruz (1975-1985). Lleva treinta y siete años de consulta privada en medicina interna (1975 a la fecha). Es colaborador del periódico La Opinión de Poza Rica con la columna Yatrogenia (daños provocados por el médico), de opinión médica y de orientación al público, publicada tres veces por semana desde 1986.

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